Hace un par de días me topé con esta pregunta directa en las redes sociales que hace a la par de título de la presente reflexión. Qué decir que no solo me sorprendió, sino que llegó a interpelarme a nivel personal, cosa rara en estos tiempos en los que a los filósofos nos tienen acostumbradamente vilipendiados. ¿Qué opina un filósofo sobre lo que acontece en Afganistán?. Si bien la pregunta pudiera parecer precisa, lo cierto es que resulta de lo más ambigua y abierta posible, equiparable a preguntarle a un médico sobre una enfermedad, pues dependiendo de su especialización dará una u otra respuesta posible, más allá de indicar la evidencia empírica del estado doliente del paciente. Así pues, un filósofo opinará sobre Afganistán o cualquier otro tema bajo la óptica de su disciplina filosófica (y obviamente según su línea o escuela de pensamiento específica). No obstante, el efímero filósofo que escribe -para información de lectores interesados-, le gusta entender la Filosofía como una fuente de conocimiento poliédrica en la que no hay disciplina menor ni prescindible, pues todas son partes interrelacionadas que conforman una misma naturaleza que no es otra que el Hombre como unidad de medida del universo perceptible. Es por ello que, frente a la pregunta que me ocupa -a modo de entretenimiento desde mi zona de confort, en la seguridad y comodidad de una tumbona a orillas de una playa del mar Mediterráneo occidental-, trataré la problemática de manera múltiple, como breve por sintetizada, a la luz de las áreas filosóficas más notables y bajo el filtro de pensamiento humano, profundamente humano y culturalmente condicionado, de un servidor. Dicho lo cual, veamos:
Desde un punto de vista de la
Metafísica, y más específicamente de la Ontología, lo que
está claro es que aquello que acontece en Afganistán se ajusta al
cumplimiento del principio de Causalidad, siendo la Causa específica un
determinismo profundamente cultural de marcado tipo religioso (la lectura
restrictiva y más extremista del Islam a partir de la corriente conceptual de
la escuela coránica de Deoband, creada a mediados del siglo XIX en la ciudad
india que le da nombre), y siendo su Efecto directo derivado el movimiento
denominado talibán (que en la lengua pastún significa “estudiante”, y por extensión
“estudiante religioso” deobandi). No obstante, el principio de Causalidad no es
una paradoja en sí misma, sino una correlación de causas-efectos en un continuo
temporal. Por lo que ampliando el encuadre de visión de la Causa talibana
podemos observar, en una mirada retrospectiva, como a su vez es un Efecto
resultante de una Causa anterior con múltiples interacciones propias de la
Filosofía Política y de la Sociedad que conforman la historia contemporánea de
Afganistán, encontrando una singularidad relevante reciente en la guerra
afgano-soviética acaecida en la segunda mitad del siglo XX. La cual, a su vez, es
un Efecto de una Causa anterior en una suma de historias causales a lo largo
del tiempo que pueden remontarnos, como mínimo, a las tribus iranias y arias ya
en la era del Imperio Persa. Expuesto lo cual, y a modo
conclusivo en este apartado, podemos afirmar que desde la Filosofía Ontológica
lo que acontece en Afganistán es un Efecto directo de su Causa principal,
sin que las intervenciones occidentales deliberadas llevadas a cabo en las dos
últimas décadas hayan podido alterar substancialmente la relación entre los
entes principales de dicha Causalidad.
Desde un
punto de vista de la Filosofía de la Moral, y más específicamente de la Ética, lo
que está claro es que aquello que acontece en Afganistán se caracteriza por
lo que podemos denominar como un islamismo misógino, al amparo de la
interpretación más restrictiva habida en el mundo musulmán sobre el código de
conducta moral islámico denominado como Ley Sharía: Una compilación partidista esta
de usos y costumbres sociales elevadas a categoría de ley, que determina y
regula las conductas que están bien y aquellas que están mal y por tanto
prohibidas para la comunidad bajo influencia talibana. Una moralina, como diría
Nietzsche, que atenta de manera directa contra los principios rectores de los
Derechos Humanos occidentales (fruto de un Humanismo de evolución milenaria
catapultado a partir de la Revolución Francesa, cuya filosofía constituye el
espíritu vertebrador de las democracias europeas), y en consecuencia es contraria
a los derechos fundamentales de las personas y, por extensión, contraria a la dignidad
del individuo. En este sentido, cabe remarcar que la Sharía talibana es
diametralmente opuesta al Humanismo. O, dicho en otras palabras, la Sharía talibana
es contra natura al Humanismo que, como corriente filosófica laica que viene
desarrollándose desde la Antigua Grecia, inspira las sociedades occidentales
como modelos de organización social y de desarrollo de las personas. Expuesto lo cual, y a modo conclusivo en este apartado,
podemos afirmar que desde la Filosofía de la Moral (de naturaleza humanista por
occidental), lo que acontece en Afganistán es éticamente inadmisible y, por
tanto, moralmente absolutamente reprochable.
Desde un
punto de vista de la Gnoseología, y más específicamente de la Epistemología, lo
que está claro es que aquello que acontece en Afganistán encuentra su
fundamento en un conocimiento de la vida construido desde unas creencias
aprehendidas, en este caso profundamente religiosas y por tanto subjetivas, que
invalidan todas y cada una de las premisas utilizadas para alcanzar la verdad objetiva
relativa a la cosmología y la potencialidad del ser humano, como se evidencia
bajo el foco de la Lógica y por imperativo del Principio de Realidad. Y tal y
como de facto se observa en la clara derivación del perfil psicológico y
conductual colectivo, por parte de los talibanes, contrario al más mínimo respeto
por la dignidad de la diversidad y riqueza de la vida ajena. En este punto, se
cumple la máxima antropológica que reza que el hombre es un producto cultural
impuesto incluso en el momento anterior al de su propia concepción, por lo que dicha
distorsión talibana en la percepción, concepción y construcción de la realidad
más inmediata es una derivación directa de un conocimiento viciado cultural -por
ser de dimensión social-, que bebe de un credo religioso sectario y extremista
vertebrado sobre sesgos cognitivos apriorísticos. Expuesto lo cual, y a modo
conclusivo en este apartado, podemos afirmar que desde la Epistemología, lo que
acontece en Afganistán es la cocreación de una realidad (o corpus de
conocimiento de la realidad) distorsionada, desde una disfunción cognitiva
patológica colectiva por condicionamiento cultural impuesto.
Desde un
punto de vista de la Filosofía de la Lógica, lo que está claro es que aquello
que acontece en Afganistán es contrario a los tres principios universales
de Lógica aristotélica (base del método del conocimiento científico), y por
tanto antagónico a la Razón clara tanto en términos cartesianos como a la Razón
pura en términos kantianos, al basarse la lógica talibana en proposiciones
falaces dando como resultado razonamientos, tanto deductivos como inductivos,
que si bien buscan mostrarse como válidos no lo son, en una clara
intencionalidad de persuadir y manipular a terceros desde la no verdad subjetiva
para beneficio propio. Tal es el caso ejemplarizador por excelencia del
concepto y trato de la mujer en la comunidad talibana conforme a los preceptos
de su Sharía particular, contraria a todo Logos. Expuesto
lo cual, y a modo conclusivo en este apartado, podemos afirmar que desde la
Filosofía de la Lógica, arjé de la Razón objetiva y por ende del
conocimiento empírico, lo que acontece en Afganistán es una incontestable
irracionalidad vertebrada desde la lógica ilógica de una enajenación mental
propia de una jauría de locos.
Desde un punto de vista de la
Filosofía Política, y más concretamente de la Filosofía de la Sociedad, lo que
está claro es que aquello que acontece en Afganistán, a la vista de las medidas
implantadas por el gobierno talibán a sangre y fuego, es el establecimiento de
un modelo de organización político-social que retrotrae el Afganistán del siglo
XXI a la Edad Media más oscura, para perjuicio de sus conciudadanos. Una visión
organizativa del mundo que, muy a nuestro pesar, tiene una clara vocación
expansiva por el resto del orbe terráqueo según manda la yihad (esfuerzo que un
musulmán debe realizar para que la ley divina del Islam reine en la Tierra, y
que en muchos casos implica la lucha violenta, inmolación incluida de sus
fieles contra los infieles que somos el resto del mundo), como queda patente en
la fraternidad y apoyo operativo que los talibanes ofrecen a grupos terroristas
islámicos tales como Al Qaeda o su escisión Daesh, entre otros posibles, los
cuales tienen el foco de actuación fijado en los países de occidente. Expuesto
lo cual, y a modo conclusivo en este apartado, podemos afirmar que desde la
Filosofía Política, la instauración del Emirato Islámico de Afganistán en manos
del gobierno talibán representa un grave peligro potencial para la seguridad de
la vida de los ciudadanos de las democracias occidentales, y que por tanto la
salida de la coalición internacional de Afganistán es un craso error del que el
mundo occidental nos vamos a arrepentir en un futuro próximo.
Sin intención de alargarme más en
esta breve reflexión, y habiendo dado un repaso somero a la pregunta principal
objeto de análisis mediante un transitar a grandes zancas por las áreas
filosóficas más relevantes, lo cierto es que aquello que puede opinar un humilde
filósofo como servidor sobre lo que acontece en Afganistán puede resumirse en
un solo vocablo: horror. Un sentimiento
de gran miedo y repulsión causado por un hecho terrible y repugnante como es la
ascensión y toma de poder de un Estado por parte de los talibanes, cuya sensación
de angustia no solo se enmarca en el tiempo presente, sino que inevitablemente se
proyecta sobre un futuro inminente incierto a merced de unas mentes retorcidas
y enajenadas propias de “estudiantes religiosos” como son los fundamentalistas
talibanes. Occidente ha cometido un grave error geoestratégico que, sin lugar a
dudas, traerá trágicas consecuencias. Dicho lo cual, y a la espera de lo que
nos depare los designios caprichosos de las Moiras, concluyo el presente
escrito - mientras paladeo el humo de mi pipa- en la ahora más que nunca frágil
tranquilidad a orillas del Mediterráneo, consciente que Al-Ándalus (península
ibérica) vuelve a ser reclamada al grito de guerra por locos religiosos que no
respetan la vida ajena.