![]() |
Quema de libros por parte de los Nazis, Alemania 1933 |
Comienzo esta reflexión
sobre la Tolerancia con una pregunta categórica: ¿ser tolerante es
bueno o malo?. Lo cierto es que, con independencia de la respuesta
por la que optemos, ambas son correctas, ya que depende de si el
objeto susceptible de la Tolerancia parte de una premisa moralmente
positiva o negativa. Es decir, la Tolerancia es mala frente a una
situación moralmente reprobable, mientras que es buena frente a una
circunstancia moralmente virtuosa. Aunque, dicho lo cual, ésta
premisa no esclarece mucho la cuestión cuando la moral, ciertamente,
se manifiesta de manera pragmática en la realidad bajo una
naturaleza tanto geográfica como social. Es decir, que la Tolerancia
puede encontrarse -y de hecho es un habitual- frente a una
encrucijada donde colisionan dos morales diferentes con escalas de
valores dispares, como pueda ser el caso habido entre personas de
clase social distinta, ya que la moral humana es consustancial y
profundamente cultural. Y entre medio de éstas posiciones culturales
divergentes, existe todo un amplio espectro en el que se registran
diversas palancas conductuales que tensionan y ponen a prueba la
naturaleza intercultural de la Tolerancia en su doble dimensión
moral, como puedan ser los Juicios de Valor (ver: Frente a los juicios de valor categóricos de quienes nos atacan: Reductio ad Absurdum), el Respeto (ver: ¿Qué es el respeto?), o la
Responsabilidad (ver: Tipos de responsabilidad personal de carácter social frente a la vida), entre otras tantas, hasta alcanzar el grado
máximo de oposición propio de un comportamiento genuinamente
intolerante. Por lo que, a la vista de lo expuesto, cabe afirmar que
el único sistema de referencia válido para la Tolerancia, más allá
de cualquier contexto espacio-temporal, debemos encontrarlo en la
moral pura o impertérrita que emana directamente de los Valores Universales, donde tanto la Tolerancia como la intolerancia tienen
definidas diafanamente sus posiciones en cualquier horizonte de
sucesos posibles, y en el que no hay cabida para estadios intermedios
por centripetación de la fuerzas gravitatorias de ambos opuestos.
Tras ésta premisa
introductoria, es sabido por todos que la Tolerancia implica el
respeto por el pensamiento y el comportamiento ajeno aun sin asumir
de facto una aceptación o coincidencia necesaria con los
mismos, pero fuera de su concepto significativo ¿cuál es la
estructura orgánica de la Tolerancia?. Para despejar ésta cuestión,
es preciso escudriñar su propia naturaleza desde diversos ángulos
del conocimiento humano. Veámoslo:
1.-Ángulo Ontológico:
La Tolerancia Es en tanto
ontologicamente participa activamente y en relación inherente con el
valor de la Dignidad de la vida humana por derecho natural
irrenunciable e indelegable, la cual se despliega por manifestación
necesaria mediante el valor de la Libertad personal. Siendo la
Dignidad y la Libertad personal contenido y continente de la
Tolerancia como entidad conductual. Por lo que no puede existir
Tolerancia si no concurre una clara observancia por el respeto de la
Dignidad y la Libertad personal.
2.-Ángulo Epistemológico:
La Tolerancia Es en tanto
epistemologicamente se fundamenta en el reconocimiento de la
mismidad del Yo y de la ajeneidad de los Otros, ya que sin
conocimiento esencial de los rasgos característicos de lo propio y
de lo ajeno no puede establecerse una correspondencia de Tolerancia
desde la individualidad hacia la pluralidad y viceversa. Es por ello
que la educación deviene un medio imprescindible para la Tolerancia,
como proveedor de conocimiento necesario para el cultivo de una
consciencia sensible respecto a la rica diversidad manifiesta. Por lo
que no puede existir Tolerancia sin conocimiento propio y ajeno, ni
conocimiento válido sin el desarrollo de una consciencia sensible,
ni ésta sin una educación previa. Pues todo aquello que el hombre
desconoce, por tendencia natural no suele tolerarlo. Y aún
conociéndolo, sin educación mediante, suele despreciarlo.
3.-Ángulo
Psicoemocional:
La
Tolerancia Es en tanto psicoemocionalmente se caracteriza por un
cuadro mental y emocional saludable del individuo como sujeto
tolerante. Y si bien dicha óptima gestión psicoemocional parte de
los fundamentos ontológicos y epistemológicos de la Tolerancia
anteriormente expuestos, la Tolerancia como actitud conductual se
manifiesta por medio de la virtud cardinal de la Templanza, la cual
es reflejo de un alto nivel de Autoestima personal (Autoridad Interna). Ya que no puede haber Tolerancia sin la capacidad de
autoconocimiento y autodominio propio de la Templanza, ni éstos
atributos sin la fortaleza de espíritu propia de una persona con
alta Autoestima. Pues sin Autoestima ni Templanza el hombre es presa
fácil de las sombras carroñeras de la inseguridad y los miedos, los
cuales son dos de los grandes siervos que la intolerancia dispone a
merced.
4-Ángulo Social:
La Tolerancia Es en tanto
socialmente se caracteriza por la transigencia frente a una
pluralidad que se manifiesta en toda su diversidad. Entendiendo
transigencia como aquella actitud permisiva dentro de los parámetros
de respeto hacia los valores de la Dignidad y la Libertad personal,
los cuales no pueden coexistir sin un sistema de referencias
fundamentado en los principios de la Lógica formal. Pues allí donde
no concurre la Lógica a la luz de la Razón no puede desarrollarse
plenamente la Dignidad y la Libertad personal, y sin éstas queda
distorsionada la conducta transigente, abocando a la Tolerancia a ser
substituida por la intolerancia propia de una mentalidad grupal o
colectiva de claro perfil fundamentalista.
5.-Ángulo Político:
La Tolerancia Es en tanto
políticamente se expresa como la virtud por excelencia de la
Democracia, ya que a través de aquella se despliegan los principios
rectores de ésta como son la Libertad, la Justicia, la Igualdad o el
Pluralismo. No obstante, como la Democracia es un sistema de
organización social reglado por fundamentarse en el principio de
legalidad, asimismo la Tolerancia como valor democrático debe estar
sujeto a normativa. Lo cual significa que la Tolerancia, como idea
política que busca defender la Tolerancia en el seno de una sociedad
democrática como bien público superior, requiere manifestarse
firmemente intolerante frente a la intolerancia. Un fenómeno al que
Popper denominó la Paradoja de la Tolerancia, y sin la cual las
conductas intolerantes podrían destruir la propia Tolerancia como
valor sociológico por político. Lo contrario a la Paradoja de la
Tolerancia sería la Lógica de la Tolerancia, toda una utopía para
el ser humano, pues ya sabemos que el hombre es por naturaleza un ser
animal, aunque viva en calidad de animal social, caracterizado
mayormente por su alto grado de incongruencia más que por su lógica
racional.
Expuesto lo cual, podemos
concluir que la Tolerancia es un valor universal del ser humano, un
ideal de conducta al que el hombre debe inclinarse esfuerzo personal
y social mediante, trascendiéndose así sobre su primitiva
naturaleza animal. Pues fuera de la Tolerancia solo hay indignidad
personal, ignorancia humana, inquietud psicoemocional, sufrimiento
social y despotismo político. Un horizonte alternativo en el que se
puede divisar una clara tendencia humanista involutiva, construido
sobre los cimientos de una sociedad irracional, que ciertamente no
resulta nada alentador. Frente a la intolerancia, por el bien
colectivo, más contrafuerza tolerante, aunque sea echando mano de
una paradoja como medida de contención. Ya que, al fin y al cabo,
¿qué es la existencia del hombre, sino una gran paradoja en sí
misma? Fiat lux!