Quienes conocen mi línea
de pensamiento saben que siempre he sido un claro defensor tanto del
Estado de Bienestar Social como del Humanismo, ya que aquel deriva de
éste. Es por ello que no puedo más que congratularme ante las
recientes declaraciones públicas de Emmanuel Macron, presidente de
Francia y uno de los líderes políticos más destacados de la Europa
contemporánea, en medio de la actual crisis sanitaria del
coronavirus: “Lo que ha revelado esta pandemia es que la salud
gratuita, nuestro estado de bienestar, no son costos o cargas, sino
bienes preciosos, y que este tipo de bienes y servicios tiene que
estar fuera de las leyes del mercado”. Una afirmación que ratifico
en su totalidad.
De hecho, el Estado del
Bienestar Social, como instrumento de organización política que
bebe directamente de la Filosofía Humanista, es uno de los tres
pilares fundamentales sobre los que se estructura y otorga razón de
ser a las democracias europeas como sociedades modernas y avanzadas
en la protección de los derechos de los ciudadanos, en calidad de
personas libres que desarrollan un nivel de vida digno como miembros
de pleno derecho en la sociedad. Siendo los otros dos pilares el
Estado Democrático y el Estado de Derecho. No en vano, los países
de la vieja Europa se definen constitucionalmente, y de manera
indisoluble, como Estados Sociales y Democráticos de Derecho. Es por
ello que defender el Bienestar Social no es hacer apología del
comunismo, como algunos trasnochados neoliberales que practican el
culto a una sociedad de mercado radical critican -más por
fundamentalismo capitalista o por analfabetismo político que por
convicción-, sino que la defensa del Bienestar Social representa la
defensa de los valores rectores de la Democracia en su esencia. Por
lo que atentar contra el Estado del Bienestar Social equivale, a
todos los niveles, atentar contra la propia Democracia. No existe
mayor antidemócrata, por tanto, que aquel que busca la extinción
del Bienestar Social. Lo contrario es un reductio ad absurdum
equiparable a calificar de comunismo e incluso antidemocrático en
pleno siglo XXI a la doctrina de defensa de los derechos laborales o
a la protección del medio ambiente.
El Estado de Bienestar
Social, en su condición de pilar estructural de la Democracia como
cuerpo orgánico social, encuentra su fundamento en la protección
del bienestar de las personas a título individual como bien supremo
de la Filosofía Humanista. Un valor moral por consenso social, de
carácter trascendental para nuestra especie animal y tras siglos de
evolución del pensamiento occidental, que se sintetiza en un
concepto singular: la dignidad de la vida humana. Por lo que hacer
referencia al Bienestar Social en términos de filosofía política y
social es hacer referencia, ni más ni menos, que a la defensa de la
dignidad de vida de las personas.
En este sentido, a nadie
se le escapa que el Bienestar Social como materia sociopolítica se
desarrolla en una sociedad democrática mediante el despliegue de los
denominados derechos sociales bajo cobertura legislativa. Y que uno
de los principales derechos sociales es la asistencia sanitaria y
social dentro de los ámbitos del derecho de libre acceso a una
sanidad pública y de calidad, y del derecho a la protección social
en casos de necesidad. Dos derechos propios del Estado del Bienestar
Social, entre otros, que destacan por su vital trascendencia en
momentos como los actuales en los que nos encontramos atenazados por
el estado de emergencia sanitaria global de la pandemia del
coronavirus.
Es por ello que, si
alguna enseñanza debemos aprender como sociedad en el actual
tránsito de la presente excepcionalidad, como demócratas políticos
y humanistas sociales de facto que somos, no es otra que la
plena convicción consciente del hecho que los bienes y servicios que
constituyen el corpus del Estado de Bienestar Social deben
permanecer ajenos a las leyes del Mercado, como férrea medida de
salvaguarda de la dignidad de la vida de las personas. Pues el
Mercado, no lo olvidemos, es una filosofía existencial
antidemocrática por anteponer el capital a las personas, y asimismo
la desigualdad de acceso a los recursos por acaparación de los
mismos en pequeños grupos de interés privado por encima del
principio de igualdad y equidad social. (Ver: El Mercado, el nuevo modelo de Dictadura mundial). Una lección de vida que debe
permitirnos coger fuerzas, a la luz de la razón humanista y del
espíritu de las democracias modernas, para replantear públicamente
las reglas del juego establecidas en la desequilibrada relación
existente entre Gobierno del Mercado y Gobierno de los Estados
Sociales y Democráticos de Derecho desde el mismo día depués del
fin de la batalla que actualmente estamos librando contra la
pandemia. (Ver: El Capitalismo neoliberal ha muerto, ¡Viva el Capitalismo Humanista!).
El Estado del Bienestar
Social, en una sociedad democrática avanzada, no es patrimonio de
ninguna ideología en su diversidad cromática, sino un derecho
natural adquirido del hombre contemporáneo por siglos de evolución
del pensamiento humanista. Un patrimonio tangible de la humanidad del
que todos, como miembros de la misma comunidad social, debemos
revalorizar y proteger en consciencia contra aquellos piratas que
persiguen asaltar para beneficio propio el derecho más preciado: la
dignidad de la vida de las personas.
He aquí un tema de
reflexión colectivo para estos largos días de confinamiento domiciliario, por imperativo legal de disciplina social, en medio de
la guerra invisible contra un enemigo común: la pandemia del
coronavirus.