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Caín matando a Abel, Frans Floris 1540-1570 (pintura flamenca) |
Que no todos los hombres
son buenos, es una constatación empírica para todas las sociedades
habidas y por haber. Pues como sabemos la bondad es la inclinación
conductual hacia el bien, y en cambio existen un gran número de
personas que, contrariamente, se inclinan hacia el mal. Entendiendo
como el bien y el mal aquellos comportamientos humanos ajustados o no
a la moral tanto social (subjetiva o sociológica) como universal
(objetiva o metafísica), pues ésta Ética universal inspira a la
primera en calidad de Ética contextual. Por lo que sobre la presente
premisa no puede considerarse la bondad como una tendencia natural de
orden universal de fomentar el bien por parte de la especie humana.
Ergo, si existen hombres con una clara inclinación hacia el
bien y otros hacia el mal, tampoco puede afirmarse que todos los
hombres son buenos o malos, sino que en la familia humana coexisten
dos grandes grupos de individuos formados por aquellos considerados
como buenos y aquellos considerados como malos, a la luz del reflejo
de sus actos.
Dicho lo cual, el ser
humano, bueno o malo, ¿nace o se hace?. Para esta pregunta no hay
una respuesta categórica, ya que el hombre bueno o malo tanto nace
como se hace. Es decir que, indiscutiblemente, toda persona nace con
unos rasgos de personalidad definidos, derivados de determinismos
biológicos y psicológicos propios, singulares e intrasferibles,
cuyas características condicionan su perfil de bondad o maldad, como
por ejemplo pueda ser el nacer con o en ausencia de la capacidad de
empatía. A su vez que, con independencia de dichos rasgos de
personalidad marcados de nacimiento, el hombre es potencialmente
susceptible de reconvertirse de bueno en malo y viceversa mediante
determinismos ambientales y culturales que condicionen su material
biológico y psicológico de origen. Por lo que el hombre ni es bueno
por naturaleza y es la sociedad quien lo corrompe como afirmaba
Rousseau, ni el hombre es malo por naturaleza y es la sociedad quien
lo corrige hacia la bondad como defendía primero Hobbes y más tarde
Kant. Ya que ambos axiomas, despojándolos de todo rango absolutista,
son verdaderos de manera complementaria.
Así pues, lo relevante
del hombre bueno o malo no es tanto si nace o si se hace, en términos
de rasgos inherentes o aprehendidos de personalidad, sino si actúa
conforme a los principios del bien o del mal en términos de
personalidad conductual. Pues solo desde los actos humanos, más allá
de los pensamientos y sentimientos urdidos en el fuero interno de
cada persona, se puede establecer un juicio de valor moral objetivo. Y
sobre la base que ningún ser humano es bueno o malo en sentido puro
o radical, pues de lo contrario pertenecería metafóricamente a la
naturaleza de los ángeles o a la de los demonios que corresponden al
imaginario de la mitología. Llegados a este punto, debemos
diferenciar por un lado la acción, y por otro lado el juicio de
valor de la misma, para determinar la bondad o la maldad de un ser
humano.
Respecto a la acción,
como manifestación conductual del hombre bueno o malo, nos
encontramos tanto con la acción interna del hombre como ser
individual, como con la acción externa del hombre como ser social. A
nivel interno, la acción del hombre se debate en una continua
tensión entre las fuerzas opuestas de su esencia instintiva y animal
respecto a su esencia consciente y humana, como ser cuyo desarrollo
vital se basa en el movimiento perenne entre el equilibrio y su
contrario, y cuyo punto equidistante entre ambas fuerzas radica en
la Razón. Por lo que a mayor proximidad de la Razón mayor bondad
conductual, mientras que a mayor distancia de la Razón mayor maldad
conductual. Un principio propio del alma humana que ya desarrolló
magistralmente Platón en el famoso mito del Carro Alado en su obra
Fedón. Por su parte, a nivel externo, la acción del hombre
se disputa en una persistente tensión entre las fuerzas opuestas de
su instinto de búsqueda de la libertad pura como ser animal que es,
y del cumplimiento de una libertad normativa impuesta por las normas
y reglas de la sociedad como ser social a la que pertenece, siendo en
éste caso el punto equidistante entre ambas fuerzas el principio de
legalidad, es decir la Ley. Por lo que a mayor observancia del
principio de legalidad mayor bondad conductual, mientras que a mayor
distancia del mismo principio mayor maldad conductual.
Por su lado, respecto al
juicio de valor de la acción, como manifestación conductual del
hombre bueno o malo, éste se rige por la precisa observancia del
sistema referencial constituido por los denominados Valores
Universales propios de la filosofía humanista, entre los que
encontramos principalmente: la amistad, el amor, la confianza, la
equidad, la fraternidad, la gratitud, el honor, la honradez, la
igualdad, la justicia, la libertad, la paz, el respeto, la
responsabilidad, la sabiduría, la solidaridad, la tolerancia, la
valentía, y la verdad. En este sentido, un balance conductual
positivo proclive a dichos Valores Universales, considerados como los
máximos exponentes de la Ética humana, social y política del
hombre moderno por consenso colectivo, indican un alto grado de
bondad en el comportamiento humano. A su vez que, por oposición de
contrastes, el cómputo conductual negativo a dichos Valores
Universales reflejan un alto grado de maldad en el comportamiento
humano. Y entre ambos extremos, todo un amplio espectro de grados de
bondad y de maldad. En éste punto, cabe apuntar que todos los vicios
conductuales humanos que definen un perfil de personalidad propio de
un hombre malo (entendiendo como vicio el polo opuesto a la virtud
como regla de comportamiento alineada con los Valores Universales),
convergen en una misma actitud común: el egoísmo. Por lo que debe
considerarse al egoísmo, por ser germen de toda conducta reprochable
que convierte al hombre en un ser ruin, como la raíz de todo mal en
sus diversos grados de manifestación.
Es por ello que, a modo
de conclusión, podemos resolver la reflexión sobre la bondad desde
cuatro proposiciones integradas:
1.-La bondad transciende
al hombre sobre su naturaleza animal, por requerir de la concurrencia
tanto de la Razón como de los Valores Universales en los que ésta
se fundamenta.
2.-La bondad es una
actitud de máxima valentía, por precisar de la fuerza consciente
interna suficiente para equilibrar la propia naturaleza del hombre en
continua tensión a la luz de la Razón, a la vez que opta por
ceñirse a Derecho para un bien superior como es la armonía social.
3.-La bondad es una
manifestación de máxima sabiduría, por apelar a voluntad al hábito
conductual consciente del ser humano inspirado en las altas virtudes
de los Valores Universales.
Y, 4.-La maldad es una
actitud de cobardía y una manifestación de ignominia, por partir de
un rasgo conductual contrario a la Razón, al Derecho y a los Valores
Universales como es el egoísmo.
Expuesto lo cual, en una
sociedad que vive inmersa en el egoísmo como valor superior del
capitalismo ultraliberal (anteponiendo la religión del capital por
encima de la filosofía humanista), librémonos del mal como conducta
normalizada, pues solo desde la valentía y la sabiduría de la
bondad es posible construir sociedades más humanas y justas
socialmente. Dixi!
Nota: Para artículos de reflexión sobre filosofía contemporánea del autor se puede acceder online a la recopilación del glosario de términos del Vademécum del ser humano