Desiderátums es el
plural de desiderátum, una bella palabra española originaria del
latin que significa literalmente “deseo que aún no se ha
cumplido”. Por lo que, nosotros desiderátums se pude transcribir
como “nosotros deseamos algo que aún no se ha cumplido”. Un
sentimiento de aspiración que es común a todos los mortales, sin
excepción alguna, pues incluso el ser espiritual más desapegado de
los placeres terrenales no se siente autorealizado hasta que deja
atrás su condición de ser encarnado.
Sí, todo ser humano
desea algo que aún no se ha cumplido en el relato de su efímera
vida hasta el momento justo de su última exhalación. Las razones
debemos buscarlas en la propia naturaleza del deseo humano, la cual
cuenta con una doble dimensión: una de carácter endógena al hombre
como ser sintiente y pensante, y otra de carácter exógena al hombre
como ser social que existe en una realidad espacio-temporal concreta.
La dimensión endógena
del deseo es intrínseca a la esencia impermanente del ser humano,
que vive su propia vida en un flujo continuo de cambio y
transformación, provocando un efecto de renovación perenne del
sentimiento del deseo. Es decir, allí donde finaliza el anhelo por
alcanzar un deseo, emerge de manera ipso facto y sin vacío de
continuidad el inicio de la cadena psicoemocional que manifiesta el
afán por alcanzar un nuevo deseo, con independencia de lo pequeño o
grande que sea el objeto deseado, y que éste se pueda expresar
inicialmente de manera inconsciente o por falta de aceptación
consciente hacia el mismo. Pues la vida, por ser vida, existe en su
esencia empujada por una fuerza irresistible que la subyuga a una
renovación constante de sí misma.
Mientras que la dimensión
exógena del deseo que aún no se ha cumplido viene determinado por
los condicionantes de la realidad más inmediata en la que coexiste
el hombre como sujeto del deseo. En este sentido, el deseo que aún
no se ha cumplido puede ser de naturaleza alcanzable o inalcanzable,
dependiendo de la relación de correspondencia entre el sistema de
coordenadas del deseante y el objeto deseado bajo el imperativo del
principio de realidad, íntimamente ligado al principio humano,
profundamente humano, del principio de oportunidad. Por lo que el
desiderátum, en su dimensión exógena, puede presentarse tanto como
una aspiración caduca (por alcanzable) o sostenible en el tiempo
(por inalcanzable) de la vida singular de un hombre sintiente
concreto. Así como el desiderátum como aspiración caduca, en
particular, puede contener un horizonte temporal alcanzable a corto,
medio o largo plazo, dependiendo asimismo del ser humano y de su
realidad circunstancial, destino mediante. [Ver: Destino (actitud
frente al), Destino (esencia) y Destino (inevitable) en el apartado“D” del glosario de términos del Vademécum del Ser Humano].
Por otro lado, no deja de
ser curioso, a la par que maravilloso, el observar que el ser humano
tiene la capacidad de aferrarse a lo largo de su vida a un
desiderátum inalcanzable, aunque dicho imaginario represente ir en
contra de cualquier lógica en su sistema de coordenadas existencial.
Un anhelo que puede enfrentarse, en materia de gestión emocional y
dependiendo de cada persona a título individual, ya sea desde una
esperanza incombustible, o desde una aceptación realista, e incluso
desde la postura poco saludable de una frustrada resignación,
abocando al individuo a vivir su realidad cotidiana desde estadios
tan diferentes como puedan ser la alegría, la tristeza o la rabia. Y
es que, aunque la lógica del principio de realidad sea aplastante,
la esperanza es lo último que se pierde en la intimidad más
recóndita de cada cual, quizás porque éste sea un sentimiento del
ser humano entroncado genéticamente con el instinto ancestral de
supervivencia y superación de nuestra propia especie como seres
animales.
¿Quién no tiene un
desiderátum inalcanzable, verdad? Aunque sea públicamente
inconfesable por rubor social. En mi caso particular, confieso que
uno de mis desiderátums es poder vivir frente al mar en una
existencia de plácida escritura reflexiva pipa en boca, que si bien
se me antoja como inalcanzable como ser lógico-racional en el marco
de mi realidad contextual, mantengo la esperanza que sea un deseo
caduco a medio plazo como ser emocional. Qué se le va a hacer,
reconozco que soy positivo por naturaleza, y mientras haya vida, como
escribió el poeta griego Teócitro, hay esperanza. Al menos, hasta
que las Moiras, o en su defecto la Muerte, me diga lo contrario.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano