El título de esta breve
reflexión no puede ser más esclarecedor: sin clase social media, no
hay Democracia. Pues la clase social media es el in medio virtus
del espectro de clases sociales habidas en una sociedad. ¿Y qué
pasa cuando no hay punto medio?, pues que solo quedan los extremos. O
dicho en términos sociológicos, el espectro social existente se
reduce a la clase alta y la clase baja, entendiendo en ésta última
tanto la clase trabajadora como la no trabajadora en situación de
pobreza real. Sí, sin clase social media, las sociedades quedan
divididas bajo parámetros de su propia polarización, retrotrayéndonos a eras preindustriales.
Y, ¿cuál es la mecánica
de la lógica social en una sociedad polarizada en clases sociales?.
La respuesta es obvia: la dinámica de la organización social en
dicho escenario en absoluto resulta nada equitativa, equilibrada y/o
justa, por mucho que se guarden más o menos las formas, pues todo
polo, por idiosincrasia, repele a su opuesto. La tendencia natural,
por tanto, es el intento de los polos por dominar a su antagónico.
Siendo vencedor aquel que ejerce una mayor fuerza contra su
contrario.
En una sociedad compleja
por global como la contemporánea, la fuerza reside en quién
ostenta el poder económico, es decir, las riendas del Mercado. De lo
que se deduce que la clase social alta, cuya identidad como clase
social propia viene definida no tanto por su capacidad intelectual
sino principalmente por su elevado nivel de rentas de trabajo o de
capital, representa el segmento social con una mayor capacidad
potencial de fuerza en una sociedad polarizada.
La fuerza, asimismo y
como es bien sabido por todos, en una magnitud que mide la capacidad
de transformación de una realidad singular. Una capacidad de cambio
que lleva implícita una fuente de energía cinética que posibilita,
en el ámbito social, un cambio tanto en positivo (evolución), como
en negativo (involución). La fuerza ejercida desde la evolución la
denominamos desarrollo social, mientras que aquella fuerza ejercida
desde la involución la denominamos retroceso social. No obstante,
ambas caras de una misma moneda (la fuerza) se materializan a través
de dos vectores comunes: el control, que comporta vigilancia y
verificación; y el dominio, que comporta autoridad y superioridad.
La incógnita del
resultado de la fuerza social ejercida, como desarrollo o retroceso
social en una sociedad polarizada, viene despejada por un factor
humano tan relevante como indispensable en toda ecuación de esta
naturaleza: el egoísmo humano. Una constante universal cuya
participación provoca, en términos de matemáticas humana, que en
toda sociedad polarizada, aquel extremo social con mayor capacidad de
fuerza ejerza una energía de transformación mayor y en sentido
contrario contra su extremo social opuesto para controlarlo y
dominarlo en parámetros de retroceso social. Es decir, en una
sociedad de Mercado polarizada, la clase social alta tiende a oprimir
instintivamente y con descaro los derechos sociales de la clase
social baja para interés y beneficio propio. Es por ello que diversas
voces ya claman a cielo abierto que el Neoliberalismo (que es la
filosofía que rige el Mercado capitalista) es contraria a la
Democracia, pues tiende a suprimir los derechos sociales e
individuales fundamentales que recoge ésta.
Pero igual ocurre en un
teórico (y empíricamente demostrado históricamente) contexto de signo contrario, cuando es la clase baja la que
ostenta una capacidad de fuerza mayor y en sentido contrario contra
la clase alta. En este sentido, en un sistema referencial dual de
extremos, en vez de una organización
socio-económica de libre mercado nos encontraríamos frente a una
organización socio-económica de mercado férreamente tutelado. Aquí
diríamos que el Comunismo (como máximo exponente de un Mercado hipertutelado) es contrario a la Democracia, pues -de
igual manera que el Neoliberalismo- tiende a suprimir los derechos
sociales e individuales fundamentales que defiende una sociedad democrática.
De lo que se deduce,
expuesto lo cual, que para la existencia viable de la Democracia, como
sistema de organización humana que vela por la justicia y la equidad
social como principios dignificadores de las personas a título
individual y colectivo, ésta requiere de un hábitat social lo menos
polarizado posible. Un efecto atenuante que solo es posible mediante
el corpus orgánico de la clase social media, entendiéndose
la misma tanto en parámetros de nivel cultural como de nivel
económico.
Dime qué peso tiene la
clase social media en una sociedad, y te diagnosticaré la salubridad
de su Democracia.
La consiguiente pregunta
obligatoria, por tanto, no puede ser otra que: si la ausencia de la
clase social media pone en peligro la Democracia, ¿por qué no se
toman medidas al respecto?. (Ver: ¿Por qué la clase media es la gran olvidada si aporta estabilidad económica, social y política?). Ésta respuesta, como en muchos otros casos, la encontramos sintetizada en una de las máximas clásicas más celebres de la humanidad: Nihil novum sub sole.