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Hércules y el Toro de Creta. Estatua de oro. Castillo de Schwerin Alemania |
Amigo o amiga, imagina por un
instante que eres un Hércules moderno, el cual debe realizar una penitencia de
obligado cumplimiento impuesta por la más alta autoridad de tu sociedad para
poder resarcirte de un grave daño causado en antaño, y con éste objetivo
–beneplácito del Oráculo de Delfos mediante- se te encomienda que realices el
total de Los Doce Trabajos de Hércules. Por lo que, tras haber acometido con
éxito los seis primeros, debes ahora enfrentarte al séptimo trabajo que es domar
al Toro de Creta. No cabe decirte, sea dicho de paso, que por mucho que viajes
hasta Creta, la isla más grande de la actual Grecia y la quinta en tamaño del
mar Mediterráneo (junto con las italianas Sicilia, Cerdeña, el país de Chipre y
la francesa Córcega) no hallarás al mítico toro, el cual era famoso por
enloquecer tras concebir a su hijo Minotauro con la reina Pasífae,
convirtiéndose desde entonces en un terrible animal salvaje que echaba fuego
por las narices y que destrozaba todo aquello que se encontraba a su paso, y
que más tarde fue dado muerte por Teseo, rey de Atenas. Por lo que únicamente
te queda afrontar el trabajo metafóricamente; es decir, finalizar con aquello
que el Toro de Creta representa, que no es otra cosa que domar la Locura. Dicho
lo cual, la pregunta pertinente es: ¿cómo domar la Locura?.
Para domar algo primero hay
que conocerlo, pues no se puede gestionar aquello que se desconoce, al menos si
se pretende un mínimo de éxito en la empresa emprendida. Así pues, cuando nos
referimos a la Locura, ¿a qué nos referimos?. En primera instancia, sabemos que
se manifiesta a través de la conducta, y más específicamente que se asocia a un
tipo de comportamiento que por consenso colectivo se considera como
característico de una clara carencia del uso de la Razón (siendo ésta la facultad
del hombre de pensar bajo principios lógicos), o como privación manifiesta del
Buen Juicio (capacidad humana ésta de enjuiciar la realidad desde un criterio
racional). Es decir, concebimos la Locura como el polo opuesto a la Lógica.
¿Significa esto que todas las personas que se comportan de manera ilógica, es
decir sin Razón o Buen Juicio, deben considerarse como locos? Y, aún más, si la
Locura se percibe socialmente como una enfermedad, ¿todas éstas personas están
enfermas?. Evidentemente, aunque sea por pura intuición, podemos concluir que
no puede aseverare tal afirmación. O al menos de manera taxativa. Es por ello
que, para ser mínimamente rigurosos, cabe categorizar los tipos de Locura
posible –con o sin permiso de psiquiatras y psicólogos- en relación a los
diversos niveles de graduación respecto a su reflejo antagónico de la Lógica.
Veámoslo:
I.-Locura Absoluta
Entenderemos como Locura
Absoluta aquella que se sitúa en el extremo opuesto de la Lógica, y que por
tanto es una conducta exenta de Razón o que se comporta fuera de lo racional.
Éste tipo de Locura se caracterizada por un proceder manifiesto de pérdida de
control, de una exposición desinhibida de los sentimientos, y de una falta
patente de capacidad discernidora entre lo que es real y lo que es irreal de
manera persistente (sin tratamiento adecuado). Un perfil de Locura encuadrado
en el amplio espectro de trastornos o perturbaciones patológicas de las
facultades mentales, cuyo origen puede proceder tanto de causas genéticas como
ambientales, y entre los que encontramos a los esquizofrénicos y psicóticos,
bipolares, depresivos, obsesivos-compulsivos, entre otros.
II.-Locura Relativa
Entenderemos como Locura
Relativa aquella que se sitúa en el extremo opuesto de la Locura Absoluta, y
que por tanto es una conducta que se enmarca dentro de la Razón y que se
comporta desde la racionalidad reflexiva. Éste tipo de Locura se caracteriza
por manifestarse mediante la Extravagancia, como desviación conductual
consciente por rechazo o rebeldía a las normas de comportamiento establecidas. Por
lo que el conato de supuesta pérdida de control, de desinhibición de los
sentimientos y de una presumible transgresión del Principio de Realidad temporal
y discontinua es fruto de una voluntad consciente en el pleno uso de las
facultades mentales del individuo. Un perfil de Locura encuadrado en el amplio
espectro de lo original, extraño o fuera de lo común, cuyo origen procede de
causas culturales, y entre los que podemos encontrar a ciertos perfiles de
artistas e intelectuales.
III.-Locura Transitoria
Entenderemos como Locura
Transitoria aquella que se sitúa en el punto medio entre la Locura Absoluta y
la Locura Relativa, y que por tanto es una conducta que aun enmarcándose dentro
de la Razón se comporta desde la racionalidad irreflexiva. Éste tipo de Locura
se caracteriza por manifestarse mediante la Imprudencia, como desviación
conductual inconsciente de quien actúa de manera precipitada por irreflexiva, e
irresponsable por temerario, disparatado y atolondrado. Por lo que el conato de
pérdida de control, de desinhibición de los sentimientos y de una flagrante
transgresión del Principio de Realidad tan espontánea como discontinua, es
fruto de una voluntad inconsciente desde la carencia del uso pleno de las
facultades mentales del individuo. Un perfil de Locura encuadrado en el amplio
espectro de las personas carentes de cautela y sensatez a la hora de actuar y
hablar, cuyo origen procede de causas tanto biológicas como culturales, y entre
los que podemos encontrar mayoritariamente a ciertos grupos de jóvenes y
algunos adultos sin madurez reflexiva suficiente.
Frente a estos grandes
perfiles de Locura, entre los cuales cabe entender que existe todo un mundo de
matices y subcatalogaciones, el Hércules moderno debe afrontar el reto de domar
la Locura de manera particular para cada uno de ellos. Así pues, respecto a la
Locura Absoluta sólo cabe tratamientos propios del ámbito de los doctos en la psiqué (mente), como son los Iatras (de iatrós, que significa médico), es decir
los psiquiatras, y los Logos (cuyo homónimo etimológico significa ciencia), es
decir los psicólogos, y siempre desde una percepción humanista de la
enfermedad, lo que implica salvaguardar la Dignidad del paciente a la luz de
los avances médicos en neurociencia. Por su parte, respecto a la Locura
Relativa el Hércules moderno no debe intervenir, ya que dicha Locura no puede
considerarse como tal stricto sensu
por ser un comportamiento derivado directamente de la racionalidad reflexiva.
En todo caso, en tal supuesto solo cabe afrontar la materia, si es que resulta
necesario y conveniente en parámetros de respeto social, desde la Moral. Aunque
este es trigo de otro costal, ya que un comportamiento fundamentado desde la
Moral puede considerarse como Locura en una sociedad basada en la moralina
(dígase de aquella moralidad superficial y/o falsa). Y, por último, frente a la
Locura Transitoria, el Hércules moderno solo puede abordar el reto de domarla
desde el desarrollo personal del individuo en términos de madurez de la
consciencia racional, educación mediante.
Expuesto lo cual, queda
evidenciado el éxito del Hércules moderno en su empresa por domar la Locura que
representa, de manera simbólica, el Toro de Creta. Al cual cabe tanto
entenderlo en su naturaleza esencial como circunstancial, así como gestionarlo
adecuadamente en consecuencia desde dicho conocimiento. Más Hércules
comprensibles y menos Teseos que solucionan los problemas dando muerte al bravo
y magnífico animal como estereotipos de una mal entendida heroicidad. Pues más
gris sería el mundo sin las pinceladas de cierta genialidad que nos suelen
aportar aquellos a los que denominamos locos.
Nota: Para artículos de reflexión sobre filosofía contemporánea del autor se puede acceder online a la recopilación del glosario de términos del Vademécum del ser humano