![]() |
Alegoría de la Fraternidad. Plaza de la República, París |
Es curioso observar como
un comportamiento tan humano como la Fraternidad, no goza hoy en día
de connotaciones demasiado positivas. En una sociedad que exalta el
individualismo, como máxima del éxito de la filosofía capitalista,
la alusión a la Fraternidad en el ámbito de las relaciones sociales
se suele percibir como propio de grupos herméticos, como pueden ser
las sociedades secretas o las fraternidades profesionales, y por
tanto susceptible al recelo ajeno; mientras que la Fraternidad en el
ámbito de las reacciones estrictamente humanas se suele percibir como
propio de grupos antisistemas que anhelan algún tipo de utopía,
como los movimientos new age de los años sesenta y setenta, y
por tanto también susceptible de dicho recelo ajeno. No obstante,
más allá del tamiz sociológico contemporáneo, la Fraternidad es
un valor universal ya conceptualizado filosoficamente en origen por
los sofistas griegos, recogido posteriormente en la fraternitas de
la concepción religiosa católica, y consagrado más tarde como
ideario civil por la fraternité de la Ilustración, quien la
encumbró como estandarte simbólico de la Revolución Francesa, cuna
de los actuales modelos democráticos.
En este sentido, y
estereotipos temporales a parte, la Fraternidad, como es bien sabido
por todos, la concebimos aún en nuestros días como aquella actitud
en la que las personas, aun sin lazos sanguíneos, se tratan como
hermanos. Un ideario humanista de corte clásico del que concurren
cuatro actitudes conductuales muy concretas: la Amistad, la
Confianza, la Solidaridad y la Igualdad. Las cuales conforman la
estructura esencial de la idea de la Fraternidad, y que sin la
presencia de alguno de ellos no podemos concebir la Fraternidad como
tal. Dichos valores, a su vez, nos permiten entender la triple
dimensión de la naturaleza de la Fraternidad en su relación
interpersonal humana, social y política. Veámoslo:
1.-La Fraternidad como
Relación Humana:
En primer lugar, para que
exista una relación interpersonal humana de la Fraternidad deben
concurrir los valores de la Amistad y la Confianza. Este es el primer
estadio por nuclear de la tridimensión de la Fraternidad. Donde la
relación de Amistad y Confianza se fundamenta, dentro del contexto
de la Fraternidad, sobre un intangible compartido de naturaleza
indivisible. Es decir, sobre un rasgo característico por substancial
común entre los miembros de un misma comunidad, entendiendo ésta
como un escalable que parte desde una unidad familiar hasta poder
albergar al conjunto de la humanidad como especie, en el que dicho
rasgo substancial común queda exento de cualquier posible mercadeo,
lo cual descarta a priori cualquier tipo de bien material
compartible susceptible de ser fraccionado. Pues la Fraternidad, a la
luz de la relación humana de la Amistad y la Confianza, participa de
la alta esfera del espíritu humano.
2.-La Fraternidad como
Relación Social:
En segundo lugar, para
que exista una relación interpersonal social de la Fraternidad debe
concurrir el valor de la Solidaridad. Este es el segundo estadio,
tras el vínculo relacional humano, de la tridimensión indisociable
de la Fraternidad. En el que la Fraternidad como relación humana se
eleva al ámbito natural del hombre como animal social, donde el ser
humano convive con otros semejantes en sociedad por necesidad
recíproca en pos de gestionar positivamente el instinto de
supervivencia como especie. En este sentido, la relación de
Solidaridad se fundamenta, en el marco de referencia de la
Fraternidad, sobre el principio de la ayuda mutua. Pues no existe
Fraternidad social sin la observancia y el auxilio a las necesidades
del prójimo, lo cual implica una actitud de compromiso moral
colectivo que transciende al hombre como ser animal, al descartar de
inicio al egoísmo -propio del individualismo- de la ecuación
fraternal.
3.-La Fraternidad como
Relación Política:
Y, en tercer lugar, para
que exista una relación interpersonal política de la Fraternidad
debe concurrir el valor de la Igualdad. Este es el tercer y último
estadio, tras el cumplimiento de los vínculos relacionales humano y
social, de la tridimensión indisociable de la Fraternidad. En el que
la Fraternidad del ser humano que vive en sociedad debe, por
imperativo pragmático, contemplarse dentro de un conjunto de reglas
y normas como fundamento para establecer un sistema de organización
social. He aquí la dimensión política de la Fraternidad como valor
humano que participa de la res publica, donde la Igualdad
fraternal se constituye no solo en una Idea Política (por inspiración
de la Ética), sino que pasa a formar parte de los principios
rectores de la Democracia como modelo evolucionado de organización
de las sociedades modernas. Tanto es así que la Fraternidad como
relación política cierra el círculo tridimensional de la
Fraternidad como valor universal (conscientes que en todo círculo,
como bien decretó Heráclito, se confunden el principio y el fin),
ya que sin Igualdad fraternal -aunque requiera ser normativa- no hay
Solidaridad fraternal, y sin ésta no existe Amistad y Confianza
fraternal, y viceversa.
De lo que podemos
concluir que todo aquel contravalor, como el egoísmo derivado de una
cultura individualista exempli gratia máxima, que atenta
contra la idiosincrasia de la Fraternidad, representa por lo menos
una clara apología contra la Solidaridad y la Igualdad tanto en
calidad de valores universales como en calidad de principios
fundamentales de los Estados Sociales y Democráticos de Derecho. Así
pues, va siendo hora que resituemos la idea de la Fraternidad en su
justa medida en la existencia cotidiana del ser humano, pues en ello
nos va el tipo de moral sobre el que se desarrolla el hombre
contemporáneo y, por extensión, nuestras propias sociedades. Sin
Fraternidad, el hombre queda relegado a la categoría de un animal
salvaje más sin paliativos excusables. Dixi!