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El jueves 12 el IBEX 35 cayó un -14%, la mayor de su historia |
Que las medidas de
contención social por emergencia sanitaria van a prolongarse más de
lo estimado, nadie lo pone en duda visto los escenarios evolutivos de
referencia de China e Italia, y a la espera de crear una vacuna
efectiva contra el coronavirus. Asimismo, que la economía entra en
un estadio de recesión global a partir de finales del segundo
trimestre de éste año, tampoco ya nadie lo pone en duda a causa del
abrupto parón de la economía caracterizado por las restricciones en
la oferta, por el colapso de las cadenas de producción y
distribución, y a causa de la congelación de la demanda, por el
confinamiento ciudadano obligado como medida radical de contención
de la enfermedad viral, que entre otros efectos generan pérdidas
históricas nunca vistas en las bolsas financieras mundiales. En
otras palabras, el mundo se paraliza y con él la economía enferma
evolucionando de un estado de contracción a otro de recesión.
Un escenario en el que
uno de los países europeos en el que se verá más agravado, si
cabe, es en España. Principalmente por tres razones de peso de
índole estructural:
-En primer lugar, porque
somos un país cuyo 78 por ciento del PIB nacional procede del sector
servicios (turismo, comercio, hostelería y transportes), siendo éste
el más afectado por el colapso económico derivado de la pandemia.
-En segundo lugar, porque
el tejido empresarial español en general, y muy en particular el
sector servicios, se estructura a partir de las pequeñas y medianas
empresas, las cuales aun con las ayudas públicas de emergencia del
Gobierno no quedará exento de librarse de un efecto dominó de falta
de liquidez en la economía productiva (afectando tanto a proveedores
como acreedores) y, en consecuencia, de un efecto directo en la caída
libre de un empleo ya de por sí precario e insuficiente por
sistémico.
-Y en tercer lugar,
porque las medidas tan decididas como excepcionales por necesarias
del Gobierno de destinar un 20 por ciento del PIB nacional, mediante
recursos públicos, a intentar paliar el sangrado de una economía
española en parada cardíaca como medida de urgencia inmediata,
repercute directamente en el aumento a corto plazo de la deuda
pública de un país que roza ya el 100 por cien de su PIB autóctono.
Un contexto que, según
diversas previsiones, provocará ineludiblemente una caída en la
proyección de crecimiento del actual 2% del PIB español en 2019, a
cuotas del 0% en el mejor de los casos y de más del -2% en el peor
de los escenarios posibles en éste 2020, dependiendo de la evolución
de la actual batalla que nos toca librar contra la pandemia vírica.
Lo que nos retrotrae económicamente a más de una década a los
niveles parejos de inicio de la crisis global del 2008, cuyo PIB
nacional era del 0,8%. Y como ya sabemos por experiencia, el primer
año de inicio de toda crisis económica es el mejor, en términos
absolutos de productividad y empleo, al resto de los cinco años
siguientes venideros. Por lo que podemos afirmar que el nuevo brote
de crisis económica, dentro de la actual crisis de mercado que arrastramos desde la caída del banco de inversión norteamericano Lehman Brothers, no ha
hecho más que comenzar. Como reza el refranero, llueve sobre mojado.
Por otro lado, el colapso
económico que igualmente sufren por causas de fuerza mayor el resto
de países miembros de la Unión Europea, ponen en una situación de
jaque a las principales economías de la zona euro, ya que tanto
Italia en primer lugar, como Alemania y Francia en segundo lugar,
están al borde de la recesión. Con una previsión, además, para el
conjunto de la economía del viejo continente en este 2020 de un PIB
negativo. Recordando que solo Alemania, Francia, Italia y España
aportan en su conjunto el 55 por ciento del PIB de la zona euro,
representando así las economías locomotoras de la Unión Europea,
con independencia de las diferencias estructurales existentes entre
sí.
Las tres grandes preguntas del día después
En este contexto
poliédrico, no puedo más que plantearme tres grandes preguntas:
1.-Pregunta de Filosofía
Política:
En un escenario de
colapso e inminente recesión económica por parte de los estados
miembros de la zona euro, cuyas medidas de emergencia causadas por la
crisis sanitaria de la pandemia ha hecho saltar por los aires el
espacio Schengen de libre circulación de ciudadanos y mercancías por
decisión unilateral de los países más afectados (que a la par son
los más notables), para zozobra y desconcierto de un gobierno
central de la Unión Europea que no tiene capacidad de gobernar y
mucho menos de imponer (pues de estos barros son aquellos lodos), la
pregunta del millón es conocer si las medidas excepcionales de
cierre de fronteras nacionales se convertirá en un futuro inmediato
en una medida normalizada y sostenible en el tiempo, sobre el
principio de la vuelta a una “Economía de Villa” en términos
aristotélicos como medida de protección y subsistencia de las
economías locales frente a una “Economía de Mercado” herida
fatalmente, al menos en un primer periodo de reconstrucción de las
economías nacionales.
En tal caso, no solo el
proyecto de la Unión Europea se verá afectado en su esencia como
ideal filosófico, pues representaría un desmembramiento orgánico
del mismo de facto, sino asimismo quienes se verán más
afectados son las economías de los 24 países restantes más pobres
que sobreviven a expensas del motor económico de cuatro pistones
(Alemania, Francia, Italia y España).
2.-Pregunta de Filosofía
Económica:
En un escenario cuyo
colapso económico obliga a los Estados, como medida de emergencia
social equiparable a un estado de guerra, no solo a capitalizar para
su movilización los recursos públicos, sino incluso aquellos
recursos privados necesarios mediante la formulación de planes de
nacionalización de empresas privadas, un planteamiento que ya está
encima de la mesa de los gobiernos de países como Alemania, Francia,
Italia e incluso España. La pregunta del millón no es otra que
conocer si dicha medida excepcional conllevará, a medio plazo, un
cambio de paradigma en el actual modelo del sistema económico de
Mercado europeo que puede abrir la puerta a un nuevo modelo económico
consolidable más socializador de los medios de producción nacional.
Lo cual comportaría una redefinición de las reglas de juego en las
sociedades actuales de libre mercado, y asimismo un replanteamiento
substancial del ideario capitalista al sobreponer el bien colectivo
como bien supremo a proteger sobre el bien privado. Una medida que,
sin lugar a dudas, obligará a evolucionar por actualización a los
mismos principios rectores de las actuales democracias.
3.-Pregunta de Filosofía
Social:
En un escenario de
colapso económico y social como el actual, en el que los Estados
Sociales y Democráticos de Derecho de los principales países
motores de la Unión Europea se ven obligados a redimensionar al alza
su Bienestar Social como medida imprescindible de protección de sus
conciudadanos, en una clara afectación directa y sin precedentes de
los Presupuestos Generales de los Estados. La pregunta del millón es
conocer la capacidad de aguante y de protagonismo que pueden tener
los Estados de Bienestar Social de los países implicados frente a
una política de endeudamiento público al alza y en el contexto de
una economía limitada por una escasez de ingresos fiscales por
mayormente improductiva. Lo cual no solo abre la puerta a una
previsible tendencia sociológica de corte populista en el que el
papel paternalista del Estado adquiere preponderancia, sino que
obliga al Estado como ente inductor a replantear a futuro la lógica
de redistribución de rentas de trabajo y de capital en una sociedad
de mercado que pivota sobre el eje del Bienestar Social como bien
superior. Una situación que, previsiblemente de cumplirse, puede
tener como efectos colaterales el resurgimiento de la ya
prácticamente extinta clase social media como fórmula contrastada
de dinamización productiva de un país y, asimismo, la aceleración
de un modelo social robotizado como fuente cotizadora en las arcas de
la Seguridad Social para el aseguramiento y consiguiente
consolidación de un nuevo instrumento de las futuras democracias
sociales modernas: la renta básica universal, que asegura la
protección universal del principio de dignidad de vida de las
personas.
Como vemos, preguntas
nuevas ante un nuevo escenario. O mejor dicho, para el día de
después tras el fin de la guerra contra la pandemia. En todo caso,
elucubraciones a parte, lo que sí sabemos con certeza es que en esta
ocasión el David del coronavirus no vencerá al Goliat de las
sociedades democráticas modernas. Y que tras la batalla, viene un
tiempo nuevo lleno de oportunidades para reconstruir una mejor y
actualizada humanidad, con plenas implicaciones en todas las áreas
de la dimensión humana. El mundo, tal y como lo conocemos, habrá
cambiado.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano