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Las Virtudes Cardinales de Rafael. Estancia de la Signatura, Vaticano |
Hace tiempo que tengo una
asignatura pendiente con las virtudes como materia diametralmente
opuesta a los vicios, los cuales ya desarrollé en su momento en
“Reflexiones del Filósofo Efímero sobre los Vicios o Pecados Capitales del Ser Humano”. Entre otros motivos, porque si bien el
hombre contemporáneo tiene una clara consciencia de los siete vicios
capitales (lujuria, ira, soberbia, envidia, avaricia, pereza y gula),
por herencia de una secular cultura occidental de filosofía católica
temerosa de los pecados a ojos de un dios castigador, no tiene
asimismo muy claro cuáles son las virtudes capitales por el
contrario, más propios de una filosofía humanista clásica que
ensalza la virtuosidad del comportamiento humano como camino de
trascendencia del mismo.
No obstante, antes de
proseguir debemos diferenciar entre virtudes y valores universales,
cuya confusión actual quizás se debe a que éstos (por imperativo
legal) han acabado sustituyendo a aquellos, principalmente por
influencia de los valores rectores recogidos en la moderna
Declaración de los Derechos Humanos, marco de inspiración de los
principios fundamentales de nuestros Estados Sociales y Democráticos
de Derecho. Así pues, y a modo de introducción didáctica,
entenderemos como virtudes a aquellos hábitos conductuales del ser
humano que le alinean con determinados proyectos ideales en la
sociedad como entidad atemporal. Mientras que entenderemos como
valores universales a dichos proyectos ideales sociales atemporales
de los que emanan las virtudes como conductas a perseguir o alcanzar.
O dicho en otras palabras, la virtud es la correcta conducta a seguir
para lograr el ideal de los valores universales. Por tanto, podemos
decir que existen tantas virtudes como valores universales. Aunque de
todas ellas, destacan las principales o capitales que engloban a
todas las demás (al igual que sucede con los vicios o pecados
capitales). A éstas virtudes, siguiendo con la nomenclatura
originaria marcada por Platón, las denominamos Virtudes Cardilanes.
Ya entrando en materia de
las Virtudes Capitales, cabe apuntar que desde Platón hasta nuestros
tiempos se ha considerado, de manera impertérrita al paso de las
diversas escuelas de pensamiento habidas a lo largo de los siglos,
como cuatro las que determinan dicho grado de virtuosidad (fuera de
las teológicas): la Templanza, la Prudencia, la Fortaleza y la
Justicia. Una clasificación que, con todos los respetos al maestro
Patón y desde la legítima discrepancia derivada de la relevante
distancia espacio-temporal que nos separa, no considero que sea la
más ajustada. Ya que a mi parecer, la Prudencia pertenece al ámbito
de la virtud de la Templanza, así como la Fortaleza de carácter
interior, la cual en su manifestación exterior participa a su vez de
una virtud con personalidad propia capital como es la Valentía. Por
lo que redefiniendo la clasificación clásica de las Virtudes
Cardinales, considero que éstas son cinco:
1.-La Templanza
2.-La Valentía
3.-La Justicia
4.-La Sabiduría
5.-La Libertad
Sin entrar a desarrollar
cada una de las cinco Virtudes Cardinales expuestas, ya que la
presente reflexión solo tiene como objeto principal servir de
materia introductoria a las Virtudes Cardinales, expongamos la
relación de las mismas con respecto al resto de clasificaciones más
notables: las cuatro virtudes de Platón (recogidas en su obra La
República) y las catorce virtudes de Aristóteles (descritas en
su obra Ética a Nicómaco) -las cuales ya incluyen de manera
genérica a las virtudes personales romanas como fuente de
inspiración cultural directa de los actuales valores universales-, y
asimismo con los veinte valores universales consensuados en la
sociedad contemporánea. Veamos:
La Templanza como Virtud
Capital integra tanto las virtudes de la Prudencia y de la Fortaleza
(en su dimensión interna) recogidas por Platón y Aristóteles, como
la virtud aristotélica del Auto-Dominio, así como el valor
universal contemporáneo de la Tolerancia.
La Valentía como Virtud
Capital integra tanto la virtud de la Fortaleza (en su manifestación
externa) recogida por Platón y Aristóteles, como la virtud
aristotélica de la Verdad (como acción), así como los valores
universales contemporáneos de la Confianza, la Fraternidad, el Honor
y la Responsabilidad.
La Justicia como Virtud
Capital integra las virtudes aristotélicas de la Honestidad
(equivalente a la honradez como valor universal), la Magnanimidad
(equivalente a la Bondad como valor universal) y a la Magnificencia
(generosidad), así como a los valores universales contemporáneos de
la Equidad, la Igualdad, el Respeto y la Solidaridad.
La Sabiduría como Virtud
Capital integra las virtudes aristotélicas de la Belleza, la
Cordialidad, la Gentileza, el Ingenio, la Verdad (como idea) y el
Voluntarismo, así como a los valores universales contemporáneos de
la Gratitud y la Paz.
Y, la Libertad como
Virtud Capital integra los valores universales contemporáneos de la
Amistad, el Amor y la Autorrealización.
Cinco son, pues, los
hábitos virtuosos que configuran el elenco de las Virtudes
Cardinales del hombre moderno, a la luz de su desarrollo evolutivo
como ser racional y ser social. Una actualización de obligado
cumplimiento frente a un sistema de referencias humano que difiere al
originario de hace ya más de dos mil años de antigüedad. Y cuyas
coordenadas, tanto en lo que se refiere a virtudes como a valores
universales, deberá ser revisado a futuro de manera irremediable. Si
es que antes, la virtud humana no lo quiera, no hemos acabado con
nuestra propia especie.
Nota: Para artículos de reflexión sobre filosofía contemporánea del autor se puede acceder online a la recopilación del glosario de términos del Vademécum del ser humano