miércoles, 15 de abril de 2020

Reflexiones del Filósofo Efímero sobre las Virtudes Cardinales del Ser Humano

Las Virtudes Cardinales de Rafael. Estancia de la Signatura, Vaticano

Hace tiempo que tengo una asignatura pendiente con las virtudes como materia diametralmente opuesta a los vicios, los cuales ya desarrollé en su momento en “Reflexiones del Filósofo Efímero sobre los Vicios o Pecados Capitales del Ser Humano”. Entre otros motivos, porque si bien el hombre contemporáneo tiene una clara consciencia de los siete vicios capitales (lujuria, ira, soberbia, envidia, avaricia, pereza y gula), por herencia de una secular cultura occidental de filosofía católica temerosa de los pecados a ojos de un dios castigador, no tiene asimismo muy claro cuáles son las virtudes capitales por el contrario, más propios de una filosofía humanista clásica que ensalza la virtuosidad del comportamiento humano como camino de trascendencia del mismo.

No obstante, antes de proseguir debemos diferenciar entre virtudes y valores universales, cuya confusión actual quizás se debe a que éstos (por imperativo legal) han acabado sustituyendo a aquellos, principalmente por influencia de los valores rectores recogidos en la moderna Declaración de los Derechos Humanos, marco de inspiración de los principios fundamentales de nuestros Estados Sociales y Democráticos de Derecho. Así pues, y a modo de introducción didáctica, entenderemos como virtudes a aquellos hábitos conductuales del ser humano que le alinean con determinados proyectos ideales en la sociedad como entidad atemporal. Mientras que entenderemos como valores universales a dichos proyectos ideales sociales atemporales de los que emanan las virtudes como conductas a perseguir o alcanzar. O dicho en otras palabras, la virtud es la correcta conducta a seguir para lograr el ideal de los valores universales. Por tanto, podemos decir que existen tantas virtudes como valores universales. Aunque de todas ellas, destacan las principales o capitales que engloban a todas las demás (al igual que sucede con los vicios o pecados capitales). A éstas virtudes, siguiendo con la nomenclatura originaria marcada por Platón, las denominamos Virtudes Cardilanes.

Ya entrando en materia de las Virtudes Capitales, cabe apuntar que desde Platón hasta nuestros tiempos se ha considerado, de manera impertérrita al paso de las diversas escuelas de pensamiento habidas a lo largo de los siglos, como cuatro las que determinan dicho grado de virtuosidad (fuera de las teológicas): la Templanza, la Prudencia, la Fortaleza y la Justicia. Una clasificación que, con todos los respetos al maestro Patón y desde la legítima discrepancia derivada de la relevante distancia espacio-temporal que nos separa, no considero que sea la más ajustada. Ya que a mi parecer, la Prudencia pertenece al ámbito de la virtud de la Templanza, así como la Fortaleza de carácter interior, la cual en su manifestación exterior participa a su vez de una virtud con personalidad propia capital como es la Valentía. Por lo que redefiniendo la clasificación clásica de las Virtudes Cardinales, considero que éstas son cinco:


Sin entrar a desarrollar cada una de las cinco Virtudes Cardinales expuestas, ya que la presente reflexión solo tiene como objeto principal servir de materia introductoria a las Virtudes Cardinales, expongamos la relación de las mismas con respecto al resto de clasificaciones más notables: las cuatro virtudes de Platón (recogidas en su obra La República) y las catorce virtudes de Aristóteles (descritas en su obra Ética a Nicómaco) -las cuales ya incluyen de manera genérica a las virtudes personales romanas como fuente de inspiración cultural directa de los actuales valores universales-, y asimismo con los veinte valores universales consensuados en la sociedad contemporánea. Veamos:

La Templanza como Virtud Capital integra tanto las virtudes de la Prudencia y de la Fortaleza (en su dimensión interna) recogidas por Platón y Aristóteles, como la virtud aristotélica del Auto-Dominio, así como el valor universal contemporáneo de la Tolerancia.

La Valentía como Virtud Capital integra tanto la virtud de la Fortaleza (en su manifestación externa) recogida por Platón y Aristóteles, como la virtud aristotélica de la Verdad (como acción), así como los valores universales contemporáneos de la Confianza, la Fraternidad, el Honor y la Responsabilidad.

La Justicia como Virtud Capital integra las virtudes aristotélicas de la Honestidad (equivalente a la honradez como valor universal), la Magnanimidad (equivalente a la Bondad como valor universal) y a la Magnificencia (generosidad), así como a los valores universales contemporáneos de la Equidad, la Igualdad, el Respeto y la Solidaridad.

La Sabiduría como Virtud Capital integra las virtudes aristotélicas de la Belleza, la Cordialidad, la Gentileza, el Ingenio, la Verdad (como idea) y el Voluntarismo, así como a los valores universales contemporáneos de la Gratitud y la Paz.

Y, la Libertad como Virtud Capital integra los valores universales contemporáneos de la Amistad, el Amor y la Autorrealización.

Cinco son, pues, los hábitos virtuosos que configuran el elenco de las Virtudes Cardinales del hombre moderno, a la luz de su desarrollo evolutivo como ser racional y ser social. Una actualización de obligado cumplimiento frente a un sistema de referencias humano que difiere al originario de hace ya más de dos mil años de antigüedad. Y cuyas coordenadas, tanto en lo que se refiere a virtudes como a valores universales, deberá ser revisado a futuro de manera irremediable. Si es que antes, la virtud humana no lo quiera, no hemos acabado con nuestra propia especie.




Nota: Para artículos de reflexión sobre filosofía contemporánea del autor se puede acceder online a la recopilación del glosario de términos del Vademécum del ser humano