Amigo
o amiga, imagina por un instante que eres un Hércules moderno, el
cual debe realizar una penitencia de obligado cumplimiento impuesta
por la más alta autoridad de tu sociedad para poder resarcirte de un
grave daño causado en antaño, y con éste objetivo -beneplácito
del Oráculo de Delfos mediante- se te encomienda que realices el
total de Los Doce Trabajos de Hércules. Por lo que, tras haber
acometido con éxito los tres primeros, debes ahora enfrentarte al
cuarto trabajo que es capturar al Jabalí de Erimanto. No cabe
decirte, sea dicho de paso, que por mucho que viajes a la actual
tierra de Erimanto, un macizo montañoso de la vasta península
helena del Peloponeso que encontrarás situada entre el sur de la
región de Acaya y el noroeste de la Élide de la actual Grecia, no
hallarás al mítico Jabalí, el cual era famoso tanto por su enorme
tamaño y feroz carácter, como por alimentarse de hombres, y causar
estragos allí por donde pasaba creando terremotos a voluntad y
arrancando con sus colmillos los árboles de tajo. Por lo que
únicamente te queda afrontar el trabajo metafóricamente; es decir,
finalizar con aquello que el Jabalí de Erimanto representa, que no
es otra cosa que la Destrucción. Dicho lo cual, la pregunta
pertinente es: ¿cómo capturar la Destrucción?.
Como sabemos, la
Destrucción es el efecto de la acción de destruir, la cual implica
desconstruir algo en sus diferentes niveles posibles de degradación,
fuerza activa mediante, hasta poder llegar incluso a hacerlo
desaparecer. Pero para poder capturar la Destrucción, previamente
debemos estudiar tanto su naturaleza esencial, como los elementos que
componen su estructura como entidad, así como sus tipos de
manifestación. Solo entonces, y según sus particularidades varias,
podremos darle una caza efectiva. Veámoslo:
I.-Naturaleza
Enfrentarse a la
naturaleza esencial de la Destrucción nos obliga a disociarla en dos
rangos diferenciales dentro de su propia realidad substancial: la
Destrucción como fuerza externa al ser humano, y la Destrucción
como fuerza interna del ser humano en calidad de ser animal. Respecto
a la primera no entraremos, ya que la empresa de su captura pertenece
al ámbito de los dioses como creadores de las fuerzas primitivas de
los elementos de la Naturaleza, tarea de la que queda exenta todo
mortal por muy herculiano que sea, a no ser que dicha fuerza de
Destrucción se manifieste a una escala tan ridícula en su capacidad
potencial que pueda ser registrada en la propia miniescala de la
dimensión humana. Por lo que cabe entender, que en el caso que nos
ocupa de atrapar simbólicamente al Jabalí de Erimanto, nos debemos
centrar en el segundo supuesto de dicha Destrucción como fuerza
interna del hombre como ser animal.
Dicho lo cual, la
pregunta que se tercia es si dicha fuerza destructora es una
tendencia natural o artificial por aprehendida culturalmente en el
ser humano. Lo que es cierto es que la Destrucción no participa de
la lógica de ningún instinto básico del hombre como ser animal,
como puedan ser los instintos de supervivencia, de reproducción o de
bienestar personal. Aunque ello no es significativo, ya que el hombre
ciertamente tiene otros tipos de comportamientos conductuales que son
contrarios a los mismos, como pueda ser el suicidio, la
autoflagelación, el dejar de comer, el maltrato físico y psíquico
propio y ajeno, o la misma destrucción de su hábitat natural
mediante acciones premeditadas contra el medio ambiente, por poner
algunos ejemplos. Lo que nos lleva a deducir que la Destrucción, en
un ser que no solo es instintivo por animal sino también racional y
por ende irracional, es una tendencia natural del ser humano propia
de cuadros de desequilibrio psicoemocional, lo cual puede derivar en
patologías varias a título individual y colectivo. Una Destrucción
como pulsión existencial, fruto de un estado de desequilibrio vital,
que tanto puede focalizarse en la propia persona (autodestrucción)
como en los demás (destrucción externa o ambiental). Materia en la
que no me extenderé por haberla desarrollado anteriormente y de
manera más amplia en las reflexiones “El hombre, un ser que habita en la frontera entre el orden y el caos”, y “El ser humano es distópico por naturaleza (Test social de Distopía)”.
II.-Estructura
Pero no podemos entender
la naturaleza esencial de la Destrucción sin reconocer los diversos
elementos que la componen, en tanto y cuanto fuerza interna del ser
humano. En este sentido, y echando mano de manera muy sintetizada del
método del caso o sistema socrático inverso, encontramos que:
1.-Como rasgo distintivo
de la Destrucción concurre un tipo de fuerza violenta que media
sobre un objeto a destruir, hecho que delata el primer elemento
estructural de la Destrucción: Una Acción Firme y Decidida por
focalizada.
2.-Dicha acción, por
intencionada, pone asimismo en evidencia el segundo elemento
estructural de la Destrucción: Una Voluntad Consciente de destruir.
Y, 3.-Ésta voluntad,
derivada de una acción consciente e intencionalizada la cual no
tiene sentido de existencia sin una motivación personal previa, nos
permite desvelar el tercer elemento estructural de la Destrucción:
Una Carga Emocional de Rabia, por ser ésta la única emoción humana
básica de apertura que puede reaccionar desde una actitud de
violencia manifiesta ante aquello que no queremos o frente a una
amenaza.
Expuesto lo cual,
concluiremos que la naturaleza esencial de la Destrucción como
fuerza interna del hombre está constituida por tres elementos
estructurales definitorios: un elemento formal, la Acción Violenta;
un elemento intelectual, la Voluntad Consciente de Destruir; y un
elemento anímico, la Carga Emocional de Rabia.
Dicho conocimiento sobre
los elementos estructurales de la Destrucción como actitud humana,
que paradójicamente conlleva implícita una construcción por
reordenamiento y creación de una nueva realidad aunque sea por
ausencia de la antigua, por lo que podemos afirmar que Destrucción y
Construcción son dos graduaciones opuestas de una misma naturaleza
formal, nos permite poder volver a la cuestión planteada
inicialmente de cómo capturar la Destrucción como objetivo a
realizar en el cuarto trabajo de Hércules. Así pues, a la luz de lo
revelado, se puede aseverar que el éxito de ésta empresa tan solo
pasa por transmutar la carga emocional de rabia en su opuesto de
serenidad en el sujeto objeto del deseo de destruir. Ya que solo
transmutando de polaridad los sentimientos se puede modificar las
estructuras de pensamiento derivadas, y por extensión alterar el
posicionamiento de una voluntad consciente, como fases
imprescindibles previas para transformar cualquier acción conductual.
Estrategia que, sea dicho de paso, comporta la observancia práctica
del Principio de Polaridad propia de la gestión emocional, materia
de la que no voy a explayarme por desarrollarla profusamente en la
obra “Manual de la Persona Feliz”.
III.-Manifestación
Una
vez vista tanto la naturaleza esencial y elementos estructurales de
la Destrucción, así como su resolución herculiana factible ante el
simbólico dilema planteado en el caso del Jabalí de Erimanto,
solo cabe exponer el campo de manifestación de la Destrucción como
entidad formal con personalidad propia. En este sentido, cabe señalar
que toda acción y efecto de la Destrucción puede cernirse tanto
sobre aspectos inmateriales como materiales:
1.-La
Destrucción de lo Inmaterial
Debemos de entender como
inmaterial todo aquel objeto focalizado por la acción y efecto de la
Destrucción que carece de corporeidad pero aún así es percibido
por los sentidos. Y dentro del ámbito de la Destrucción de lo
Inmaterial por obra humana cabe destacar dos tipos:
-La Destrucción de una
Idea, cuya manifestación participa del mundo de las creencias y de
los valores morales, la esfera de actuación de la cual es propia del
mundo de la sociología y de la política, estrechamente vinculada a
la lucha continua entre los diversos niveles de poder emergentes e
imperantes en el seno de las comunidades humanas. En este sentido,
cabe apuntar que en el caso de la Destrucción de una Idea, además
de los elementos estructurales nucleares, convergen nuevos elementos
accidentales como son el fanatismo y el egoísmo. Los cuales asimismo
pueden ser contrarrestados por el Hércules moderno mediante la
transmutación del grado del elemento anímico substancial de la
Destrucción a la luz del Principio de Polaridad, como ya se ha
expuesto anteriormente, sin que en ello se descarte como medidas
complementarias la promoción del conocimiento y del respeto como
valores universales.
-Y la Destrucción de una
Identidad, cuya manifestación participa del mundo de la Dignidad de
la vida humana y asimismo de los valores universales, la esfera de
actuación de la cual es propia del mundo de las relaciones
interpersonales del hombre como animal social, lo que a su vez
contiene claras implicaciones sociales y políticas. En este sentido,
cabe apuntar que en el caso de la Destrucción de una Identidad,
además de los elementos estructurales nucleares, converge un nuevo
elemento accidental como es la venganza. La cual asimismo puede ser
contrarrestada por el Hércules moderno mediante la transmutación del
grado del elemento anímico substancial de la Destrucción a la luz
del Principio de Polaridad, como ya se ha expuesto anteriormente, sin
que en ello se descarte como medida complementaria la promoción del
respeto como valor universal.
2.-La
Destrucción de lo Material
Debemos de entender como
material todo aquel objeto focalizado por la acción y efecto de la
Destrucción que posee corporeidad y por tanto es percibido por los
sentidos. Y dentro del ámbito de la Destrucción de lo Material por
obra humana cabe destacar dos tipos: la Destrucción de lo Creado por
el Hombre, y la Destrucción de lo Creado por la Naturaleza. En
ambos casos, puede concurrir en el acto de destrucción una Voluntad
que si bien es Consciente frente al acto de aquello que se destruye,
pueda ser a la vez tanto consciente como inconsciente -en términos
de conocimiento verdadero- en relación al valor e implicaciones que
tiene dicho acto de destrucción. En tal caso:
A.-Si la Destrucción es
producida por una Voluntad Consciente de la acción pero inconsciente
del valor e implicaciones del hecho, podemos hablar de una Voluntad
Consciente Ignorante.
B.-Mientras que, si la
Destrucción es producida por una Voluntad Consciente de la acción y
asimismo consciente del valor e implicaciones del hecho, podemos
hablar de una Voluntad Consciente tanto Racional como Irracional.
Racional si el conocimiento del valor del objeto destruido es ínfimo
y las implicaciones de dicho acto destructivo son positivas. E
Irracional si el conocimiento del valor del objeto destruido es
inestimable y las implicaciones de dicho acto destruido son
negativas. Pues no existe racionalidad alguna en la consciencia que
conoce que el objeto de Destrucción tiene un alto valor y que además
conllevará implicaciones negativas a medio, corto o largo plazo para
su persona, comunidad o para el conjunto de la especie humana, como
pueda ser la destrucción de los limitados recursos naturales o del
propio medio ambiente.
Así pues, en el caso de
la Destrucción tanto de lo Creado por el Hombre como de lo Creado
por la Naturaleza, y con independencia que concurra tanto una
Voluntad Consciente Ignorante como Racional e Irracional, el Hércules
moderno puede contrarrestarlas mediante la transmutación del grado del
elemento anímico substancial de la Destrucción a la luz del
Principio de Polaridad, como ya se ha expuesto anteriormente, sin que
en ello se descarte como medidas complementarias la promoción del
conocimiento y del respeto como valores universales, de manera pareja
a las medidas tomadas en la manifestación de la Destrucción de lo
Inmaterial.
De ésta manera podemos
concluir que el Hércules moderno tiene plenas capacidades para
afrontar con éxito la captura simbólica del Jabalí de Erimanto,
cumpliendo así con el cuarto trabajo herculiano encomendado. Y es
que al final, voluntad y esfuerzo mediante, por grande que sea el
Jabalí no es tan fiero como lo pintan.
Nota: Para artículos de reflexión sobre filosofía contemporánea del autor se puede acceder online a la recopilación del glosario de términos del Vademécum del ser humano