Es un hecho: el hombre -y con él la realidad que conocemos desde hace milenios-, va a ser engullida por la realidad virtual que él mismo está creando.
Aún recuerdo el revuelo mundial
ocasionado por la fiebre de la caza, en el mundo real, de personajes irreales
como los Pokémon (ver: Y la realidad se hizo videojuego…, como proceso en la evolución del ser humano). Y tras casi cinco años transcurridos, equiparable
a un cerrar y abrir de ojos, ahora ya estamos hablando no solo de competiciones
deportivas de realidad aumentada, como es el caso de Hado donde
los participantes juegan por equipos con bolas y escudos de energía virtuales
en una cancha real, sino que incluso contamos con Omniversos, que son -para
desconocimiento de la mayoría de la población- universos paralelos al nuestro formados
por mundos virtuales interconectados en los que los seres humanos pueden vivir
como si fueran real, y desde los cuales las empresas multinacionales ya operan
a día de hoy para ahorrar miles de millones de dólares, como es el caso de BMW. Un nuevo mundo virtual que convierte la ciencia ficción en real que, sin
lugar a dudas, va a protagonizar en un futuro inminente un salto cualitativo
desde el momento en que la interfaz cerebro humano-máquina de compañía Neuralink
(que conecta directamente la mente humana a internet a través de un dispositivo
insertado en el cerebro), se comercialice para el gran público como producto de
consumo de ocio (Ver: La Neurotecnología, el paso del Hombre libre a un Posthumano mentalmente controlado).
Sí, los Omniversos o Metaversos,
han llegado para quedarse. Realidades gemelas o mundos espejo caracterizados
por ser Interactivos (las personas se comunican entre sí e interactúan con el
mismo Omniverso, ejerciendo influencia sobre dicha realidad virtual), por ser Corpóreos
(se accede al Omniverso en primera persona y está sujeto a ciertas leyes de la
física), y por ser Persistentes (aunque la persona salga del Omniverso, éste
sigue funcionando y evolucionando de manera independiente). Y ello sin contar
con que los Omniversos, en su fugaz evolución disruptiva que deja rezagado al
más aplicado, van a beneficiarse en breve del último avance tecnológico:
cerebros electrónicos que aprenden como el cerebro humano gracias a sinapsis neuronales artificiales. Expuesto lo cual, no es de extrañar que haya quienes mantengan la hipótesis
de que los seres humanos vivimos en un universo simulado, tema al que ya me
referí en un análisis reflexivo anterior bajo el título de “¿Somos avatares de un Universo Simulado?”.
Llegados a este punto,
recapitulemos a modo de Teorema:
-Premisa 1: El ser humano crea
una realidad alternativa a la natural de carácter virtual.
-Premisa 2: La realidad virtual
mejora la realidad natural para beneficio evolutivo del ser humano.
-Premisa 3: El ser humano se
interconecta cerebralmente a la realidad virtual para evolucionar como especie individual
y social.
-Conclusión: La realidad virtual
absorbe y cocrea al ser humano independientemente a la realidad natural.
Ciertamente, hace ya tiempo que
el hombre dejó de evolucionar biológicamente a diferencia del resto de especies
animales, para evolucionar culturalmente en una segunda fase a través de la
gestión del conocimiento tecnológico (Ver: Somos seres tecnológicos cuya evolución se basa en el conocimiento). Pero la irrupción del Omniverso, y con
él el Transhumanismo derivado [ver: El Transhumanismo, el lobo (del Mercado)con piel de cordero], ha desencadenado que el hombre se vea lanzado a una
tercera fase evolutiva de naturaleza virtual. La diferencia entre estas fases,
más allá del tándem realidad-virtualidad, radica en que si bien en las
anteriores el hombre mantenía un cierto grado de control substancial sobre su
entorno y su propia existencia, en la incipiente tercera fase virtual el hombre
dejará de ostentar dicho control tanto objetiva como subjetivamente, tal y como
se concluye en el teorema anteriormente enunciado, por simple proceso de
fagotización. O, ¿acaso se puede establecer un estatus de control a título
individual en un sistema de realidad virtual creado por terceros, en el cual el
hombre acabará interconectado cerebralmente como si de un cordón umbilical
neuronal de dependencia vital se tratase?.
No cabe decir que siendo la
lógica del Omniverso la creación de una realidad alternativa más eficiente,
dentro de una economía de mercado como hábitat instaurado para el desarrollo
del hombre como ser animal y social, en breve podremos ser testigos de
Metaversos escalables para cualquier ámbito de la vida humana, educación
incluida (Ver: La educación online del futuro, ¿enseñar o adoctrinar?). Un
futurible en el que el ser humano (o mejor dicho posthumano) puede llegar a ser
peligrosamente moldeado incluso desde el momento incluso anterior a su propia gestación,
bajo criterios de eficiencia productiva y de eficacia social, por los
principios rectores del Omniverso. Es decir, el Omniverso creará al nuevo ser
humano, o tipos de familia de seres humanos prestablecidos según su rol social
impuesto, y no a la inversa. (Ver: La gestión emocional del futuro será tratada con manipulación genética).
A todas luces, el horizonte se
nos presenta, a ojos de cualquier humanista, como distópico, aunque seguramente
se llegue a percibir como una realidad normalizada para futuras nuevas
generaciones sin más referencias existenciales que el nuevo paradigma social en
el que estarán inmersos. Una sociedad futura en la que conceptos como
Democracia, Igualdad de Oportunidades, Justicia Social, o Libertad, por poner
algunos ejemplos, sin lugar a dudas se verán profundamente redefinidos por
devaluados para beneficio partidista del Omniverso. No me cabe ni la más mínima
duda, si no quiero pecar de ingenuo.
Es por ello que frente a una
nueva realidad que inexorablemente se aproxima con progresivo paso tan firme
como acelerado, cabe plantear ahora, antes de que sea tarde, unos inviolables
principios de Ética Social, como complemento a las famosas tres leyes de la Robótica de Isaac Asimov (ya superadas por el mundo virtual, pues la realidad
supera a la ficción), que velen por los rasgos inherentes que conforman la
naturaleza esencial humana como son la consciencia, el pensamiento crítico, la
independencia emocional y el libre albedrío, frente a un Omniverso futuro que
en su vocación omnipresente se verá tentado por naturaleza propia a controlarlo
todo, inclusive la capacidad cognitiva y la dimensión psicoemocional de los
individuos que conforman la mentalidad colectiva.
Permítaseme, en un pequeño
arranque de cándido delirio, formular dichos principios Éticos bajo la
nomenclatura de las tres Leyes a establecer del Omniverso:
-Primera Ley: Un Omniverso no atentará, ni por acción o
inacción, contra la Consciencia y el Libre Albedrío de un ser humano.
-Segunda Ley: Un Omniverso debe respetar
la integridad de la Independencia Emocional y el Pensamiento Crítico de un ser
humano, a excepción cuando entre en conflicto con la primera ley.
-Tercera Ley: Un Omniverso debe proteger
su propia existencia, siempre y cuando no entre en conflicto con la primera y
la segunda ley.
Expuesto lo cual, soy plenamente
consciente que esta proclama no es más que un brindis al sol, pues el Omniverso
no surge por creación espontánea sino por intereses de los Señores del Mercado
(la Dictadura global que gobierna sobre de los Estados locales). Y que la
ceguera y parálisis ignominiosa de la clase política como garantes de nuestros
derechos civiles y sociales, junto al imperio de una cultura hedonista
socialmente integrada, nos abocará al efecto del síndrome de la rana hervida para
gran parte de la ciudadanía de este planeta. O, dicho en otras palabras, el
ciudadano medio será absorbido por el Omniverso de manera progresiva y sin
percatarse de ello hasta la plena consumación del control sobre su propia
mismidad.
Gracia mediante, servidor nació
en el siglo pasado, y a mi casi medio siglo de vida a la espalda, espero por
pura aritmética no formar parte de la cosecha del Omniverso. Y, en caso
contrario, pipa humeante en boca, resistiré con todas mis fuerzas en el
ostracismo de la realidad natural alegando incapacidad por edad. Como dijo el
César: alea iacta est.