Ciertamente, la Identidad Personal da sentido existencial al individuo, así como dicho sentido vital define el objetivo u objetivos a alcanzar para cada cual en nuestro mundano por efímero viaje mortal. Es decir, sin sentido existencial no hay objetivos vitales, pero sin la autodefinición de la Identidad Personal -de aquello que Yo Soy en relación al mundo más inmediato que nos rodea-, no puede existir ni lo uno ni lo otro. Así pues, como podemos observar, la piedra angular en el desplegar de la vida de toda persona no es otra que la definición y autoreafirmación de una Identidad que, por ser personal, es singular.
No obstante, como es bien sabido
por todos, la praxis para alcanzar la Identidad Personal no es natural, sino
profundamente cultural (inclúyase la ontología tecnológica en la actual era
digital), por lo que si bien el proceso fenomenológico no es universal (amén asimismo
de los determinismos biológicos y psicológicos), me permito en esta breve
reflexión discernir un abanico de suma de historias posibles en lo que me gusta
llamar la curvatura de la Identidad Personal. A razón que cuando mayor es la
curvatura de la Identidad Personal mayor distorsión existe con el Principio de
Realidad, pudiendo ser la fuerza de curvatura de naturaleza tanto endógena como
exógena al propio individuo. Y, siendo la curvatura de la Identidad Personal un
sistema de referencias generales (teniendo como ejes de coordenadas del
individuo su fuerza de curvatura, sus determinismos culturales-biológicos-psicológicos,
y su línea temporal), determinaremos el Principio de Realidad como punto de
referencia. Entendiendo asimismo el Principio de Realidad como aquella existencia
verdadera y efectiva que Es de manera incontestable a la luz de la Lógica.
En aquellos casos que la
curvatura de la Identidad Personal es mayor, y la fuerza de curvatura es de
naturaleza endógena, la distorsión del Principio de Realidad viene determinada ya
sea por sesgos cognitivos (producidos por una desviación en el procesamiento
mental que lleva a una distorsión, juicio inexacto, interpretación ilógica o irracionalidad
sobre la base de la interpretación de la información disponible), ya sea por
una patología propio de la disfunción cognitiva (donde el individuo crea estados
alternativos de realidad, incluyendo posibles episodios de delirios, entendidos
éstos como una falsa creencia o idea que la persona acepta con total
convicción, a pesar de que las pruebas o evidencias exteriores demuestren todo
lo contrario). En estos casos, la Identidad Personal se reafirma mediante
rasgos conductuales de invención de circunstancias inexistentes, a las que objetivamente
podemos calificar de mentiras, que tienen como objetivo retroalimentar la
narrativa creada por el propio individuo en su proceso de autoconvencimiento de
una realidad no verdadera. Una reafirmación de la
Identidad Personal en la que dicha persona, en oposición directa con el
Principio de Realidad, puede desembocar en estados emocionales de rabia y en
un comportamiento de descrédito social y/o de desprecio hacia aquellas terceras
personas no alineadas con su criterio de juicio.
Mientras que en aquellos casos
que la curvatura de la Identidad Personal es igualmente mayor, pero la fuerza
de la curvatura es de naturaleza exógena en este caso, la distorsión del
Principio de la Realidad viene determinada por un constructo psicológico
fundamentado en el Yo de los Otros. Es decir, que la reafirmación de la
Identidad Personal está condicionada, de manera casi simbiótica, por la asimilación
de entidades externas que el individuo hace como propias substituyendo al Yo Soy.
En estos casos, la Identidad Personal se manifiesta mediante rasgos
conductuales de indecisión y de dependencia por carentes de carácter. Una
reafirmación de la Identidad Personal en la que dicha persona, en oposición
directa con el Principio de Realidad, puede desembocar en estados emocionales
de baja autoestima y pesimismo, y en un comportamiento marcado por el de victimismo
(creando relaciones tóxicas) hacia aquellas otras personas no alineadas con la
casuística de su responsabilidad individual.
Por otro lado, nos encontramos
con un tercer supuesto de la Identidad Personal que es aquel en el que no
existe distorsión (en términos categóricos) del Principio de Realidad, y por
ende no podemos hablar de curvatura de la Identidad Personal. En estos casos,
la fuerza de la curvatura es prácticamente irrelevante, siendo ésta
neutralizada por alineación del individuo con el elemento substancial del
propio Principio de Realidad: la Lógica, o lo que Kant denominaba como Razón
Pura. Ciertamente el hombre es un ser sintiente, por lo que no puede substraerse
de su mundo emocional, pero no es menos cierto que asimismo es un ser racional,
por lo que tiene plena capacidad para trascender su emocionalidad, gestión de
la inteligencia emocional mediante, al plano de la Lógica que es el único
camino posible a la demostración y la inferencia válida de la noción de la
verdad de las cosas. Sin Lógica que rija nuestras vidas, la Identidad Personal
se curva distorsionando el Principio de Realidad, sucumbiendo al mundo de los
espejos de Alicia en el país de las Maravilla donde arriba es abajo y abajo es
arriba. Un mundo que, si bien nos puede parecer maravilloso por fantástico, resulta
incompatible con el flujo cotidiano de la realidad objetiva en la que vivimos.
Como vemos, y salvando las
diferentes graduaciones que podemos vislumbrar en el amplio arco lleno de posibles
particularidades que puede dibujar la curvatura objeto de análisis, la virtud (como
bien a alcanzar) en la reafirmación de la Identidad Personal está, como diría
Aristóteles, en el punto medio. El cual no es otro que el propio Principio de
Realidad al que podemos anclarnos a través de la Lógica. Más allá de este centro
la Razón se desvirtúa, distorsionando gradualmente asimismo el Principio de
Realidad, espacio donde la irracionalidad convierte la noción de la verdad en
caos. Es por ello que, frente a personas con una Identidad Personal curvada,
solo cabe la higiene ambiental (distancia) por salud de la propia Realidad en
la que deseamos vivir.