A escasos cuatro días
del inicio del año nuevo, en una reedición de la década de los
años veinte en plena era tecnológica, el hombre glocalizado
contemporáneo parece inmerso en un caos. Tan solo hay que ojear las
noticias tanto nacionales como internacionales de rabiosa actualidad
para despejar la evidencia. Por lo que hoy me apetece especialmente
reflexionar sobre el ser humano y su relación de coexistencia con el
orden y el caos como sistemas vitales de referencia.
Principios de física a
parte, si tuviéramos que asociar un estado emocional a los conceptos
del orden y el caos, a nadie se le escapa que el orden nos evoca un
estado parejo al de la tranquilidad y el relax por armonioso en el
emocionario humano, mientras que el caos lo asemejamos a su extremo
opuesto como un estadio de intranquilidad y tensión continua por
discordante. Al menos en primera instancia. Pues en una segunda y más
reflexiva revisión, el hombre -sobre todo el de nuestro tiempo-
puede llegar a asociar de manera tan intuitiva como natural el
concepto del orden con un estado de aburrimiento y el concepto del
caos con un estado de diversión. Aunque, personalmente, poca
diversión me parece el hecho de vivir de manera continua en un
entorno caótico -por cambiante, confuso e indefinido-, por mucho que
se viva al grito existencial del carpe diem.
Una comunión de
contrarios que coexisten en la realidad humana derivado del hecho que
el hombre, al fin y al cabo, no es más que una compleja
micropartícula vibrante del Universo -un punto espacio-temporal
orgánico- con frecuencias de ondas cerebrales tanto alternas como
discontinuas, cuya secuencia frecuencial está profundamente
determinada por múltiples inputs intrínsecos a su propio sistema
referencial. Un naturaleza humana dual, por alterna, que posibilita
que el hombre como ser animal coexista en la frontera entre los
mundos del orden y el caos, pudiendo transitar de una a otra
dimensión, con o sin voluntad propia mediante, por efecto directo de
condicionantes tanto endógenos (necesidades biológicas singulares,
como pueda ser la edad o los rasgos de personalidad psicoemocional)
como por condicionantes exógenos (la arrolladora fuerza centrífuga
de la realidad más inmediata en sus múltiples formas, ya sean éstas
políticas, económicas, sociales, medioambientales, tecnológicas,
etc.).
En este sentido, siendo
el orden y el caos dos opuestos de una misma naturaleza, la humana,
(como lo son el frío y el calor para la naturaleza de la
temperatura), es evidente que el hombre requiere de ambas para su
desarrollo evolutivo, ya sea a nivel individual como colectivo. No
obstante, dichos opuestos no tienen una sola lectura, sino que
cuentan con diversos niveles de connotaciones posibles para la
realidad humana dependiendo de la materia de conocimiento sobre la
que nos focalicemos. Así, podemos observar, entre otros, que:
1.-Desde un enfoque
metafísico, el orden es la manifestación formal del principio de
permanencia y de determinación, mientras que el caos es la
manifestación formal del principio de impermanencia y de
indeterminación (que no indefinible) existente en nuestro Universo.
2.-Desde un enfoque
ontológico, y más específicamente de la física de la mecánica
del ser, ambos opuestos, en su estado repulsivo en tensión continua,
generan la fuerza motriz necesaria para el movimiento humano como
especie dentro del flujo continuo de la vida.
3.-Desde un enfoque
sociológico, por no decir antropológico, la polarización del orden
ayuda a consolidar nuevos estadios evolutivos alcanzados por el ser
humano, mientras que la polarización basculante en su contrario del
caos deviene el revulsivo necesario para forzar saltos cualitativos
(por alteración del principio de armonía del conjunto) dentro del
propio estadio del orden que, por alternante, siempre es discontinuo.
Y, 4.-Desde un enfoque
epistemológico, para la limitada capacidad cognitiva humana, el
orden como concepto lo equiparamos a la categoría procedimental de
la Lógica y la Razón, mientras que el caos como concepto lo
asociamos a la categoría procedimental de lo ilógico y lo
irracional.
Por otro lado, si bien
orden y caos forman parte indivisible de la naturaleza humana (siendo
fuerzas opuestas en continua tensión que determinan el principio de
causalidad de la evolución de la misma), los seres humanos -en
plenitud de nuestras sanas facultades psicoemocionales- tendemos a
buscar estadios de existencia lo más prolongados posibles dentro de
la dimensión real del orden a título incluso individual, en
detrimento del caos. Pues, no en vano, las ideas innatas por
apriorísticas de nuestra especie, que dan forma y consistencia a
nuestra realidad desde el instante incluso anterior a la propia
concepción, se fundamentan sobre estructuras de pensamiento lógicas
y racionales, como es la geometría matemática como máximo
exponente.
[Es por ello que
asimismo podemos decir por razonamiento deductivo, y como apunte a
esta reflexión, que el hombre como ser vivo, y en su dualidad, es un
organismo mayormente reactivo, pues si bien el caos se manifiesta
como una fuerza proactiva (capaz de implosionar, por ímpetu
regenerativo, la realidad conocida), el orden es una fuerza reactiva
del caos (capaz de armonizar, por imperativo apriorístico, la nueva
realidad implosionada)].
No quisiera acabar, a
modo de conclusión y tras la exposición realizada, sin comentar el
hecho que:
1.-Si bien es cierto que
el hombre habita en un espacio fronterizo entre el orden y el caos;
2.-Si bien es cierto, a
su vez, que nuestra naturaleza -en su sano juicio- tiende a buscar y
alcanzar un estadio existencial marcado por el orden;
3.-Siendo cierto,
asimismo, que dicho orden es una manifestación formal del concepto
apriorístico de la Lógica y la Razón como fundamento del sentido
común de los hombres;
4.-No es menos cierto que
hoy en día vivimos en unas sociedades recién entradas en el año
2020 donde dicho sentido común, a la luz de la Lógica y la Razón,
parece mostrarse como el menos común de los sentidos.
En un tiempo
protagonizado por un patente desplazamiento progresivo del centro de
gravedad del fronterizo hábitat humano hacia el caos, más Lógica y
Razón, por favor. Y en caso de incapacidad humana por fuerza mayor
de orden natural cíclico, solo cabe prepararse para afrontar la
previsible tempestad a falta que tarde o temprano regrese la calma
(Ver: La vida personal y colectiva no es lineal, sino que sigue un patrón geométrico cíclico y Trump o el cumplimiento del movimiento pendular de la Historia). En tal caso, y como dijo el César, alea
iacta est.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano