A veinticuatro horas
escasas del anuncio público de la declaración del Estado de Alarma
en España por parte del Gobierno del Ejecutivo Central, como medida
excepcional frente a la batalla que el mundo entero -de manera más o
menos coordinada- está afrontando contra la pandemia del
coronavirus, resuena con fuerza un término hasta la fecha denostado:
la Disciplina Social. Y es sobre dicho concepto que deseo centrar la
presente reflexión, al abrigo de un confinamiento doméstico que no
ha hecho más que comenzar por motivos de emergencia sanitaria.
Debemos de entender por
Disciplina Social el conjunto de normas de comportamiento regladas
que no solo permiten mantener el orden y la subordinación entre los
miembros de una misma colectividad, sino que el cumplimiento de las
mismas de manera constante conducen además a un resultado
preestablecido de interés para el ámbito social (en ésta ocasión,
derrotar al coronavirus). Por lo que podemos afirmar que la
Disciplina Social, claramente, tiene una afección directa sobre tres
campos filosóficos bien definidos: la Ética, la Filosofía Política
y la Filosofía Social.
A nivel de la Ética, la
Disciplina Social se presenta como una doctrina a modo de instrucción
de las personas a título individual que afecta directamente al campo
de la moral, que como bien sabemos es aquella materia que permite
distinguir qué acciones son buenas o malas para un grupo social
concreto. En el contexto de un Estado de Alarma, como es el caso que
nos ocupa, la Disciplina Social se fundamenta en priorizar el bien
colectivo por encima del bien individual, el cual tiene una
incidencia directa en la redefinición por imposición de las escalas
de los valores morales (o mejor dicho moralinos en términos
nietzcherianos) de las personas como individuos. Una afectación
cuyos rasgos característicos se manifiestan en una doble dirección:
en un sentido negativo, ya que busca limitar la acción de la
libertad individual; y en un sentido positivo, puesto que busca
forzar una proactividad en el comportamiento de las personas desde la
responsabilidad individual.
A nivel de la Filosofía
Política, por otra parte, la Disciplina Social dentro de un contexto
de Estado de Alarma se presenta como el máximo exponente del imperio
de la ley en un sistema moderno de organización social, puesto que
el conjunto de normas de comportamiento -que afecta a los derechos
fundamentales de las personas como ciudadanos libres en pos de un
bien colectivo-, se despliegan al amparo del ordenamiento jurídico
establecido. Por lo que se puede decir que la Disciplina Social, en
términos de Filosofía Política, equivale a un consenso moral por
imposición, ya sea por parte de un sistema político parlamentario
representativo (como es el caso de las democracias occidentales) o
por un sistema político dictatorial, frente a un estado de
excepcionalidad. Y es justamente dicha excepcionalidad la que
legitima la imposición política de la Disciplina Social como un
acto profundamente democrático, al ser una figura de tutela y
defensa del bien colectivo recogida en el propio ordenamiento
normativo de los Estados Sociales y Democráticos de Derecho.
Mientras que a nivel de
la Filosofía Social, la Disciplina Social como método de
comportamiento moral consensuado por imposición legislativa que
tiene como fin primero y último el bien colectivo, es
substancialmente humanista en tanto y cuanto su naturaleza emana
directamente del imperativo de emergencia del principio de
responsabilidad colectivo -en un contexto de Estado de Alarma- en la
relación entre los diversos elementos o actores que constituyen
dicha sociedad. En este sentido, la Disciplina Social, a la luz de la
Filosofía Social de corte humanista, representa un mecanismo de
garantía de defensa del bien colectivo o social frente al culto del
comportamiento individualista como máxima de las sociedades
liberales por capitalistas.
Por tanto, y a modo de
conclusión, podemos afirmar que si bien la Disciplina Social es un
recurso excepcional, para casos excepcionales, asimismo es una figura
de peso profundamente respaldada tanto por la Democracia como sistema
de organización social que busca el equilibrio entre derechos y
obligaciones del bien individual y del bien común, como por la
Ética, la Filosofía Política y la Filosofía Social que beben del
pensamiento humanista. Y lo que es más importante, la Disciplina
Social deviene un mecanismo de defensa natural del hombre moderno,
por jurídico, frente aquellos conciudadanos que se muestran
negligentes, insolidarios, inconscientes o incluso negacionistas
patológicos del Principio de Realidad frente a una emergencia
sanitaria que nos afecta a todos por igual como sociedad. Cuando la
responsabilidad de la res pulica no es voluntaria solo cabe la
imposición por imperativo legal. Ya tendremos tiempo más adelante
de hacer pedagogía, para aquellas personas confundidas, sobre qué se
entiende por civismo en una sociedad libre por democrática.