Amigo o amiga, imagina por un
instante que eres un Hércules moderno, el cual debe realizar una penitencia de
obligado cumplimiento impuesta por la más alta autoridad de tu sociedad para
poder resarcirte de un grave daño causado en antaño, y con éste objetivo
–beneplácito del Oráculo de Delfos mediante- se te encomienda que realices el
total de Los Doce Trabajos de Hércules. Por lo que, tras haber acometido con
éxito los cinco primeros, debes ahora enfrentarte al sexto trabajo que es matar
las Aves del Estínfalo. No cabe decirte, sea dicho de paso, que por mucho que
viajes hasta el Estínfalo, situado al sur del actual pueblo griego de
Stimfalía, en la región de Corintia ubicada al norte del Peloponeso, no
hallarás las míticas aves, las cuales eran famosas tanto por sus picos, alas y
garras de bronce, como por sus excrementos venenosos que arruinaban los
cultivos, y por su alimentación carnívora que incluía seres humanos. Por lo que
únicamente te queda afrontar el trabajo metafóricamente; es decir, finalizar con
aquello que las Aves del Estínfalo representan, que no es otra cosa que matar la
Perdición. Dicho lo cual, la pregunta pertinente es: ¿cómo acabar con la Perdición?.
Para acometer con éxito el
trabajo encomendado, previamente debemos conocer la naturaleza de aquello a lo
que nos enfrentamos. En este sentido, podemos afirmar que hacemos referencia a
la Perdición cuando concurre la pérdida de algo ya sea en su grado máximo
(devastación), en su grado medio (ruina), o en su grado más leve (daño). No
obstante, con independencia de su grado de manifestación, la Perdición tanto es
una Acción como una Causa: Acción de perder algo y Causa de la acción de dicha
pérdida. Las cuales, a su vez, pueden ser de diversa índole. Veámoslo:
1.-La Perdición como Acción
La Acción de perder una
circunstancia, sujeto u objeto puede ser de carácter material e inmaterial, y
en ambos casos tanto pueden abarcar al ámbito personal como colectivo o social.
Si bien la pérdida material es fácilmente reconocible en su categoría tangible por
corpórea, no lo es así la pérdida inmaterial justamente por su intangibilidad propia de lo incorpóreo,
la cual puede referirse desde a una pérdida moral, pasando por una emocional e incluso
una de tipo intelectual. Veamos pues, en cada caso, cómo afrontamos el reto de acabar
con la Perdición.
I.-Pérdida material
La Acción de perder algo
material es consustancial a la vida, ya que todo lo material es impermanente y
por tanto caduco. Lo cual quiere decir que la percepción de lo material es
ilusoria por temporal, de lo que se deduce que aferrarse a la no pérdida de lo
material es una ilusión en sí misma. A partir de aquí, no hay mejor manera para
el Hércules moderno de acabar con la Perdición de lo material que matando de
raíz la ilusión de la perdurabilidad e incorruptibilidad de lo material en el
imaginario colectivo.
II.-Pérdida moral
La Acción de perder algo inmaterial
como la moral, por su parte, representa concebir la pérdida de una entidad
atemporal por fundamentarse la moral (que no la moralina, en términos
nitzscherianos) en valores universales. Por lo que aquello que está más allá
del tiempo, o incluso podemos afirmar que fuera de él, como es la moral, no se
puede perder pues siempre existe al no estar sujeta al parámetro tiempo. Y es
que con independencia que dicha moral sea o no observable conductualmente, aun
no contemplándola consciente y por voluntad propia en el comportamiento humano,
no por ello puede dejar de percibirse intelectual y emocionalmente al ser una
entidad apriorística a la naturaleza humana por representar valores
universales. Así pues, especular sobre la pérdida de la moral es un reductio ad absurdum equiparable a
especular sobre la pérdida del firmamento que nos sostiene. Dicho lo cual, el
Hércules moderno puede de manera eficaz acabar con la Perdición de lo
inmaterial en su manifestación moral, justamente desde el preciso momento en que
se reafirma en la atemporalidad de la moral que es omnipresente por
idiosincrasia.
III.-Pérdida emocional
La Acción de perder algo
inmaterial en su naturaleza emocional, asimismo, va íntimamente ligada a un
apego sentimental previo hacia aquello percibido como un valor existencial
personal que se tenía e incluso disfrutaba y ya no se tiene, y que se
manifiesta a través de la emoción humana básica de la tristeza. Lo que si bien
la pérdida emocional pertenece al orbe inmaterial, cabe apuntar que aquello perceptible
como objeto de pérdida puede ser tanto material en calidad de objeto o sujeto,
como inmaterial en calidad de situación o circunstancia. En éste sentido, el
Hércules moderno solo puede afrontar el reto de acabar con la Perdición en su
manifestación emocional natural como tristeza desde la adecuada gestión
emocional de la aceptación de lo que fue y se tuvo y ya no es y no se tiene,
bajo la lógica del Principio de Impermanencia que rige la vida, y a la luz de
que toda experiencia personal forma parte del aprendizaje existencial. Pues en
la aceptación del presente está la superación del apego, y sin éste toda pérdida
deja de tener el poder de la carga emocional negativa que ancla a la persona a
un pasado inexistente, lo que equivale a decir que toda pérdida desde la
aceptación es exonerada de su carga emocional de tristeza, liberando así a la
persona de cualquier sentimiento de pérdida por superación de la misma.
IV.-Pérdida intelectual
Y por último, en éste
apartado, tenemos la Acción de perder algo inmaterial en su naturaleza
intelectual, la cual abarca tanto al ámbito de las ideas como de los
pensamientos. En ambos casos, el sentido de pérdida no deja de ser más que una
falacia por su doble dimensión individual y social indisoluble, ya que si bien
una persona puede incurrir en una pérdida intelectual de ideas y pensamientos,
por poder ser los primeros de índole apriorístico, como complementariamente con
los segundos de derivación cultural, ideas y pensamientos persisten –aunque en
dicho proceso se requieran saltos intergeneracionales- en la mente colectiva
por capacidad potencial intelectual de ésta. Es decir, una idea y pensamiento,
por muy genuinos y particulares que puedan parecer en su concepción
transgresora sobre la realidad imperante, poseen el carácter recurrente de
emerger tantas veces como sea necesario desde un enfoque probabilístico sobre
un número indeterminado de personas a título individual a lo largo de las
sociedades sucesivas de la historia de la humanidad. Ergo, el Hércules moderno, frente al reto de afrontar el reto de acabar
con la Perdición en su manifestación intelectual, no tiene nada que hacer al
respecto pues tal pérdida no existe en el continuo intelectual de la especie
humana.
2.-La Perdición como Causa
Una vez vista la Perdición
como Acción, nos queda afrontar la Perdición como Causa, es decir, afrontar la
Causa de la acción de dicha pérdida, para lo que analizaremos ésta desde sus
cuatro principios o razones fundamentales: la Incapacidad, la Dependencia, la
Pasividad y la Fatalidad.
I.-La Incapacidad de la
pérdida
La Causa de la acción de la
pérdida por Incapacidad se refiere, tal y como define su principio causal, a la
carencia de condiciones, cualidades o aptitudes necesarias para evitar la no
pérdida. Materia que pertenece al ámbito de la potencialidad de una persona por
asegurar la acción que se propone, siendo ésta condicionada tanto por
determinismos personales como ambientales. Los cuales, a su vez, como
participan de un flujo impermanente en continuo cambio y transformación propio
de la dinámica natural de la vida, hacen asimismo que la potenciabilidad de una
persona consigo mismo y con su entorno se vea modificada continuamente en su
grado de factibilidad de la propia acción, produciendo el efecto de que aquello
que resultaba una acción posible por estar alineada con la fuerza potencial
necesaria para llevarla a cabo deje de serlo y viceversa, en un juego
permanente de cambio de sistemas de referencia. En este contexto, el Hércules
moderno tan solo puede hacer frente al reto de acabar con la Perdición
actualizando de manera perenne, consciencia y esfuerzo mediante, su grado de
potenciabilidad personal acorde al grado de fuerza requerido para la acción
resultante de la no pérdida.
II.-La Dependencia de la
pérdida
La Causa de la acción de la pérdida
por Dependencia se refiere, tal y como define su principio causal, a la falta
de autonomía o incapacidad funcional personal para el desarrollo de actividades
de la vida diaria sin ayuda por parte de terceros para su realización. Una
Dependencia que siempre se manifiesta desde un estadio de infravaloración
personal, ya sea desde una posición negativa de baja autoestima o desde una
posición positiva de sobreapasionamiento hacia un objeto dependiente, tal puede
ser una relación propiamente tóxica como una relación de culto idólatra por
exceso de admiración, respectivamente. En ambos casos, la Dependencia de la
pérdida es fruto de una cesión del poder personal hacia una circunstancia,
sujeto u objeto externo, cuyo sentido de pérdida o no pérdida no está sujeto al
control de la persona por renuncia o entrega voluntaria del mismo. En este
sentido, el Hércules moderno tan solo puede afrontar el reto de acabar con la
Perdición desde un empoderamiento personal, que conlleva el refuerzo de la
autoestima necesario hasta alcanzar un estado de Autoridad Interna que le permita
ser autónomo con plena capacidad funcional personal, aun a expensas de su
realidad más inmediata.
III.-La Pasividad de la
pérdida
La Causa de la acción de la
pérdida por Pasividad se refiere, tal y como define su principio causal, a la inacción
personal por ejercer una fuerza necesaria capaz de contrarrestar la inercia de
movimiento de una circunstancia, sujeto u objeto que les aboca hacia la pérdida
de los mismos. Dicha Pasividad, si bien siempre es una actitud voluntaria,
puede ser tanto consciente como inconsciente sobre el valor del objeto que se
pierde. Si es por inconsciencia del valor de la Pérdida, ésta deja de
considerarse como una Pérdida stricto
sensu al no haber consciencia sobre la misma. En cambio, si concurre la
consciencia en el valor de la Pérdida, dicha Pérdida puede deberse tanto a una
revalorización negativa o devaluación de la misma en el esquema de intereses y
prioridades de la persona, que aun conociendo su valor decide voluntariamente
optar por una actitud de pasividad con resultado de dejar ir o liberar, como
puede deberse a un bloqueo en la capacidad de acción por fuerzas endógenas o
exógenas, tal que un miedo o pudor personal o social, que aun conociendo su
valor decide aun a contra voluntad optar por una actitud de pasividad con
resultado de pérdida. Así pues, solo se puede hablar de la causa de la acción
de la pérdida por Pasividad cuando ésta actúa desde la consciencia del valor de
lo perdido. En este contexto, el Hércules moderno debe afrontar el reto de
acabar con la Perdición desde la firme voluntad, conforme a la consciencia
sobre el grado de valor personal que tiene el objeto susceptible de pérdida, de
contrarrestar la inacción propia de una actitud pasiva con una decidida acción
propia de una actitud reactiva, gestión emocional mediante si se requiere. Un
reto que, en todo caso, solo tiene sentido desde un sentimiento de posible
pérdida a contra voluntad.
IV.-La Fatalidad de la
pérdida
La Causa de la acción de la
pérdida por Fatalidad se refiere, tal y como define su principio causal, a la concurrencia
de una fuerza de causa mayor del ámbito propio del destino o la mala fortuna.
Fuerzas que sobrepasan cualquier capacidad reactiva del ser humano ya sea a
nivel personal o social, como pueda ser un evento con final de muerte o una situación
de devastación, ruina o daño sobrevenido por causas naturales o humanas tal que
una inundación por lluvias torrenciales, una guerra, una crisis económica o una
emergencia sanitaria de naturaleza pandémica, entre otros. En éste caso, el
Hércules moderno solo puede acabar con la Perdición por Fatalidad o bien
actuando desde los supuestos de hacer lo Imposible propio del quinto reto herculiano, como metáfora al trabajo de
limpiar los establos de Augías en un solo día, o bien afrontándolo desde la
proposición de la Perdición como Acción de lo material, como ya hemos visto al
inicio de la presente reflexión, matando por tanto de raíz la ilusión de la
perdurabilidad e incorruptibilidad de lo material en el imaginario colectivo
para volver a comenzar de nuevo como ave fénix que resurge de sus cenizas.
Así pues, tras haber repasado
los diversos supuestos de cómo acabar con la Perdición en el sexto trabajo de
Hércules, damos por hecho la consecuente muerte de las míticas Aves de
Estínfalo, que aún con cuerpo de bronce pueden ser abatidas e incluso fundidas
por la tenacidad, conocimiento consciente mediante, del hombre mortal pero con
ascendencia divina.