La era de la gestión del
conocimiento en un mundo tecnológico se ha convertido en la era de
la gestión de los datos (mayormente alfanuméricos o algorítmicos),
entendiendo éstos como una unidad informativa de valor cuantitativo
o cualitativo. Tanto es así que el ser humano está construyendo su
sociedad presente y de futuro en una clara dependencia directa de
dichos datos, cuyo condicionante afecta incluso al ámbito del libre
albedrío individual. (Ver: El “Conócete a ti mismo” lo ejerce el Mercado por nosotros). En este contexto, las personas comenzamos a
quedar desdibujadas como entidades subjetivas con personalidad propia
para convertirnos en simples datos asépticos, los cuales alimentan
programas de software de gestión de proyectos socioeconómicos que
buscan una rentabilidad utilitaria, supervisado, evaluado y medido
por un project manager que en un futuro inminente dejará de
ser humano. (Ver: El futuro es del Project Manager artificial).
Dicha realidad, a la que
se conoce con el término de dataísmo -popularizado por el filósofo
sur coreano Byung-Chul Han en su obra Psicopolítica, y por el
historiador israelí Yuval Noa Harari en su obra Homo Deus-, concibe
que el hombre contemporáneo en una economía de Mercado ya no venera
ni a dioses ni al hombre mismo, sino que venera a los datos tal cual
religión, el flujo libre de los cuales representa el valor supremo
de las nuevas sociedades. En este sentido, para el dataísmo, las
experiencias humanas -con su correspondiente carga emocional- son
intrascendentales, pues considera que el valor de cualquier fenómeno
o entidad en la realidad conocida está determinado por su
contribución al procesamiento de datos, el cual tiene su alfa y
omega en la liberación de un conocimiento exento del arbitrio
subjetivo de las personas. Una tecnoreligión que busca, en
definitiva, “cortar el cordón umbilical con el humanismo” (sic).
Esta visión mecánica
del futuro de la humanidad con tintes radicalmente distópicos, si
bien encuentra en la actualidad ciertos visos de probabilidad
estadística en la proyección de la línea de suma de historias a la
que el ser humano de hoy está contribuyendo en su absurda
inconsciencia (Ver reflexiones sobre la temática en la sección
Robología/Roboética del Vademécum del Ser Humano), es una falacia
a la luz de los cuatro principios de la lógica formal:
1.-Ya que si se considera
al ser humano como un dato únicamente con valor cualitativo y
cuantitativo en virtud a su contribución en un sistema de
procesamiento de datos, se incurre contra el Principio de Identidad
del hombre como ser racional y emocional cuya existencia trasciende
una utilidad social concreta y determinada.
2.-Puesto que si se
considera la obtención del conocimiento de la realidad stricto
sensu fuera del arbitrio subjetivo del ser humano, se incurre
contra en el Principio de Contradicción del hombre como receptor
subjetivo cognoscente con capacidad de aprehensión de dicho
conocimiento. Pues el hombre, con independencia de la fuente
proveedora natural o artificial de un conocimiento objetivo
adquirido, no es un ser subjetivo y no subjetivo a la vez.
3.-En tanto que se
considera que la gestión de los datos busca una actualizada y mejora
continua de la sociedad humana, se incurre contra en el Principio de
Exclusión al considerar que dicha sociedad está formada por seres
humanos a los cuales no se les atribuye los rasgos propios de la
especie humana. Pues el hombre, en una sociedad humana basada en el
procesamiento de datos, no puede ser ni no humano ni medio humano.
4.-Y porque ir en contra
de dichos Principios de Identidad, de Contradicción y de Exclusión,
implica ir en contra del Principio de Razón Suficiente que determina
que las proposiciones anteriormente expuestas son verdaderas.
Dicho lo cual, el
dataísmo no puede considerarse como un fin al amparo de la razón de
un mundo humano, sino como un medio del mismo. Por lo que aquellos
que abogan por que el dataísmo debe suplantar al humanismo como
filosofía o razón de ser de las nuevas sociedades tecnológicas,
están abogando por la anulación de la naturaleza propia del ser
humano en el imaginario proyectado de dichas sociedades. Desde el
momento que reduzcamos al hombre a un mero dato, tanto informativo
como estadístico, estaremos matando la condición humana, y con ella
el humanismo como centro de gravedad identitario y filosófico de
nuestra especie. Más filosofía humanista y menos tecnovisionarios
que, quizás desde la inconsciencia (seamos indulgentes), están
traicionando a su propia estirpe.
Así pues, ante la
pregunta objeto de la presente reflexión de si dataísmo y humanismo
son compatibles, la respuesta categórica no puede ser otra que sí,
al menos mientras el ser humano no pierda el control de una sociedad
articulada sobre la gestión de datos de nuestra realidad con
previsible capacidad autónoma mediante inteligencia artificial
propia.