No hay que ser un Ulises clásico
para haber tenido que hacer algún tipo de Sacrificio en la vida. Si bien
justamente el Sacrificio es el tema principal que se deriva de la séptima
parada del viaje que Ulises, en su intento por regresar a su país Ítaca tras
finalizar la guerra de Troya, realizó en su descenso al Hades, el mundo de los
muertos. Según narra Homero en la Odisea, tras saber Ulises por medio de la
hechicera Circe que para conocer el camino de regreso a su país necesitaba el
consejo del famoso adivino ciego de la ciudad de Tebas conocido por Tiresias,
el cual hacía tiempo que había fallecido, Ulises tuvo que bajar hasta el
inframundo de Hades, lo cual solo podía hacerlo como mortal mediante el sacrificio
previo de varias ovejas con cuya sangre debía dar de beber a los espectros. El
Sacrificio, por tanto, se me tercia como el octavo concepto a analizar, desde
un enfoque tanto de la Filosofía Contemporánea como de la Filosofía Efímera, en
éstas Reflexiones filosóficas del viaje de Ulises, un viaje sea dicho de paso que la Odisea describe durante diez
largos y tormentosos años.
Naturaleza del Sacrificio
Cuando nos referimos al
Sacrificio, éste siempre es en primera persona, pues no hay Sacrificio para el
ser humano que no sea de carácter personal, dejando de lado a observadores
externos de un Sacrificio que no es propio. Un comportamiento conductual humano
en el que concurren necesariamente tres elementos indisociables: la renuncia
consciente a algo que estimamos (pues si no hay consciencia de ello no existe
renuncia alguna), la voluntad de alcanzar un objetivo mediante la práctica
sacrificada (pues nadie sacrifica nada de manera consciente para no conseguir
algo concreto), y el gran esfuerzo que implica dicho acto de Sacrificio (pues
no existe Sacrificio sin algún tipo de dolor de pérdida personal). Sobre ésta
premisa, cabe señalar que el Sacrificio, además, se presenta en la cosmología
humana en una triple manifestación como Valor, como Motivación y como Tipo de
Redención que cabe desarrollar.
Así pues, respecto al Valor del
Sacrificio éste puede ser tanto positivo como negativo, dependiendo de las
connotaciones sociales que tenga el objeto a alcanzar mediante el acto
sacrificado, pues no es lo mismo moralmente sacrificar una vida humana
–conducta que en ciertos contextos puede calificarse de crueldad-, que
sacrificar un tiempo de nuestra vida para lograr, por ejemplo, un proyecto
profesional. Asimismo, la Motivación del Sacrificio puede ser tanto interesada
o altruista, como voluntaria o a contra voluntad –conducta ésta específica de la
abnegación por implicar la renuncia de la propia voluntad-, dependiendo del
estado de ánimo personal que promueva el acto del Sacrificio. Mientras que en
lo que se refiere al Tipo de Redención del Sacrificio, entendiendo aquí
redención como proceso requerido del coste a pagar mediante la práctica
sacrificada para alcanzar el objetivo deseado, puede ser tanto religioso –el
cual, en tal caso, hablaríamos propiamente de oblación por su categoría de
ofrenda dirigida a conseguir la gracia de una divinidad-, como profundamente
mundano.
Ciertamente, con independencia de
su triple manifestación, el Sacrificio aún perdura en el imaginario colectivo –por
condicionamiento histórico- como una práctica necesaria vinculada al ámbito de
las religiones, cuyo valor y motivación viene marcado por los preceptos de
éstas, y donde el esfuerzo extraordinario que una persona tiene que realizar
para alcanzar un beneficio mayor se confunde, a partes iguales, por un lado entre
la actitud personal por lograr un estado de consciencia más elevado que posibilite
al individuo reconocer la verdad última de las cosas y, por otro lado, entre la
instrumentalización del Sacrificio como medio de control de masas ejercido por las
religiones sobre las personas a título individual (ver: Sacerdotes: relatores de mitos que juegan con la esperanza de los hombres).
Sacrificio por Libertad
No obstante, dejando de lado la
naturaleza religiosa del Sacrificio, más propio de personas abnegadas por
cesión de su propia voluntad bajo control de terceras personas, el Sacrificio
busca siempre y en todos los casos alcanzar un bien mayor que trascienda al
propio individuo y, que asimismo, le permita percibir un cierto sentido de
adquisición de Libertad, ya sea con uno mismo o respecto a otros dependiendo de
cuál sea el objeto a alcanzar. Por lo que podemos afirmar que el fin último de
todo Sacrificio es la Libertad. Dos conceptos que parecen antagónicos, pero que
no lo son bajo la lógica casuística, donde el Sacrificio se erige como causa y
la Libertad como efecto.
Y, justamente, el concepto de
Libertad a alcanzar mediante la práctica personal sacrificada es lo que difiere en la dimensión mundanal
del Sacrificio a lo largo de la historia de la humanidad. Pues mucho ha llovido
desde los tiempos clásicos en que el bien mayor a liberar mediante el
Sacrificio eran las ideas, siendo el caso más célebre el sacrificio de Sócrates
quien estuvo dispuesto a morir en defensa de su propia filosofía. Lo cual, permítaseme
la anotación, es interesante destacar que cada vez que nos entablamos en un debate
de rechazo o de defensa de la Filosofía no estamos más que repitiendo el juicio
contra Sócrates. Pero alegatos pedagógicos aparte a favor de la Filosofía para
indulgencia del Filósofo Efímero que escribe, lo cierto es que muy pocos son
aquellos que hoy en día sienten la necesidad de sacrificarse por su ideas,
sobre la máxima contemporánea de que vale más tener paz que tener razón, siendo
el bien superior a libertar en la actualidad un cierto estatus de bienestar
personal dentro de un sistema de referencia de Mercado (Ver: Nadie está exonerado del precio que tiene que pagar por su propia libertad personal).
La doble incongruencia del Sacrificio en la sociedad de Mercado
Pero, ¿qué sucede si el
Sacrificio realizado no conduce a la Libertad esperada? He aquí el quid de la
cuestión en la gran incongruencia del Sacrificio que realiza gran parte de la
sociedad moderna, ya que no hay Libertad posible a alcanzar dentro de un
sistema existencial de referencia de Mercado [Ver: Hemos caído en la trampa existencial de la esclavitud de la Productividad (en quiebra)]. Puesto que
siendo el Mercado un continuo social en constante cambio y transformación,
donde los paradigmas de ayer no tienen cabida en el hoy y éstos a su vez son
perecederos frente a un mañana incierto, la Libertad personal se antoja como
una entidad ilusoria por carecer de estabilidad singular en un Mercado
caracterizado por su alto grado de impermanencia. Es decir, en tanto la
Libertad no cuenta con unas coordenadas espacio-temporales concretas en un
sistema de Mercado móvil por volátil, alcanzar su posición resulta tan improbable
estadísticamente para cualquier mortal como para el Principio de Indeterminación
de Heisenberg determinar la masa y posición de una partícula a escala cuántica.
De lo que se deduce que en la sociedad contemporánea la Libertad es una ilusión
y, por tanto, el Sacrificio personal derivado resulta vano en parámetros absolutos.
Una incongruencia propia de la
cultura capitalista, el cual promueve el sacrificio individual en términos de
productividad para alcanzar un estado de bienestar social mediante una ilusoria
Libertad económica y por extensión personal, que asimismo resulta doblemente
incongruente por contradecir frontalmente la cultura hedonista imperante,
propia del comportamiento consumista como eje vertebrador del Mercado, que
tiende a expulsar de la lógica existencial de las personas todo posible
sufrimiento personal que impida una experiencia continuada de placer inmediato
(ver: La sociedad de no-dolor no permite el sufrimiento como crecimiento personal y Solo fuera de la pereza hay vida).
Expuesto lo cual, podemos deducir
que el Sacrificio como causa para alcanzar el efecto esperado de una Libertad
anhelada, en el contexto de las reglas de juego impuestas en la sociedad
moderna, es una ecuación cuyo resultado existencial es propio del absurdismo
filosófico de Albert Camús. Tanto es así, que en un sistema de referencias
donde en verdad el Sacrificio busca un resultado ilusorio, no puede hablarse de
Sacrificio sino más bien de suicidio personal y colectivo motivado por una
estafa sociabilizada [ver: La estafa de ser pobre (modelo Ponzi)].
Llegados a éste punto, es
exigencia para el Ulises moderno evaluar la escala de efectividad en una
tentativa de Sacrificio personal antes de llevarla a cabo, pues al fin y al
cabo el valor que se pone como deuda es la propia vida. Que el Sacrificio, si
así se presta, sea mayormente de agrado a título personal que a los ojos de los
dioses (ya sean paganos, como el Mercado, o religiosos), pues nadie, ni los
dioses mismos, pueden vivir la vida por ningún mortal.
Nota: Para artículos de reflexión sobre filosofía contemporánea del autor se puede acceder online a la recopilación del glosario de términos del Vademécum del ser humano