Hace unos días atrás volvió a
resurgir entre la opinión pública con especial fuerza, medios de comunicación
generalistas mediante, la hipótesis de que nuestro Universo podría ser una
simulación y los seres humanos personajes que experimentamos la sensación ficticia
de estar en él. Una teoría que lanzó hace ya casi una década atrás el filósofo
sueco
Nick Bostrom de la Universidad de Oxford, quien teorizó sobre la
posibilidad de la existencia de inteligencias tecnológicas avanzadas con
posibilidad de crear realidades simuladas, en las que podría haber habitantes
de inteligencia artificial que pudieran estar viviendo dentro de un juego, como
podría ser nuestro caso. O dicho en otras palabras, el hombre podría ser un
avatar de un videojuego, cuyo entorno y comportamiento estarían determinados
por algoritmos que tienen en cuenta algunas de las variables ambientales y de
estado de nosotros mismos en calidad de personajes del juego, donde el software
de nuestra realidad simulada no sería otro que la velocidad de la luz, y que asimismo
el espacio representaría para nuestro Universo artificial lo que los números lo
son para la realidad simulada de cualquier ordenador.
Ciertamente, en un sano ejercicio
de transitar fuera de nuestra propia caja, dicha teoría no solo es apta para una
entretenida reflexión ociosa capaz de estimular la gimnasia cerebral, que ya de
por sí representa una valiosa excusa para el cuidado de la salud neuronal, sino
que el planteamiento incluso nos puede llegar a parecer plausible por una
simple comparativa con la realidad de la era digital en la que vivimos inmersos.
No obstante, si deseamos analizar, aunque sea por puro divertimiento, el grado
de veracidad de la hipótesis de la simulación del Universo, estamos obligados a
someterla a juicio, principalmente, de las Filosofías de la Metafísica y la
Ontología, la Gnoseología y la Epistemología, y de la Lógica, para dar
respuesta a las cuatro grandes preguntas que se derivan: ¿qué es la Realidad?, ¿qué
es la Verdad?, ¿qué es la Consciencia? y, ¿qué es el Ser Humano?.
La Realidad vs. un Universo
simulado
Frente a la pregunta de ¿qué es
la Realidad?, apuntar que si partimos de la proposición aceptada
científicamente de que la Realidad objetiva no existe, derivado del experimento
del “Amigo de Wigner” que ha demostrado que uno o más supuestos de la Realidad
objetiva (díganse: los hechos universales existen y son consensuados
colectivamente, los observadores tienen libertad de hacer las observaciones que
deseen, y que las elecciones de dicha observación por parte de un sujeto no
influyen en terceros) siempre son erróneos. (Ver: La realidad objetiva humana no existe fuera del consenso general subjetivo). Podemos
concluir la posibilidad teórica de que nuestra Realidad pueda ser fruto de un
Universo simulado, por
desconocimiento de su naturaleza objetiva última invariable y permanente.
La Verdad vs. un Universo
simulado
Por otro lado, frente a la
pregunta de ¿qué es la Verdad?, señalar que si partimos de la proposición aceptada
científicamente de que el conocimiento empírico, es decir el conocimiento stricto
sensu, se deduce a partir de la observación de los efectos de una causa
previa objeto de estudio, bajo los principios de la Lógica Aristotélica de No
Contradicción, de Identidad, y del Tercero Excluido, proceso cognitivo que
realizamos en el contexto de una Realidad objetiva inexistente tal y como se ha
expuesto en el punto anterior. (Ver: La Verdad: la gran quimera de los mortales con múltiples caras). Podemos concluir asimismo la
posibilidad teórica de que nuestra Verdad pueda ser fruto de un Universo
simulado, por desconocimiento de su naturaleza objetiva última invariable y
permanente.
La Consciencia vs. un Universo
simulado
Mientras que, frente a la
pregunta de ¿qué es la Consciencia?, indicar que si partimos de la proposición
aceptada científicamente de que la consciencia del ser humano se desarrolla a
partir del conocimiento aprehendido y experimentado, el cual parte de raíz de
un conocimiento universal apriorístico -lo que Platón definía como Ideas Arquetípicas
o lo que los informáticos denominarían datos preprogramados, en calidad de
ideas conceptuales básicas para el conjunto de la especie humana-, y todo ello
lo encabemos en el contexto de una Realidad y una Verdad objetiva inexistente,
como hemos visto anteriormente. (Ver: La consciencia artificial cuestiona la consciencia humana). Podemos concluir, de igual manera, la posibilidad teórica
de que nuestra Consciencia pueda ser fruto de un Universo simulado, por
desconocimiento de su naturaleza objetiva última invariable y permanente.
El Ser Humano vs. un Universos
simulado
Llegados a este punto, y visto el
sintetizado análisis expuesto sobre la naturaleza objetiva de la Realidad, la
Verdad, y la Consciencia humana, cabe deducir, tomando como referencia plástica
la alegoría de la Caverna de Platón, que las sombras proyectadas sobre las
paredes de la mítica caverna son, más que meras apariencias proyectadas de la
esencia de una realidad verdadera y consciente última, nosotros mismos en condición
de seres humanos. O, dicho en otras palabras, podríamos afirmar bajo la lógica
de un Universo simulado que: Sombras somos y sombras moriremos.
No obstante, la carencia de
objetividad tanto de la Realidad, como por derivación de la Verdad y de la
propia Consciencia, que pueden dar cabida a una hipótesis teórica semejante a
la del Universo simulado, chocan de frente con un principio objetivo radical
por substancialmente total y completo como es la Vida, y más concretamente la
vida humana. Principio el cual se basa en la Autopoiesis, es decir la cualidad
de un sistema capaz de reproducirse y de mantenerse por sí mismo. Pues los
seres vivos somos seres autopoiéticos moleculares,
que nos producimos a nosotros mismos, lo cual constituye la esencia de la Vida
y del vivir. Un sistema cerrado en continua creación de sí mismo, que se
repara, mantiene y modifica autónomamente, conservando nuestra forma identitaria
mediante el continuo intercambio y flujo de componentes químicos, como bien
definió el biólogo Humberto Marutana en la pasada década de los años setenta. Un
axioma que contradice de facto, a examen de los principios que rige la
Lógica pura, con el supuesto teórico de que la naturaleza del ser humano se
reduzca a un simple avatar como representación virtual de una inteligencia
superior que se recrea en una especie de videojuego cósmico.
Y aún más, si la Vida es por
tanto una entidad objetiva por idiosincrasia, y por extensión el ser humano
como ser vivo que es, asimismo lo es su propia consciencia. Pues ser humano y
consciencia son partes tan indivisibles como inherentes. Objetivación
categórica que no así puede afirmarse de la Realidad y la Verdad, naturalezas estas
imperfectas por ambiguas y complejas que no obstante el ser humano puede llegar
a trascenderlas a través de su propia consciencia, raciocinio y pensamiento
crítico mediante, en su búsqueda continua y progresiva del conocimiento
esencial de las cosas. Sabedores, a su vez, que el Universo (aun por conocer) se
compone de múltiples microcosmos escalables e interconectados.
Es por ello que como respuesta a
la pregunta objeto de la presente reflexión, que plantea si los seres humanos
somos avatares de un Universo simulado por inteligencia artificial, cabe
concluir categóricamente que no lo somos. A pesar de lo que opinen y promulguen
públicamente amantes de la ciencia ficción como lo son, entre otros, Elon Musk,
el multimillonario propietario de compañías tecnológicas vanguardistas como SpaceX
o Neuralink. ¿No será acaso que nos quieren impregnar de tal delirante idea con
el propósito, llegado a un punto de inflexión de masa crítica poblacional
creyente, de implementar una actitud voluntaria de sumisión existencial aún
mayor en el conjunto de los ciudadanos-consumidores? Pues, al fin y al cabo, en
un Universo simulado donde el hombre es un simple avatar, ¿qué puede hacer éste
más que aceptar que su vida no le pertenece, y por tanto someterse a la situación
que le toque vivir?. O, lo que es lo mismo, someterse a la restauración hegemónica
del Dios condicionador de la Edad Media en una versión contemporánea más
actualizada de perfil tecnológico y extraterrestre. Dios ha muerto, ¡viva (el
nuevo) Dios!, para rédito de su hijo el Mercado. Aunque claro, esto no será…
Para simulador de Universos, el
propio ser humano. Pues solo en nuestro planeta existen tantos universos
simulados como personas existen. (Ver: ¿Y si el Universo fuera el cerebro de un ser superior? En tal caso, ¿existe Dios?, y ¿qué es el hombre?) Como seres
autopoiéticos con consciencia propia, nos sobra inteligencia para cocrear
universos posibles. Versionando el refranero: cada uno en su casa (creando su
propio Universo personal), y el Tecnodios en casa de todos (cuidando de su Mercado).
Es por ello que en estos tiempos de realidad virtual hay que ser precavidos, no
sea que nos den libre albedrío por megabytes condicionables.