¿Quién puede vivir sin
dinero? Hoy en día, prácticamente nadie, a no ser que se viva al
margen de la sociedad. Pues toda sociedad humana se desarrolla sobre
la base de un sistema económico de Mercado. Es decir, es un sistema
económico en tanto en cuanto genera la riqueza y la producción,
distribución y consumo de bienes y servicios requeridos para cubrir
las necesidades de la sociedad, y es de Mercado porque asimismo es un
espacio público en el que no solo se manifiesta la oferta y la
demanda de dichos bienes y servicios, sino que a la par es donde se
determina el precio, como valor monetario, de los mismos. Un sistema
económico de Mercado que, por otro lado y específicamente en el
mundo occidental contemporáneo, cabe señalar que se articula sobre
los principios de una filosofía concreta conocida como Capitalismo,
como es bien sabido por todos.
El Capitalismo, por
tanto, siendo el medio natural para el desarrollo de la realidad
humana occidental (al menos desde el origen de los gremios, que es
tanto como aludir al origen de la civilización) se ha convertido en
la naturaleza substancial del hombre contemporáneo. Aunque,
ajustados a Historia, es de obligada anotación puntualizar que el
Capitalismo como concepto económico de organización social stricto
sensu nace a partir del siglo XVI (concretamente en Inglaterra y
como sustitución del feudalismo). Pero puntualizaciones históricas
a parte, lo relevante de la presente narrativa es tener clara la idea
de que nuestras sociedades se desarrollan como estructuras orgánicas
capitalistas, como es por todos conocido y asumido. Es decir, a nivel
económico nuestras sociedades se articulan sobre tres ejes
fundamentales: el derecho a la propiedad privada en los medios de
producción, la importancia del capital como generador de riqueza, y
la asignación pública y privada de recursos a través del mecanismo
del Mercado.
Y es justamente sobre la
dinámica del mecanismo del Mercado donde pretendía llegar, tras
esta pequeña introducción, para despejar el quid de la
presente reflexión. Así pues, centremos en este punto el nudo
argumental desglosado en tres premisas:
1.-A nadie se le escapa
que el rasgo característico por excelencia del Mercado en un sistema
económico capitalista, además de devenir su factor clave de
sostenibilidad, no es otro que la Productividad (entiéndase aquí
como capacidad de producción por unidad de trabajo).
2.-La Productividad, en
pleno siglo XXI, ha tomado el sendero de la aceleración exponencial
a causa de factores como la globalización, la superpoblación, la
saturación de la competencia sectorial en términos de oferta de
productos y servicios, la carrera de la innovación como instrumento
de competitividad, o la tecno sobreexplotación de recursos naturales
y artificiales, entre otros.
Causas (vinculadas al
principio del punto crítico) cuyo análisis descarto como objeto de
la presente reflexión. Pues más que las causas me interesa los
efectos sociológicos de la Productividad, no tanto en su connotación
claramente negativa respecto a la capacidad real que tiene el hombre
contemporáneo de desarrollar su libertad individual en este contexto
[reflexión recogida en “Hemos caído en la trampa existencial dela esclavitud de la Productividad (en quiebra)”], sino en relación
al aumento progresivo de la flagrante Desigualdad Social existente en
nuestra sociedad.
y, 3.-La Productividad,
en nuestra era, se vincula a la Desigualdad Social. Pero, ¿cómo es
posible dicha asociación?, podemos preguntarnos. Ya que,
contrariamente, parecen conceptos antagónicos. De hecho, lo cierto
es que intuitivamente, por programación neurocultural, asociamos la
Productividad a un mayor grado de Bienestar Social. Pero la realidad
nos demuestra otra evidencia bien diferente: la riqueza producida por
la Productividad en las últimas décadas, en lugar de generar
sociedades más equitativas, han creado una galopante y profunda
brecha social entre aquellos con más rentas de trabajo y de capital
(ricos) versus aquellos otros con menos rentas de trabajo y
mayormente exentos de rentas de capital (pobres).
La respuesta a este
enigma, a modo de conclusión de las premisas presentadas por
razonamiento inductivo, es sencilla: la diferencia entre
Productividad y equidad social se debe a las políticas de
explotación laboral, provocando que los trabajadores de nuestro
tiempo trabajen más y ganen menos. O dicho en otras palabras, la
Productividad en un mercado con lógica capitalista empobrece al
trabajador y genera Desigualdad Social. [Ver: La estafa de ser pobre (modelo Ponzi)]
En este sentido la
Productividad se comporta, en términos de concentración de capital
y por tanto de riqueza, de manera semejante a la fuerza gravitatoria
universal que provoca que toda la materia existente -galaxias
incluidas- se vaya concentrando en un solo punto del cosmos, dejando
el resto del universo inmerso en un gran vacío. Un efecto social
observable en el punto actual de la historia de la humanidad causado,
principalmente, por el hecho que el capitalismo como sistema
económico de organización social ha alcanzado niveles críticos en
materia de explotación de recursos naturales, fabriles y humanos.
Por lo que podemos
afirmar, en la actualidad y como evolución natural del Capitalismo
que ha alcanzado un punto de inflexión histórico, que la fuerza de
Explotación Laboral que ejerce una persona puntual con Capital 1
sobre otra persona con Capital 2 es directamente proporcional al
producto de los capitales, y directamente proporcional al cuadrado
del estatus de la Clase Social que les separa, y donde la Producción
actúa como constante que determina la intensidad de la fuerza de
atracción productiva entre personas de diferente capital dentro del
Mercado. Una respuesta a modo de nomenclatura que, escrita como
formulación, sería como sigue:
EL = P [(C1 C2)
CS²]
Donde EL es la
fuerza de explotación laboral, P la constante de atracción
productiva del Mercado, C el capital y CS la clase
social elevada al cuadrado. Una formulación de la que podemos
extraer las siguientes conclusiones:
1.-La fuerza de
Explotación Laboral siempre es atractiva entre personas con
Capitales diferentes. (Base del Capitalismo)
2.-La fuerza de
Explotación Laboral tiene alcance infinito dentro del Mercado. Dos
personas con Capitales diferentes, por muy alejados que se
encuentren, experimentan esta fuerza. (Base de la Globalización)
3.-La constante de la
Productividad determina la intensidad de atracción productiva de
Mercado entre personas con Capitales diferentes. (Base de un sistema
económico de libre competencia)
4.-A mayor distancia de
Clase Social mayor fuerza de Explotación Laboral, y a menor
distancia menor fuerza de Explotación Laboral. (Base del Mercado
laboral)
Ante esta situación, la
pregunta no puede ser otra que ¿cómo revertimos dicha tendencia?.
¿Cómo trasformamos la Productividad en una fuerza motriz de
Bienestar Social en vez de ahondar en su actual naturaleza
como generador de Desigualdad Social, en términos de colectividad?.
La respuesta se haya en la redefinición de los principios rectores
del Capitalismo, pero no desde un enfoque marxista, sino desde una
misión y visión de un Capitalismo Humanista (Ver: El Capitalismo neoliberal ha muerto ¡Viva el Capitalismo Humanista!). Introducir el
vector del Humanismo de manera transversal en la filosofía
capitalista equivale a entender que la maximización de la libertad
individual del hombre para perseguir su propio interés no es
sinónimo de maximización del bienestar colectivo, como creían
primero Keynes y luego Friedman con todas sus diferencias, pues el
hombre si bien es un ser social por naturaleza asimismo es un ser
egoísta por esencia (Ver: La exaltación del Egoísmo: el éxito del Capitalismo).
En esta línea, a la
formulación anteriormente descrita del fenómeno contemporáneo de
la Explotación Laboral que contiene la Productividad como constante
que determina la intensidad de la fuerza de atracción productiva
entre personas de diferente capital dentro del Mercado, produciendo
que los trabajadores trabajen más y ganen menos (fundamento de la
Desigualdad Social), requiere de una urgente implementación de un
Principio de Correspondencia que establezca que la Productividad del
Mercado deba de emerger como una aproximación simétrica al
Bienestar Social colectivo a medida que los sistemas de referencia
(entiéndase aquí Mercado y Sociedad) aumentan de tamaño. Es decir,
el derecho a la propiedad privada en los medios de producción, la
importancia del capital como generador de riqueza, y la asignación
pública y privada de recursos a través del mecanismo del Mercado
deben tener una relación de complementación directa con un Estado
de Bienestar Social como medio para garantizar la equidad y la
justicia social como máximas de toda sociedad.
Solo mediante la
aplicación de un Principio de Correspondencia entre Mercado y
Sociedad podremos presentar batalla a la Desigualdad Social. En caso
contrario, como ya es patente, la célebre frase de Hobbes de “el
hombre es un lobo para el hombre” se erigirá cada vez con mayor fuerza como la máxima de nuestros tiempos. A falta del Principio de
Correspondencia, que cada cual se salve como pueda, pues la bestia de
la Productividad sin control se crece en la política de la tierra laboral quemada.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano