En tiempos de las monarquías absolutas la Voluntad del Rey era Ley (solo sujeta al juicio de Dios, Iglesia humana, profundamente humana, mediante). Hoy en día, en plena era de los Estados Sociales y Democráticos de Derecho, cuando la soberanía de un país reside ya no en un Rey sino en el conjunto de la ciudadanía, lo cierto es que las cosas no han cambiado demasiado en un sistema de organización social basado en la economía de mercado. Pues ahora la Voluntad del Mercado, a imagen y semejanza de las antiguas monarquías absolutas, no solo es Ley (Ver: El Mercado, el nuevo modelo de Dictadura mundial), sino que aún más deviene Voluntad General en términos de El Contrato Social de Rousseau. Es decir, la Voluntad del Mercado se ha convertido -por simple proceso de simbiosis entre las partes implicadas en un controlado hábitat de interrelación digital- en Voluntad General de los ciudadanos, quienes no son sino consumidores tan dependientes como adictivos del mismo Mercado. Expuesto lo cual, podemos afirmar que vivimos en una sociedad sin Voluntad propia.
Tanto es así que, hasta los grupúsculos
antisistema -organizados con mayor o menor tino en movimientos divergentes al
orden social establecido bajo una presumible Voluntad alternativa por diferente
a la colectiva consensuada-, viven, se desarrollan, y reafirman su identidad
rebelde dentro del propio sistema al amparo de la Voluntad General, en un juego
iluso por incoherente semejante al de un inmaduro adolescente díscolo que no
quiere desprenderse de la comodidad gratuita que goza sin esfuerzo alguno en
casa de sus padres. Tal es el caso ejemplarizador de movimientos antisistema convertidos
en partidos políticos, y cuyos líderes antisistema de boquilla megáfono en mano
y de ocioso molotov dominical (cuyos destrozos de la vía pública resultantes de
dicha libertad de expresión y manifestación pagamos religiosamente todos los
demás en un amén y sin rechistar), viven holgada y honorablemente de las arcas
públicas como regidores y diputados en las diversas cámaras legislativas. ¡Toda
una muestra de congruencia de filosofía de vida! O todo un ejemplo de ciego raciocinio.
Dígase como plazca.
Volviendo al hilo de la cuestión,
recuerdo vagamente que hacia los veinte años publiqué un artículo en un periódico
(del que no guardo copia) en forma de carta abierta a Schopenhauer criticando
su visión sobre la Voluntad. No obstante, treinta años después debo darle
cierta parte de razón en alineación con la presente reflexión, ya que el viejo
filósofo alemán (uno de los primeros en manifestarse abiertamente como ateo)
consideraba que todas las personas obedecemos a una Voluntad natural y no a nuestro
propio intelecto (lo que Kant denominaba Noúmeno o Platón identificó como Ideas
Apriorísticas, que no es más que una intuición intelectual o suprasensible). No
obstante, cabe puntualizar que en una era donde el mundo natural ha sido
substituido por un mundo no-natural por artificial y virtual creado por la mano
pseudointangible del Mercado digital, es una obviedad empírica que las
personas, en calidad de ciudadanos-consumidores, vivimos sujetos a la Voluntad
General del Mercado y no a nuestro propio intelecto puro stricto sensu,
el cual está subyugado a modo encefalograma plano sin mayores signos vitales
que aquellos generados por los procesos fisiológico-hedonistas derivados del
consumismo de ocio. Un proceso éste instintivo reptiliano que busca
adictivamente el placer sensorial como bien principal de la existencia
individual, y al cual la sociedad contemporánea en su conjunto está predeterminadamente
imbuida como medida radical de control de masas. O dicho en otras palabras,
aunque una persona se vea abocada a vivir en penuria por debajo del umbral de la
dignidad humana en una sociedad altamente desequilibrada como la actual, su
inoperativa voluntad individual preprogramada está incapacitada para intentar
atentar contra la Voluntad General del Mercado, no teniendo más salida in
extremis que el suicidio (Solo en España cada día se suicidan 10 personas, una
cada 2 horas y media, siendo la primera causa externa de mortalidad y con tendencia
al alza, aunque cabe señalar que la media de suicidios española se sitúa muy
por debajo de otros países europeos). La alternativa de la revolución como
medio de transgresión social hace tiempo que ha sido anulado de la estructura
neuronal del ciudadano del siglo XXI, y por ende eliminada del ánimo del
espíritu colectivo del individuo como masa.
Por otra parte, si bien es una evidencia
que vivimos en una sociedad sin Voluntad, la pregunta obligada no puede ser
otra que aquella que responda a cuál es la naturaleza de la Voluntad individual
exenta de la Voluntad General del Mercado. Si bien cada filósofo en sus
diferentes épocas la ha conceptualizado de manera diferente, permítaseme por licencia
de autor de la presente reflexión definir la Voluntad individual como la acción
de una consciencia crítica, y asimismo como la potencialidad manifiesta de toda
persona en tanto aquello que puede ser en términos aristotélicos. Una Voluntad
individual en la que participan tres elementos fundamentales indivisibles:
consciencia, capacidad de gestión, y libertad de decisión. Ya que la
consciencia nos permite reconocernos tanto a nosotros mismos como en relación
al entorno en el que nos desarrollamos, atendiendo a que no existe consciencia
individual sin pensamiento crítico, ni éste sin conocimiento previo, ya que en
caso contrario nos enmarcamos dentro de la consciencia de la Voluntad General
(El Yo Soy versus el Yo de los Otros, o en este caso el Yo del Mercado). Dicha
consciencia del conocimiento crítico permite, a su vez, poder gestionar una
capacidad de acción, ya que no se puede gestionar aquello que se desconoce sin
caer en un reductio ad absurdum. Y dicha capacidad de gestión sobre una
acción voluntaria debe manifestarse, a la par, desde la libertad de decisión,
pues contrariamente no podemos hablar de Voluntad individual. En este punto sobre
la capacidad individual de la libertad de decisión recomiendo, para no
explayarme, la siguiente lectura reflexiva: Y tú, ¿tienes libre albedrío.
Si bien es cierto que la Voluntad
individual germina a partir de una consciencia crítica, que es lo mismo que
desarrollar intelectualmente el pensamiento crítico, no es menos cierto que la
sociedad de Mercado está consolidando de facto la eliminación de toda
posibilidad institucional a dicho desarrollo del pensamiento crítico. Como muestra
un botón: no solo ya hace tiempo que ya no existe la Facultad de Filosofía
donde estudié, sino que el ejecutivo español acaba de decretar hace un par de
días una reforma del sistema educativo obligatorio en el que elimina definitivamente
la Filosofía (única materia que facilita las herramientas para un desarrollo sistemático
del pensamiento crítico), en beneficio de nuevas asignaturas como
digitalización, economía, emprendimiento, educación visual y audiovisual, o
formación y orientación personal y profesional, entre otras ciencias técnicas principalmente.
Es decir, nos hallamos frente a la consagración institucional hacia una
sociedad sin Voluntad individual, para regocijo del Mercado (el verdadero
Estado dentro del Estado). El individuo encapsulado dentro de su caja
herméticamente cerrada, donde solo tiene cabida un único pensamiento: el
pensamiento único de la Voluntad del Mercado. Las consecuencias de la
eliminación sistemática del pensamiento crítico son múltiples para cualquier
organismo social que se precie, cuyos individuos se asemejan cada día más a
hormigas productoras exentas de antenas, y más si cabe aún en un mundo
omniscientemente digital (Ver: La Ética mundial no puede estar en manos de los ingenieros informáticos). Y si además somos conscientes que nos abocamos a un omniverso, a
partir de la actual cuarta era de la revolución industrial, como realidad
transversal a la vida diaria de toda persona occidental, donde los humanos
vamos a vivir interconectados a un mundo paralelo virtual como si fuera real, y
donde la consciencia de la inteligencia artificial romperá inevitablemente las
líneas divisorias con nuestra propia consciencia humana, el horizonte futuro de
la sociedad toma a todos visos tintes altamente preocupantes para la supervivencia
de la Voluntad individual. [Ver: Las tres Leyes (a establecer) del Omniverso y
La consciencia artificial cuestiona la consciencia humana].
Dime qué consciencia crítica individual estás implantando y te diré qué sociedad estás construyendo. A todas luces, tristemente, como especie humana caminamos irremediablemente hacia el afianzamiento de una sociedad sin Voluntad, por enajenada cesión de la responsabilidad humana personal. Y dictada esta reflexión pipa en boca, solo espero acabar mis días en este viaje que es la vida con la Voluntad individual intacta, pues no entiendo peor pesadilla que vivir sin pensamiento crítico por libre propio, que es lo mismo que morir en vida. El mundo de los zombificados para las películas, por favor.