La Metafísica es tan antigua como el hombre, pues el hombre siempre se ha preguntado qué existe más allá de la realidad física. Escuelas esotéricas o teológicas aparte protagonizadas por corrientes religiosas más o menos institucionalizadas a lo largo de la Historia, la Metafísica representa una rama de la Filosofía que, como bien decretó Kant, es un conocimiento especulativo derivado de la Razón. Es decir, que denominamos Metafísica a aquella materia que estudia los principios y fundamentos de la realidad física misma, mediante el uso de la facultad humana del pensamiento analítico y crítico a luz de los Principios de la Lógica. Y si bien se considera a Platón como el primer filósofo metafísico por iniciar el estudio del ser tal y como es -aunque su metafísica se fundamentaba en el imaginario de unas ideas apriorísticas al ser humano, que sintetizó en su popular por didáctico Mito de la Caverna-, en verdad se estima a su discípulo Aristóteles como el padre de la Metafísica, quien calificó a esta rama de la Filosofía como “ciencia primera”. Lo cual, por otra parte, resulta una catalogación altamente relevante para la consistencia de la Filosofía como disciplina académica atemporal, dado que no es casual ni baladí que el método científico se base en los tres Principios de la Lógica (Identidad, No Contradicción, y Tercero Excluido) que el propio Aristóteles formalizó hace ya más de dos milenios, y que son a su vez el fundamento contemporáneo de la Razón pura propia tanto de la Filosofía (desde hace más de dos mil años con origen en la Antigua Grecia) como de la Ciencia moderna (desde hace más de seis siglos con un origen más tardío en el Renacimiento).
Es por ello que no es de extrañar
que los filósofos del presente siglo echemos mano de la ciencia moderna para
hacer Metafísica, desde el mismo momento en que el conocimiento científico
traspasó el umbral del mundo físico. Ni que a la par los científicos echen mano
de la Filosofía para teorizar nuevos escenarios de realidades posibles, Lógica
mediante, pendientes de validación empírica a futuro. Lo que no es impedimento,
a la vez, sino que contrariamente es imperiosamente necesario, que la Filosofía
reflexione sobre la propia ciencia como materia objeto de estudio que afecta profundamente
al ser humano y, por extensión, a la naturaleza de su propia realidad (Ver: Somos seres tecnológicos cuya evolución se basa en el conocimiento). Pues, como
afirmaba Aristóteles, la Filosofía es la ciencia que busca los principios y
causas primeras de todo lo existente. Pero, ¿y si lo existente existe aun no
siendo físico, en cualquiera de sus escalas posibles, sino virtual?.
Tal es el caso que acontece con el
Metaverso, una realidad paralela al mundo físico donde las personas se
interrelacionan en toda dimensión social del ser humano manifestable, y en
cualquier emplazamiento imaginable, mediante la plena sensación de estar
presentes sin estarlo físicamente, mediante la adopción de alter egos en
forma de avatares, que no son más que una manifestación digital de las personas
físicas en un espacio virtual. Una realidad paralela que fusiona los mundos
analógico y digital, como evolución cualitativa natural del mundo humano fruto
de la sociabilización de las redes sociales actuales. Cuya nueva era
inauguramos ya aun sin saberlo en el pasado 2003, como año cero del Metaverso mediante
el entorno virtual SecondLife, donde las personas hemos pasado progresivamente
a ser piezas de software y el ser humano se está convirtiendo, de facto,
en un Metahumano (más allá de humano).
Es por ello que, sin lugar a
dudas, y a pesar que la idea se nos resista mentalmente o que nos agrade en
mayor o menor medida, es una certeza que el Metaverso representará una nueva
era evolutiva para el hombre, marcada por la capacidad trascendental de ampliar
los límites de lo que significa la vida humana, por redefinición de los
principios de la misma realidad conocida. Que se dice pronto. Una nueva
realidad donde la materia objeto de estudio de la Metafísica del hombre, en
calidad de Metahumano, será a partir de ahora el Metaverso. Pues siendo la
Metafísica la disciplina que estudia la naturaleza, estructura, componentes y
principios fundamentales de la realidad, si ésta cambia -para desconcierto de
los filósofos clásicos-, el foco de atención de la realidad perceptible de
estudio para la Metafísica también debe cambiar (o al menos complementarse), y
asimismo sus ramas filosóficas derivadas.
En este sentido, de entre las
diversas ramas filosóficas derivadas de la “ciencia primera” en términos
aristotélicos, deseo destacar tres aspectos claves sobre el Metaverso en
materia de Filosofía de la Moral, Filosofía Política, y Filosofía de la
Sociedad, que considero de interés general a reflexionar en estos momentos, por
ser susceptibles de generar disrupciones a futuro relevantes para el sistema
referencial humano conocido. Si bien, como apunte para posibles interesados en
lecturas más amplia, señalar que ya traté algunas cuestiones de interés
reflexivo previo relativas a los proto-versos (ecosistemas tecnológicos
anteriores al Metaverso que forman parte de nuestra cotidianeidad), sobre éstas
y otras ramas de pensamiento como son la Epistemología, la Filosofía de la
Lógica, la Filosofía de la Ciencia, la Filosofía de la Mente, y la Filosofía de
la Economía, recogidas en la sección Robología/Roboética de mi Vademécum
del Ser Humano. Dicho lo cual, afrontemos sin dilación y de manera sintetizada las tres grandes cuestiones que plantean los Metaversos.
Metaverso y Moral
En primer lugar, debemos ser
conscientes que, en el Metaverso, las personas como avatares u manifestaciones
digitales no están exentas de responder a dilemas morales y desafíos éticos.
Pues al final el Metaverso no es más que un reflejo desinhibido del mundo
físico, en una realidad cuyos únicos límites los marca la imaginación, ya sea
ésta de creación humana o artificial. En este sentido, la pregunta que se
tercia no es otra que aquella que dé respuesta a qué sistema de valores morales
impera en el Metaverso. Si tenemos en cuenta que el principio fundamental del Metaverso
no es otro que buscar y explotar un nuevo por alternativo significado de la
vida, donde las personas se puedan autorrealizar como humanos -aun siendo
digitales-, en un mundo virtual sin limitaciones de capacidades naturales y de
multicontextos posibles para todas las personas, y que para asegurar la
participación de las personas en dicha realidad paralela el propio sistema
digital debe crear un fuerte vínculo de afiliación, mediante tácticas
neuronales de adicción que explotan la dopamina (que produce sensaciones tan
placenteras como relajantes), y a su vez creando bias o sesgos cognitivos (que
llevan a una distorsión del juicio sobre lo que es real, e incluso sobre lo que
está bien y lo que está mal), en lo que se denomina la estrategia de la “economía
de la atención” ampliamente explotada por las redes sociales y la industria del
ocio; podemos deducir que el sistema de valores aplicable en el Metaverso es el
propio al de una filosofía de corte hedonista, que busca principalmente convertir
a las personas en consumidores adictivo-compulsivos no reflexivos (Ver: La Ética mundial no puede estar en manos de los ingenieros informáticos). Un paradigma
filosófico de vida que, sea dicho de paso, es un punto y seguido -claramente de
carácter exponencial- del ideal social que promueve el Mercado liberal en el
que nos desarrollamos actualmente como sujetos, donde la individualidad es el
bien máximo a alcanzar dentro de la cultura consumista para beneficio del
propio Mercado, en oposición y desprecio directo a los valores humanistas
clásicos. Por lo que cabe suponer que, siendo el Metaverso un mundo digital desarrollado
por el Mercado y con el potencial suficiente para ser plenamente realizado, que
existe más allá del mundo analógico en el que vivimos para sustitución del
mismo, aquello que hagamos moralmente en aquel mundo digital lo reproduciremos
en este mundo real en un inevitable efecto conductual de espejos comunicantes. Pues
es de suponer, conociendo la débil naturaleza psicoemocional del ser humano,
que las personas vivirán moralmente sin distinción alguna de la realidad, ya
sea digital o física, en la que transiten. O, dicho en otras palabras, y sin
intermediación mediante de un sistema educativo de contra peso que ni está ni
se le espera, todo apunta a que el Metaverso acabará por herir de muerte a un
sistema ético humanista, el único capaz de trascender a la humanidad sobre su
propia naturaleza animal, para convertir moralmente al ser humano en algo
diferente al concepto que entendemos como “humano”.
Metaverso y Democracia
En segundo lugar, y no por ello
menos importante, destacar la implicación del Metaverso sobre la realidad
política de los sistemas de organización social de las personas. Pensemos que
siendo el Metaverso una realidad híbrida entre el mundo físico y digital,
requiere para su desarrollo natural de un incremento substancial de sensores y
cámaras interconectadas en el mundo real, inclusive en el ámbito de nuestra
propia intimidad personal, con el objetivo de generar el flujo de datos de
información necesarios para crear su realidad paralela, lo cual convertirá en
un chiste el actual escenario social de dispositivos móviles en términos de
inmersión tecnológica. He aquí, pues, que no solo aumentará el poder de
vigilancia del Metaverso sobre el ser humano en calidad de
ciudadano-consumidor, sino asimismo aumentará el peligro a la privacidad de
nuestros datos como personas libres y, en consecuencia, los individuos estaremos
sometidas a un mayor control social como masa (Ver: Dataísmo y Humanismo, ¿una relación incompatible?). Un inminente horizonte social a treinta años
vista a más tardar que, a todas luces, acabará atentando contra los propios
principios rectores de la Democracia tal y como la conocemos. Ya que debemos de
ser conscientes que, el control de dichos datos sociales y personales no
estarán en manos de nuestros gobernantes electos e instituciones democráticas,
sino a merced del selecto elenco de personas no electas que dirigen el Mercado
del Metaverso (dígase grandes corporaciones tecnológicas). Y ya sabemos que al
Mercado no le interesa absolutamente nada la Democracia, como modelo de
organización política de una sociedad de mercado, si no le es beneficiosa para
sus cuentas de explotación (Principio económico de Costo de Oportunidad). Por
lo que podemos deducir, con diáfana claridad, que el desarrollo del Metaverso
llevará implícito una previsible transformación de las sociedades democráticas
a otros modelos de organización social más oligárquicos, donde los derechos
sociales y civiles, y por extensión la libertad individual de las personas,
quedarán sujetos a los intereses del Mercado. O, dicho en otras palabras, el
Metaverso puede presuponer el principio del final de la evolución milenaria de
la Democracia como modelo de gobierno conocido.
Metaverso y Sociedad
Y, en tercer lugar, cabe hacer
mención a las implicaciones sociales que pueden preverse en el desarrollo
natural del Metaverso. En este sentido, y a mi entender personal, destacaré dos
por su relevancia y a modo de ejemplos de la disruptividad del Metaverso: una
de carácter de justicia social, y otra de naturaleza sociológica sobre la salud
de la inteligencia individual de las personas.
Respecto a la primera, el hecho de
que el Metaverso sea de base tecnológica, y aún más si cabe sobre una
tecnología que requiere de una gran capacidad de transmisión de datos para
reproducir e interactuar dentro del mundo digital paralelo, es de esperar que la
implantación del Metaverso genere un sunami social que polarice el mundo real
entre países desarrollados con acceso a dicha tecnología y países no
desarrollados sin acceso a la misma, lo cual agravará abismalmente la actual
brecha de desigualdad e injusticia social a nivel mundial. Es decir, el
Metaverso representará, sin lugar a dudas, el punto de inflexión para el inicio
de una nueva era distópica que dividirá la humanidad en dos realidades
confrontadas: un mundo desarrollado y rico por tecnológico donde vivirán los
Metahumanos, y un mundo subdesarrollado y pobre por carente de tecnología
donde vivirán los humanos. Y, entre medio o intermundos veremos emerger, tiempo
al tiempo, alguna figura jurídica metafóricamente semejante al mítico Cerbero que
haga las funciones de Guardián de los Mundos, esencialmente para custodia del
primer mundo digital frente al segundo mundo analógico.
Mientras que en lo que se refiere
a la segunda implicación social, señalar que en una nueva realidad paralela
como es el Metaverso, donde se compartirá el conocimiento en un entorno de
inteligencia colectiva expandida, donde las personas se especializarán en
ciertas parcelas de conocimiento y no en otras por complejidad del propio
sistema, y donde las personas consumirán intelectualmente menos energía
consiguiendo a la par mayor eficacia de autorrealización personal - como nunca
antes se haya visto en la historia de la humanidad - desde el confort de su
intimidad y exentos de pensamiento crítico alguno, es de prever que el nivel
cognitivo del Metahumano a título individual se vea reducido significativamente
por dependencia directa de la inteligencia colectiva propia del Metaverso, por
simple economía evolutiva. Es decir, las aptitudes del ser humano como individuo
relacionadas con el procesamiento de la información, las cuales implican el uso
de la memoria, la atención, la percepción, la creatividad y el pensamiento
abstracto o analógico, se verán previsiblemente menguadas por influencia de la variación
adaptativa de la mente humana a un nuevo entorno profundamente inmersivo más
complaciente existencialmente. O, dicho en otras palabras, el Metaverso traerá
consigo una fenomenología social en la que el ser humano se relacione mayormente
bajo la lógica de la inteligencia colectiva propia de las colonias de hormigas,
que como individuos con libre albedrío en pleno uso de su consciencia singular
por propia, lo que reducirá irremediablemente los niveles de inteligencia
individual media de las personas.
Expuestas estas tres, de entre otras,
grandes cuestiones que plantea el Metaverso, referentes en este caso al orden
moral, político y social, que sin duda requieren de una seria reflexión por
parte de todos para dilucidar sobre qué tipo de sociedad estamos construyendo
de cara a las futuras generaciones, lo que parece evidente es que nos
encaminamos ciegamente hacia un futurible en el que la nueva realidad metafísica
absorberá y cocreará al ser humano con independencia de nuestra realidad substancialmente
natural, atentando deliberadamente de paso contra la consciencia, el libre
albedrío, la independencia emocional y el pensamiento crítico de los individuos
como pago obligado para su metamorfosis evolutiva en Metahumanos (Ver las
conclusiones del Teorema y de las Leyes en entornos de metaversos en la
reflexión “Las Tres Leyes (a establecer) del Omniverso”).
No obstante, el Filósofo Efímero
que escribe reflexiona desde sus recién cumplidos cincuenta años, por lo que previsiblemente
- gracia de las Moiras mediante- seré ya un octogenario cuando el Metaverso se
haga carne en el orbe del primer mundo (que ya no será sólo occidental). Lo
cual, no puedo negarlo, me llena de satisfacción al percibir que, pipa en boca,
continuaré enfrentando como hombre libre la materia de estudio de la Metafísica,
y de sus otras ramas filosóficas derivadas, desde mi atalaya personal de la realidad
natural. Qué le voy a hacer, cada cual es hijo de su tiempo, y personalmente me
congratulo de ser un hombre del siglo pasado, viendo lo que se nos viene
encima. Por lo que solo me toca por decir, de humano a futuros Metahumanos, que
aquellos que me precedan deberán de lidiar sus propias revoluciones reflexivas
sobre nuestra frágil especie y su realidad, si es que aún preservan la libre
capacidad de pensar. La Historia, como siempre, lo atestiguará. Alea iacta
est!