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Diomedes devorado por sus caballos. Moreau, Museo de Rouen, Francia |
Amigo o amiga, imagina por un
instante que eres un Hércules moderno, el cual debe realizar una penitencia de
obligado cumplimiento impuesta por la más alta autoridad de tu sociedad para
poder resarcirte de un grave daño causado en antaño, y con éste objetivo
–beneplácito del Oráculo de Delfos mediante- se te encomienda que realices el
total de Los Doce Trabajos de Hércules. Por lo que, tras haber acometido con
éxito los siete primeros, debes ahora enfrentarte al octavo trabajo que es robar
las Yeguas de Diomedes. No cabe decirte, sea dicho de paso, que por mucho que
viajes hasta la Tracia del mar negro, una región del sureste de Europa en la
península de los Balcanes en la que reinó el gigante Diomedes, no hallarás a
las míticas yeguas, las cuales eran famosas por ser animales salvajes que
comían carne humana y que se cuenta murieron en el monte Olimpo devoradas por
fieras y alimañas. Por lo que únicamente te queda afrontar el trabajo
metafóricamente; es decir, acabar con aquello que las Yeguas de Diomedes representan,
que no es otra cosa que lo Indómito. Dicho lo cual, la pregunta pertinente es:
¿cómo dominar lo Indómito?.
Cuando nos referimos a lo
Indómito como conducta manifiesta estamos aludiendo al estado anímico propio de
un espíritu que se resiste a ser sometido, reprimido, controlado o guiado. O descrito
de manera más sintetizada: que es un espíritu indomable. Es decir, lo Indómito
es la expresión conductual máxima de la búsqueda de la libertad pura por
radical. Tal es la esencia de las fuerzas primitivas que componen los elementos
del Universo en su conjunto, y de la Naturaleza en particular, pues la Vida
como fuerza creadora es en sí misma indómita. De igual manera podemos aludir al
carácter Indómito en los seres vivos, cuya tendencia natural -ajena a la
intervención humana- se caracteriza por su falta de docilidad e incluso fiereza
y bravía al amparo de los instintos básicos propios del mundo animal. Pero la
cosa se complica cuando aludimos a lo Indómito como rasgo representativo en el
ser humano en calidad de animal racional, pues junto a la búsqueda instintiva o
consciente de la libertad pura concurren tres factores intrínsecos añadidos sin
los cuales dicho concepto de libertad individual no puede desplegarse: un
razonamiento contestatario derivado de un pensamiento crítico, una conducta
curiosa derivada de un conocimiento hambriento, y un sentido existencial propio
derivado de un ideal particular de autorrealización. Por lo que para afrontar
el reto de intentar dominar lo Indómito, previamente debemos profundizar en
cada uno de dichos elementos.
I.-Libertad Pura
El hombre Indómito se
caracteriza por priorizar y defender a ultranza la libertad personal frente a
cualquier signo de control externo, y más si es percibido como negativo, que
atente en idea o forma contra su propia libertad, y por extensión contra su
propio propósito vital que se fundamenta sobre la idea de una libertad pura por
radical. De hecho, el uso y disfrute de la libertad absoluta, en términos de
libre albedrío, representa el sentido existencial del hombre Indómito. Pues el
hombre Indómito es Indómito en tanto es radicalmente libre, lo cual no
significa otra cosa que tener la plena libertad de decidir como capacidad
personal. (Ver: La última libertad humana es poder decidir).
No obstante, no existe
libertad pura como manifestación del libre albedrío sin consciencia del Yo
frente al Yo de los otros. (Ver: Y tú, ¿tienes libre albedrío?). Ya que en caso
contrario, si no existe consciencia de que las decisiones tomadas son propias a
partir de un autoconocimiento sobre la mismidad (condición de ser uno mismo),
dichas decisiones no son de uno sino de los otros en uno: el Yo de los otros (o
ipseidad, como condición de no ser uno mismo sino aquello determinado por los
demás). Por lo que en éste supuesto quien toma las decisiones personales, en
última instancia, son los otros desde el Yo como persona individual por causas
de determinismo ambiental (entorno familiar, sistema educativo, cultura laboral
y tendencias sociales, principalmente). Así pues, cuando las decisiones
personales son tomadas desde el Yo de los otros en sustitución y desplazamiento
del Yo autoreconocible en la mismidad, por falta de consciencia sobre la misma,
es obvio que no se puede hablar por tanto de libertad pura, y ni mucho menos de
hombre Indómito. Ya que éste queda sujeto al control y guía de una mentalidad
ajena por externa a la propia.
Es por ello que el hombre
Indómito es un rara avis, un
espécimen excepcional, pues el hombre es un ser profundamente condicionado culturalmente
desde el momento incluso anterior a su propia concepción. De lo que se deduce
que la libertad pura, como manifestación del hombre Indómito, no se nace con
ella sino que se conquista mediante un esforzado proceso personal de
transcendencia sobre la cultura que constituye y da sentido a su realidad, lo
cual implica ineludiblemente un camino de autoconocimiento de la propia
mismidad como entidad singular y por ende diferenciable del Yo de los otros. O
dicho de otra manera, la libertad pura se gana por superación de la propia
cultura personal desde el conocimiento del Yo Soy. Un proceso de liberación de
los condicionantes ambientales que hacen del hombre Indómito una persona
empoderada respecto a su entorno más inmediato, el cual se caracteriza tanto emocionalmente
por poseer un alto nivel de Autoestima, como conductualmente por comportarse
desde una Autoridad Interna singular, lo que equivale a decir que se relaciona
consigo mismo y frente al resto del mundo no solo tal y como ES sino desde una
plena fidelidad hacia su mismidad. (Ver conceptos de Autoestima y Autoridad
Interna en el glosario de términos del Vademécum del Ser Humano).
II.-Contestatario Crítico
En éste sentido, por ser el
hombre Indómito un individuo que alcanza la libertad pura desde la
trascendencia de su entorno cultural natural, su génesis parte de una tan firme
como atrevida voluntad de cuestionar radicalmente una realidad imperante por
construida que, bajo la lógica sociabilizadora, no puede ni quiere garantizarle
la libertad de ser y desarrollarse desde su mismidad. Es por ello que, en el
caso del hombre Indómito, no hay trascendencia cultural sin transgresión de la
realidad conocida, con la finalidad de poder crear y establecer su propio
sistema de valores individuales. Lo cual conlleva implícito una rotura
necesaria e inevitable con los valores morales tradicionales. Solo así, el
hombre Indómito se convierte en un ser potscultural, que vive desde una
dimensión externa a la cultura ambiental, como medio imprescindible para
manifestarse en su máxima esencia desde la libertad pura.
Pero asimismo, el hombre
Indómito, como animal social que es, vive su libertad pura en el contexto de
una sociedad espacio-temporal concreta, sobre la que requiere expresar de
manera continua su propia voluntad consciente desde su mismidad autoreconocida
como medio de reafirmación de su identidad particular. Es decir, es un ser radicalmente
libre que coexiste en un mundo carente de libertad absoluta, por lo que como
estrategia de salvaguarda e imperativo de supervivencia de su posición
existencial adquiere un comportamiento social caracterizado por un razonamiento
contestatario derivado de un pensamiento crítico, reflejo de su consciencia
singular. Dicha actitud contestataria crítica, no obstante, como parte de raíz
de la premisa de la defensa de la libertad pura como sentido vital, siendo ésta
tanto una virtud cardinal como un valor universal (Ver: Reflexiones del
Filósofo Efímero sobre las Virtudes Cardinales y los Valores Universales en la
sección de la Antología Efímera del Vademécum del Ser Humano), asimismo su
autoestablecido e integrado sistema referencial de valores individuales sobre
el que se rige está constituido en el elenco de valores universales, los cuales
defienden la autorealización del ser humano desde el desarrollo de la idea de Dignidad
de las personas como bien superior último. (Ver: ¿Qué es la Dignidad?).
III.-Conocimiento Hambriento
No obstante, la expuesta
actitud contestataria crítica como rasgo característico del hombre Indómito,
por derivar ésta de un pensamiento crítico que reflexiona sobre la realidad
conocida para extraer sus propias conclusiones de acuerdo a un sistema de
valores individuales adoptado como válido, le lleva a desear conocer qué existe
más allá de los límites de la realidad de referencia. Ya que, de hecho, la
libertad pura del hombre Indómito solo puede desarrollarse fuera de la caja
sociológica imperante. Es decir, su existencia Es en tanto piensa de manera
diferente, de manera no convencional, y por ende desde una nueva perspectiva a
la conocida y consensuada colectivamente. Lo cual aboca al hombre Indómito, tal
que impulso irrefrenable, a buscar nuevos horizontes de conocimiento aun por
explorar, aunque en ello haya riesgo de perder el confort, en términos de
bienestar personal, que le presupone un hábitat de partida por relativamente
bien adaptado y conocido. Pues toda incursión en lo desconocido es una aventura
incierta, equiparable metafóricamente a la expedición de Colón al traspasar los
confines de lo conocido, inclemencias y
penurias propias de una larga e ignota travesía incluidas, para alcanzar el
llamado Nuevo Mundo.
De hecho, el hombre Indómito
sabe de ciencia cierta que no existe pensamiento crítico sin pensamiento
creativo, tal dos caras de una misma moneda y como único proceso racional que
permite redefinir las interrelaciones existentes entre parámetros de referencia
tan parejos como dispares en forma y contenido, y cuyo fundamento metodológico
no es otro que pensar más allá de los límites preconcebidos por el imaginario
de la mentalidad colectiva. Es por ello que en la imperiosa necesidad de pensar
fuera de los límites de la realidad conocida, con el fin de la superación de
ésta, el hombre Indómito desarrolla un sentir hambriento de conocimiento por
descubrir paradigmas desconocidos para la construcción de una nueva realidad.
Un viaje personal que, por otro lado, no solo requiere de una capacidad
creativa propia de un espíritu curioso por hambriento de nuevo conocimiento, así
como de una actitud claramente corajosa para cultivar el pensamiento crítico
que transgreda la realidad conocida a expensas de la opinión de terceros, sino
que también se obliga por disciplina impuesta a una voluntad firme y decidida
de autotransformación personal constante en la búsqueda por aproximarse al más
alto nivel de fidelidad y coherencia con su propia mismidad.
IV.-Sentido de Autorrealización
Y es que al final, el impulso básico
de alcanzar la libertad pura manifiesta, mediante la intelectualización fruto
de un necesario razonamiento contestatario derivado del pensamiento crítico, que
parte indisociablemente de una conducta curiosa propia de un conocimiento
hambriento que le permite crear realidades alternativas, no es más en el hombre
Indómito, que no por ello es menos, que lograr vivir un ideal particular de
autorrealización como sentido existencial singular. Es decir, todos los rasgos
característicos por conductuales del hombre Indómito persiguen, como fin
primero y último, permitirle conquistar su sentido vital de autorrealización
personal, el cual se sitúa fuera de los límites de la realidad conocida, pues
sólo más allá de ésta puede desarrollar su Yo Soy auténtico y genuino desde la
libertad pura. Un hombre Indómito cuya naturaleza encuentra su análogo
filosófico, aunque con ciertos matices, en el Superhombre que Nietzsche vislumbró
en su obra Así habló Zaratrusta.
Expuesto lo cual, y retomando
el planteamiento inicial de la presente reflexión de afrontar el reto de domar
lo Indómito como octavo trabajo herculiano encomendado, cabe decir que nuestro
Hércules moderno no puede ni debe llevarlo a cabo. Me explico:
I.-No puede en tanto Hércules
no es un ser Indómito, ya que el héroe clásico está sujeto al control de
Euristeo, rey de la Argólida, y el héroe moderno está sujeto al control de la
más alta autoridad de la sociedad actual, siendo ambos obligados a realizar los
doce trabajos míticos sin disponer de autonomía personal propia y por tanto,
menos aún, de libertad pura. Y aquello que es gobernable, dócil, flexible y
disciplinado no puede someter a aquello que es ingobernable, indomable,
inflexible y bravío, por simple planteamiento de una relación de fuerzas
opuestas de distinta magnitud en la que la fuerza indómita es superior a la
fuerza dócil. A no ser que medie en ello el uso de fuerzas superiores como puedan
ser la enajenación mental, la represión por privación de libertad o la muerte inclusive,
medios éstos que tienen cualquier otro efecto menos la doma de un espíritu
Indómito en la naturaleza humana. Pues no se puede hablar de doma allí donde la
voluntad consciente del Yo Soy queda anulada o eliminada.
II.-Y asimismo no debe, pues
aun siendo el hombre Indómito un transgresor de la realidad conocida, con todo
lo inoportuno e impertinente que pueda representar para el sistema de valores
de referencia, es una verdadera fuerza motriz para la evolución de las sociedades
humanas. Ya que no hay mayor innovación disruptiva por radical que el
pensamiento tan alternativo como creativo de un hombre Indómito, el cual en su
búsqueda continua de la libertad pura como medio de autorrealización personal,
imagina y plantea escenarios de mundos mejores posibles para beneficio del
conjunto de la sociedad, aunque ello no esté entre sus intenciones principales.
Así pues, amigo o amiga que representas
a un Hércules moderno, aun a sabiendas de que no puedes no pretendas domar lo
indomable y deja vivir en paz al hombre Indómito. Pues en el rastro que deja en
su esforzado existir se abren nuevos e iluminados sendos por caminar para el
resto de la humanidad. Fiat lux!