Ayer noche, en ocasión
del artículo “La sombra alargada de la Muerte nos obliga a cuestionarnos nuestro paso por la vida”, mi mujer Teresa y yo
mantuvimos una entretenida tertulia filosófica nocturna, al calor de
un buen vino copa en mano, sobre la idea de la universalidad o no de
la pregunta trascendental que supuestamente se hace todo ser humano,
al filo de su muerte, respecto a la utilidad y aprovechamiento de su
propia existencia en vida, entendida como aportación social
realizada. Una premisa que si bien personalmente daba por hecho, tal
y como se pone de manifiesto en la reflexión anteriormente citada,
mi mujer de dogma existencialista frente a la vida y nihilista frente
a la muerte me obligó por la fuerza de la lógica de la razón a
someterla bajo cuarentena de duda. Por lo que de éstos barros de
debate racional a altas horas de la noche de ayer éste nuevo lodo de
pensamiento reflexivo de hoy.
Siempre he partido de la
base, por condicionamiento de una formación clásica de corte
humanista debo admitir, que el hombre es un ser social por naturaleza
como bien apuntó inicialmente Aristóteles y confirmó
posteriormente, con todos sus matices, el ilustrado Rousseau a través
de su Contrato Social, base de la filosofía política de los
actuales Estados Sociales y Democráticos de Derecho. Pero no es
menos cierto que la idea filosófica del hombre como un ser social se
ha visto corrompida principalmente en los dos últimos siglos, y con
mayor fuerza si cabe en las últimas décadas, por el capitalismo
liberal que ensalza el individualismo como bien superior de las
sociedades modernas. (Ver: La exaltación del Egoísmo: el éxito del Capitalismo).
Es por ello que cabe
apuntar que ante la pregunta trascendental que supuestamente se puede
llegar a plantear una persona en su lecho de muerte sobre si su vida
ha tenido o no algún tipo de utilidad para el conjunto de la
humanidad, si nuestro efímero paso por la vida ha dejado o no algún
tipo de legado para la misma como requisito imprescindible de
autoexamen obligado para alcanzar una muerte serena y en paz, no
necesariamente se cumple como norma estandarizada, y por tanto no
puede considerarse de carácter universal a la luz de una filosofía
de vida individualista. Pues la pregunta trascendental objeto de la
presente reflexión de la que se parte deriva de una concepción
vital de responsabilidad social respecto a los demás, propio de la
idea del hombre como ser social por naturaleza, que no se da en la
lógica de la idea del hombre como ser individual, y por tanto
egocentrista, por naturaleza adquirida dentro de las culturas
hedonistas.
Por otro lado, y como
nota aclaratoria, el hecho de cuestionarse sobre la construcción en
vida de un legado para la posterioridad, no debe entenderse dicho
legado exclusivamente en el sentido de la búsqueda de un
reconocimiento post mortem de nuestra actividad mortal, ni que
dicha aportación en vida vaya dirigida al conjunto de la humanidad
stricto sensu, ya que el concepto de humanidad en este
sentido puede tanto abarcar tan solo el ámbito de vida de nuestros
seres queridos más allegados hasta alcanzar al conjunto de la misma,
según cada caso en particular y sin que ello sea objeto de ningún
juicio de desvaloración moral. Solo faltaría.
Expuesto lo cual, frente
a la idea planteada inicialmente de si toda persona en fase terminal
se cuestiona sobre su aportación realizada en vida como legado
personal al abrigo de obtener un estado de consciencia gratificante
que le aporte un tránsito en paz, y sobre la premisa ya asumida que
dicha pregunta trascendental no es de carácter universal por
irrupción de la filosofía existencial individualista contemporánea,
cabe definir tres grandes perfiles conductuales de responsabilidad
personal de carácter social frente a la vida:
1.-Responsabilidad Social
Natural
Entenderemos en éste
grupo a aquellas personas que, desde una visión de la vida integrada
en la responsabilidad personal social, tienen la imperiosa necesidad
existencial de preguntarse sobre la utilidad de su legado en vida
como medio de trascendencia personal. En este caso, nos encontramos
ante un hombre como ser social por naturaleza, heredero de un sistema
de referencias humanista, y cuyo concepto de responsabilidad personal
social se fundamenta en una Ética de valores morales universales.
2.-Responsabilidad Social
Desnaturalizada
Entenderemos en éste
grupo a aquellas personas que, desde una visión de la vida
conceptualizada culturalmente pero no integrada en la responsabilidad
social, no se cuestionan la pregunta sobre la utilidad de su legado
existencial por ausencia de una requerida necesidad vital de
trascendencia personal, inclinándose previsiblemente por priorizar
un simple balance vital de aprovechamiento y disfrute personal. En
este caso, nos encontramos ante un hombre como ser social
desnaturalizado, heredero de un sistema de referencias propias del
Mercado, y cuyo concepto de responsabilidad personal social se
fundamenta en una Ética de valores morales temporales.
3.-Responsabilidad
Asocial Individual
Entenderemos en éste
grupo a aquellas personas que, desde una visión de la vida ni
conceptualizada culturalmente ni integrada sobre la responsabilidad
social, solo se cuestionan el simple balance de aprovechamiento y
disfrute personal de su existencia como sentido de una entendida
responsabilidad vital de obligado cumplimiento única y exclusivamente
consigo mismos. En este caso, nos encontramos ante un hombre como
ser individual, heredero de un sistema de referencias hedonista, y
cuyo concepto de responsabilidad personal social se fundamenta en una
Ética de valores morales particulares.
No cabe decir que, salvo
raras excepciones de autofidelidad y coherencia personal, en una
sociedad ecléctica y altamente cambiante por global el ser humano
moderno genérico puede combinar en su haber existencial los tres
tipos diferentes de responsabilidad personal social, de acuerdo a sus
filosofías de vida adoptadas en cada etapa de su viaje mortal. Pero
que aun y así, y llegado el momento del recuento final, como
moribundos que todos sin excepción llegaremos a ser en nuestro lecho
de muerte (con o sin la sombra alargada de la guadaña pandémica
mediante), el resultado último de nuestro balance vital revelará de
manera diáfana el grado de tipo de responsabilidad personal social
que prima sobre el resto. Y a partir de aquí, cada cuál deberá
reformular la pregunta de la mejor manera que estime oportuno sobre su
nivel de aportación, aprovechamiento o satisfacción de la vida
vivida de cara a afrontar emocional e intelectualmente su tránsito a
la dimensión del nunca jamás.
No obstante, y a modo de
conclusión, considero que el hombre es un ser social por naturaleza
en sentido clásico porque asimismo el hombre es un ser
trascendental, elemento diferencial por idiosincrasia del resto de
animales. Por lo que no hay mayor elevación personal que el hecho de
vivir la existencia desde un trabajo continuo de trascendencia
respecto con uno mismo y en relación con los demás como miembros de
una misma comunidad (Responsabilidad Social).Un arte de vida elevado,
propio del humanismo, que permite afrontar la muerte desde la serena
gratificación de una trascendencia cumplida. Aunque sé, como
filósofo efímero convencido, que toda reflexión expuesta es
susceptible de ser rebatida argumentalmente e impugnada filosóficamente.
Nota: Para artículos de reflexión sobre filosofía contemporánea del autor se puede acceder online a la recopilación del glosario de términos del Vademécum del ser humano