Hacer mención al valor de las cosas es, en definitiva, entrar en materia de Filosofía de la Economía. Puesto que fijar cualquier valor monetario, mal le pese a los ultraliberales, deviene uno de los principios morales fundamentales de la ciencia económica, ya que dependiendo de la naturaleza de dichos principios se proyectará uno u otro tipo de ética social. Así pues, dime qué valor le otorgas a las cosas y te diré qué sociedad estás construyendo.
No obstante, para focalizar la
presente reflexión sobre el valor de las cosas debemos aterrizar, a modo
introductorio, en las arenas tan pragmáticas como especulativas de la Economía
y, más específicamente, en la Teoría del Valor (paradójicamente formulada por Karl
Marx) que sostiene que el valor de algo es directamente proporcional al trabajo
socialmente necesario para producirlo. Es decir, que el valor de las cosas se
calcula en base al tiempo-costo promedio de los sectores productivos de la
sociedad implicados (ya sea una planta fabril privada o un sistema público educativo)
para crear o producir dicha determinada cosa. Una teoría, plenamente vigente
siglo y medio largo después, elevada a categoría de ley en el actual mercado
capitalista con un plus subjetivo fundamentado por el deseo de adquisición del
ciudadano-consumidor, e indulgencia mediante del grado cuantitativo de los limitados
recursos disponibles. [Ver: La Inflación: la gallina de los huevos de oro creada por la avaricia humana]
Pero, si hablamos de un Parado, como
persona en calidad de fuerza de trabajo activa desempleada stricto sensu,
¿qué valor tiene socialmente en términos económicos?. Desde el punto de vista
de la Economía, tanto en su dimensión como valor de uso (que es aquel
intrínseco que posee para satisfacer una necesidad), como en su dimensión de
valor de cambio (que es aquella valoración monetaria que el Mercado le otorga como
entidad susceptible de transacción comercial), queda claro que el Parado no
tiene valor económico alguno. Lo cual no significa, contrariamente, que una
persona desempleada no tenga valor social, amén a sus derechos civiles,
políticos y sociales inherentes. Así pues, en términos estrictamente
sociológicos, ¿qué valor tiene un Parado?.
Para dar respuesta a la pregunta
planteada, me permito acogerme al espíritu universal, por acorde a Moral
(humanista), de la Ley del Valor y del Precio estipulada por el grupo de
intelectuales del siglo XVI que formaron la llamada Escuela de Salamanca (cuna
de la ciencia económica occidental), los cuales estipularon que el valor de las
cosas no depende de su necesidad entendida en sentido subjetivo o utilitarista,
sino objetivo. O, lo que es lo mismo y extrapolado al caso que nos ocupa, un
Parado no tiene valor de uso y de cambio monetario por lo que hace o aporta a
una sociedad productiva, sino en tanto que ES una persona en calidad de ser
social amparada de manera inalienable por los derechos naturales fundamentales.
Y que, por tanto, su valor económico social viene determinado, por defecto, por
el precio justo del costo en la cobertura de sus necesidades básicas para el
desarrollo de una vida digna, cuyo valor debe fijarse contextualmente mediante
derecho positivo por parte de un Estado garantista.
No obstante, a nadie se le escapa
que vivimos en un sistema de organización social basado en la economía de
mercado en un mundo globalizado, donde los Estados como comunidades sociales
soberanas e independientes ciertamente están supeditados a una entidad
supraestatal que denominamos Mercado (Ver: El Mercado, el nuevo modelo de Dictadura mundial). Y que es justamente el Mercado, con sus opacos y
antidemocráticos por no electos consejos de gobierno, quien determina el valor
económico social de las cosas, Parados incluidos (grupo social que puede
extenderse a la familia de los trabajadores precarios). Pues éstos, más allá de
sus derechos civiles, políticos y sociales en calidad de supuestos ciudadanos
libres, viven y se desarrollan bajo la lógica productivista del Mercado. He aquí
la coexistencia de dos conceptos de valores antagónicos: dígase el relacionado
con la cualidad que tiene el Parado al ser considerado como un bien social a la
luz de la Moral (de la que bebe los principios rectores de todo Estado Social y
Democrático de Derecho), dígase el relacionado con la cualidad que tiene el
Parado al ser considerado como un bien utilitario en un sentido de bien económico
transaccionable dentro de un contexto capitalista. Un pulso entre dos conceptos
de valor del Parado en igual sentido y opuesta dirección del que extraemos,
evidencia empírica sociológica mediante, que en la actualidad el valor
productivista se impone holgadamente a cualquier consideración posible referente
al valor moral del Parado, quedando éste desprotegido socialmente en la
cobertura de sus derechos más fundamentales. Es decir, el Parado resulta ser de
facto un valor barato por insignificante en referencia a la escala del
omnipotente engranaje del Mercado. O, dicho en otras palabras, el Mercado contemporáneo
percibe en sus cuentas de explotación como irrelevante los altos porcentajes
sociales de personas desempleadas existentes (ignorando por tanto la
correspondiente suma de historias de desgracias personales), por lo que no
considera a priori la necesidad de autorregularse en este sentido.
Otro cantar pudiera ser, a corto
y medio plazo, y derivado por el aumento imparable de la brecha de desigualdad
social existente, por el progresivo incremento del costo de la vida, y por el
previsible desabastecimiento global de productos básicos, que el orbe
occidental se vea inmerso nuevamente en una crisis de subsistencia semejante a
las acaecidas en la Europa del siglo XV hasta prácticamente la Segunda Guerra
Mundial con los denominados motines del pan, donde la multitud pretendía
asegurarse el abastecimiento suficiente de alimentos básicos (fundamentalmente
pan) a un precio asequible, generando los consiguientes estallidos y conflictos
sociales que tuvieron lugar en la época. Sería presumiblemente entonces que el
Mercado tal y como lo conocemos, en su afán de supervivencia, virase hacia una
Economía Moral para hacer frente a un comportamiento generalizado de la
población distinto a lo que presupone las reglas de una economía liberal, ayuda
mediante de la intervención de los Estados en materia de políticas sociales
paliativas (Ver: El Capitalismo neoliberal ha muerto ¡Viva el Capitalismo Humanista!). Y, en este contexto, sin lugar a dudas el Parado o Desempleado
cotizaría en un valor caro para el Mercado por penalización social.
Futuribles posibles aparte a las
puertas de una crisis alimentaria y energética que nadie desea, mientras la
tensión actualmente existente entre la oferta y la demanda aguante, y el
ciudadano-consumidor medio persista en su infinita paciencia de adaptarse -tal si
padeciera del síndrome de la rana hervida- al progresivo aumento del estado de
injusticia social al que se ve sometido impúdicamente, el Parado o Desempleado
continuarán siendo un valor barato para el Mercado.