Aun reponiéndome del cansancio de
un día intenso tras la visita de obras de arte contemporáneo en la Fundación
Sorigué, sigue persistiendo en mi mente el imaginario evocado por la obra “In
the begining was” de Chiharu Shiota, artista japonesa de performance e
instalación que con tan solo tres elementos (el espacio, pequeñas piedras
ovaladas de cantera y un interminable y fino hilo de fibra) ha creado ad hoc
una forma ambiental figurativa desde la ausencia de Forma capaz de engullir al
observador.Obra de Chiharu Shiota. Foto: Teresa Mas de Roda
Hace un par de años atrás ya realicé
una reflexión sobre la Forma desde un enfoque eminentemente ontológico bajo el
título “La Forma, en la actualidad, está disociada del cambio y la experiencia como manifestación”, pero hoy -en mi día ocioso de la semana por autodecreto-
deseo reflexionar sobre la Forma desde su polarizada naturaleza geométrica
opuesta que no es otra que la no-Forma, campo de estudio propio para la Metafísica.
Referirse a la no-Forma equivale
a plantearse la posibilidad de la ausencia de Forma, o lo que es lo mismo a
afirmar la coexistencia de la Forma y la no-Forma, en el mundo físico; un
axioma que a primera instancia puede parecer una paradoja en sí misma, pues el
mundo físico, tanto perceptible como imperceptible para la limitada capacidad
cognitiva humana, se caracteriza justamente por sustentarse en el mundo de las
formas (como diría Platón). Y la física de nuestro mundo, al fin y a al cabo, es
pura geometría donde toda Forma, por efímera que sea, es la resultante de una
conjunción de puntos tetradimensionales. Por lo que, si vivimos en un universo físico
definido por las tres dimensiones espaciales más la dimensión temporal, la
pregunta del millón no es otra que: ¿existe la no-Forma?.
Si intentamos resolver el dilema,
a modo de atajo, entendiendo la no-Forma como elemento potencial de la Forma,
en términos aristotélicos, o como Forma sustancial (versos Forma accidental),
en términos aristotélico-tomistas, dichas proposiciones nos conducen
irremediablemente, y de igual manera, a deducir como naturaleza primogénita
esencial de la Forma final otro tipo de Forma originaria por causal de la derivada,
pero Forma al fin y al cabo, abocándonos a un reductio ad absurdum. Pues
la Forma de las olas o de las nubes, por poner un ejemplo, no surge de la no-Forma,
sino respectivamente de las características dinámicas de la Forma del mar y de
la Forma de los cristales de hielo o gotas de agua del cielo (atmósfera). De
igual manera que la Forma de la obra efímera de la japonesa Shiota surge de las
Formas combinadas de hilos y piedras.
Así pues, si toda Forma, con
independencia de su intencionalidad, surge de otra Forma en nuestro mundo
físico, ¿debemos concluir que la no-Forma o ausencia de Forma no existe?. La Lógica
nos apunta a que no cabe rendirse con tanta facilidad, pues toda Forma, como
manifestación perceptible de una singularidad espacio-temporal a diversa escala
(en las diversas ramas manifestables de la física), es una derivación directa
de las interacciones responsables de toda fenomenología existente en el Universo,
interacciones que denominamos Fuerzas Fundamentales. Díganse: la fuerza
gravitacional, las fuerzas nuclear débil y fuerte, y la fuerza electromagnética
(sin descartar una quinta fuerza que la comunidad científica comienza a
percibir basada en muones, que podría estar detrás de la energía oscura y del
crecimiento exponencial del Universo). De lo que podemos deducir que la no-Forma,
en un mundo físico por antonomasia, la encontramos en las Fuerzas Fundamentales
del Universo. O, lo que es lo mismo, la no-Forma es una interacción fundamental
previa a interactuar en el campo físico.
Pero vayamos un poco más allá. Si
concebimos las Fuerzas Fundamentales como no-Formas circunstanciales, desde un
enfoque físico de suma de historias posibles stricto sensu, ¿puede
existir una interacción fundamental como no-Forma deliberada, es decir de
manera voluntaria e intencionada?. La respuesta a todas luces es afirmativa,
siendo dicha Fuerza Fundamental de una no-Forma deliberada la Consciencia (donde
radica el Mundo de las Ideas de Platón). Es decir, las Fuerzas Fundamentales y
la Consciencia -ya sea ésta instintiva o racional- constituyen la naturaleza de
la no-Forma, siendo la una circunstancial y la otra deliberada. Aunque, si bien
las interacciones fundamentales son, en definitiva, Energía, ¿podemos definir las
no-Formas propias de las Fuerzas y la Consciencia como puras al ser la Energía
medible? A mi entender sí, pues no-Forma no equivale a la Nada, que es lo mismo
que hablar del Vacío, puesto que en tal caso reduciríamos la no-Forma a la
no-existencia, pues incluso el Vacío es una quimera (Ver: El hombre juega a los dados creando materia del Vacío).
Expuesto lo cual, y tras este
sudoku de ideas ocioso, cabe concluir asertivamente sobre la existencia de la
no-Forma o ausencia de Forma en nuestro mundo físico formal. Y desde este
conocimiento dejo plasmado, pipa en boca, la Forma de esta reflexión fruto de
la no-Forma de mi Consciencia deliberada, en conjunción con la no-Forma de las
Fuerzas Fundamentales que materializan las singularidades accidentales tanto de
mi ser biológico como del ordenador sobre el que escribo. Desde mi no-Forma
consciente creo deliberadamente la Forma.