lunes, 23 de diciembre de 2019

La última libertad humana es poder decidir


La última libertad humana es poder elegir, escribió sabiamente el célebre psiquiatra austriaco Viktor Frankl en “El hombre en busca de sentido”, obra publicada un año después de su paso por los campos de concentración nazi y del final de la segunda guerra mundial. Y no se refería a la capacidad de elección material, sino a la elección de la actitud personal que cada cual adopta frente a su propio destino para decidir su camino.

Tener la libertad suficiente para poder elegir aquello que materialmente queramos a cada momento de nuestra existencia, no solo es una quimera en este mundo -como ya apunté en “La vida en venta”-, sino que a todas luces es insalubre para la pequeña y frágil mente humana. Pero alcanzar la última libertad personal en el mundo, ya no de las formas, sino de las ideas, resulta una empresa totalmente factible para el ser humano. Pues es el pensamiento, y no la actitud, la verdadera última libertad de todo hombre.

Personalmente considero la actitud, como capacidad de elección, como un punto medio fronterizo entre el mundo material de las formas y el mundo intelectual de las ideas. Y aún más, como animales sociales por naturaleza que somos, la actitud si bien se encuentra en el umbral de la última libertad humana se ve irremediablemente determinada por sometimiento al contexto del mundo de las formas. Es por ello que la última libertad humana es el pensamiento personal.

Pero, para la autorealización de cualquier ser humano a lo largo de la historia, ¿es suficiente alcanzar la libertad mediante el libre pensamiento? O, dicho en otras palabras, ¿el hombre consigue sentirse plenamente libre mediante la (no tan simple) acción de pensar?. Indiscutiblemente no. Pues no existe hombre alguno que viva enajenado de su realidad formal más inmediata. Por lo que si bien el pensamiento individual, por singular e íntimo, es la última libertad del hombre, su beneficio para la naturaleza humana, profundamente humana, resulta tan volátil como los efectos embriagadores producidos por un trago largo de cualquier bebida espirituosa.

Así pues, ¿cuál podríamos decir que es la última libertad para un ser como el hombre que coexiste entre el mundo de las formas y el mundo de las ideas? Siendo pragmáticos, la respuesta no es otra que la capacidad de decisión. ¿O a caso habría alguna persona que no se sintiera en un estado de plena libertad si tuviera la capacidad real de decidir en cada momento de su vida? Pues libertad y capacidad de decidir son dos conceptos que conviven en el mismo estrato categórico, a diferencia del tandem libertad y actitud o libertad y pensamiento.

Sí, la última libertad humana (real) es poder decidir. Pero, como ya apunté en una reflexión anterior: “Nadie está exonerado del precio que tiene que pagar por su propia libertad personal”. Es decir, la capacidad de decidir no solo tiene un precio, sino que es una empresa solo apta para héroes en el sentido más clásico del término. Pues decidir implica autoridad interna, que es la firme voluntad consciente de mostrarnos fieles con nosotros mismos y con los demás, y la valentía suficiente para actuar de manera coherente con dicha autoridad personal. (Ver: Conoce la fórmula de la Autoridad Interna). Pero todo héroe tiene su talón de Aquiles, que no es otro en la última libertad humana de poder decidir que la moral. Sí, la moral, ya sea iluminada por los valores universales o por los valores culturales por sociales (moralina), acaba por encadenar al héroe en algún punto de su odisea particular. Pues al héroe se le presupone consciencia, la cual madura a lo largo de su periplo existencial, y no existe consciencia sin moral. De hecho, son dos dimensiones indisociables para la naturaleza humana, como pueda ser en una fruta la piel de su parte carnosa comestible.

No obstante, aunque el hombre es pragmático por necesidad (de supervivencia) en su realidad cotidiana, paradójica y afortunadamente nos inspiramos en ensoñaciones utópicas. Por lo que no hay nada malo en invocar la capacidad de decisión como la última libertad humana. ¡Ojalá tuviéramos libertad de decisión!, pues nos sentiríamos libres como pájaros. Pero el principio de realidad siempre acaba imponiéndose, pues no somos pájaros, ni libres. Aunque ello no exime de poder emular, aunque sea puntualmente y en ocasiones contadas a lo largo de nuestra vida, a los míticos héroes de antaño. Conscientes -para el bien de nuestra cordura- que los mitos, como los sueños, mitos son.


Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano