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Escudo de los Mármol. Castillo "la Candelaria". |
En esta refrescante
mañana de 18 de noviembre de 2019, desde un despacho de la parte
alta de Barcelona -para que quede constancia como pequeña crónica
familiar para generaciones futuras-, me apetece reflexionar sobre la
herencia psicoemocional de nuestros antepasados o “inconsciente
familiar” que determina la vida de las personas a través de una
lealtad invisible transgeneracional, haciéndonos preguntar si somos
lo que somos o somos lo que fuimos.
Para desarrollar el tema
objeto de reflexión, echaré mano del caso práctico de la estirpe
de los Mármol, quienes a día de hoy nos contabilizamos en un total
de 245 personas con el mismo apellido de origen repartidos entre 20
países de todo el mundo, registrando la mayor concentración de
parientes en España con un 41% (distribuidos entre Andalucía con un
41%, Madrid con un 22% y Cataluña con un 19%), y en el continente
americano con un empadronamiento del 51% (principalmente en
Iberoamérica y con especial relevancia en la República Dominicana
con una cuota del 60%), así como por el resto del mundo de manera
diseminada con el 8% restante. Un colectivo filogenético que juntos
ocupamos tan solo dos edificios de ocho plantas contiguos, y nos
sobra espacio. La causa de ser un grupo de parientes -más o menos
lejanos- tan reducido es debido a la política endogámica y de
protección familiar del linaje en sus orígenes (homogamia grupal).
Y es justamente a éstos orígenes genealógicos que toda persona
debe ahondar para poder establecer los parámetros de causalidad de su
herencia psíquica o inconsciente familiar que definen, a grandes
rasgos parametrales, su manera de ver, entender y relacionarse con su
realidad más inmediata.
Conocer el pasado para
entender el presente
Expongamos, pues, con la
mayor síntesis posible el origen y evolución del linaje de los
Mármol que nos permita conocer el pasado con la clara
intencionalidad de entender el presente: El fundador de la estirpe de
los Mármol fue el maestro Alonso de Toledo, médico de cámara
(formado en la Universidad de Salamanca) de los reyes castellanos
Enrique III “el doliente” y Catalina Lancaster, y de su
hijo Juan II en el siglo XIV-XV, un judío converso que adoptó el
nombre de Alonso de Mármol por la presión social antijudía de
finales de mil trescientos y tras la instauración del Santo Oficio
(la temida Inquisición). A partir del cual, y al calor del poder de
la monarquía española entre los siglos XV y XVIII, la estirpe
familiar de los Mármol progresó en su ascenso social llegando a ocupar importantes
cargos como funcionarios, miembros del clero, militares,
intelectuales, aristocrátas e incluso miembros del Gobierno de la
Monarquía. (“Los Mármol, un linaje de origen converso al servicio de la monarquía española”, Javier Castillo Fernández,
Historia y Genealogía Nº 4, 2014, Págs 193-234).
Sí, la familia de los
Mármol, de origen judeoconverso con algún que otro entroncamiento
mozárabe, se caracterizó por una larga trayectoria de hombres
preclaros al servicio de la monarquía donde medraron como
funcionarios intermedios en distintos ámbitos: en la Casa Real, en
los Funcionarios Regios y en los Ejércitos Imperiales. En la Casa
Real, no solo ocuparon cargos como médico real de cámara, donceles,
guardas, continos y aposentadores reales, entre otros, sino que
incluso unos Mármoles fueron secretarios y escribanos de cámara de
los Reyes Católicos y de los reyes Juan II y Enrique IV, y una
Mármol fue nodriza del príncipe D. Diego (tercer hijo varón del
Rey Felipe II). Como Funcionarios Regios ostentaron escribanías
tanto de Cámara como de Chancillería (Valladolid, Ciudad Real,
Granada) en algún caso durante más de un siglo, así como
mantuvieron en poder de la estirpe familiar ininterrumpidamente
durante casi siglo y medio los cargos de funcionarios del Consejo de
Castilla, siendo además tesoreros reales, recaudadores de la Corona,
administradores de rentas de obispados y de rentas reales, destacando
en éste ámbito el papel de un Mármol en la redacción de las
ordenanzas del Consejo Real de los Reyes Católicos. Mientras que en
los Ejércitos Imperiales, ocuparon diversas responsabilidades como
principal atributo de cualquier linaje que se preciara con estatus
caballeresco, estando presentes en la conquista de Navarra, en la
guerra contra la rebelión de los moriscos, y en las batallas de
África, Portugal, Francia, Italia y Bélgica, ejerciendo diversos
rangos militares como alférez, capitanes, maestres de campo,
gobernadores, comisarios, preveedores y veedores generales. De hecho,
la participación del linaje de los Mármol en los Ejércitos
Imperiales fue la puerta de entrada de la familia en las Órdenes
Militares primero de Santiago y posteriormente de San Juan, Calatrava
y Alcántara en los siglos XVI y XVII, llegando un Mármol a ser
Consejero Real de Órdenes Militares y de Castilla.
Pero no fue tras pasados dos
siglos del origen de la estirpe de los Mármol que la familia
consigue entrar en el Gobierno de la Monarquía, como Alcalde de Casa
y Corte, miembro del Consejo de Hacienda y Ministro y posterior
Presidente del Consejo de Flandes, todo ello bajo el reinado de
Carlos II de España. Una época, siglos XVII y XVIII, en que los
Mármol adquieren sus títulos nobiliarios: Vizcondado de Mendinueta
(hoy bajo titularidad desde 2018 de la familia de Beaumont y Navarra
Beaumont), Marquesado de Claramonte de Arteta (hoy bajo titularidad
desde 1942 de la familia Balderrábano y Suárez-Inclán), y el
Condado de Belmonte del Tajo (hoy bajo titularidad desde 2016 de la
familia Martínez de las Rivas y Palomar).
Además, cabe destacar la
saga de los varones secundones de la estirpe de los Mármol que se
dedicaron principalmente al clero en las órdenes franciscana, carmelita,
benedictina, jesuita, jerónima y mercedaria. De entre las cuales
sobresalieron, entre los cargos que regentaron (además de monjes y curas),
como canónigos de las catedrales de Toledo, de Jerez de la Frontera
y de Santo Domingo, Prebendado en la catedral de Granada, capellán
de la Casa de Castilla, miembro de la capilla Real de Granada, Prior
del Convento Dominico de San Pablo de Córdoba, Arzobispo de Brindigi
(aunque murió en Palamós camino de tomar posesión del cargo), así
como hubo un Mármol en calidad de clérigo en Roma que colaboró en
la reforma de la orden Carmelita y fue el protonario apostólico
(prelado particular de la curia romana) a quien pasaron las
informaciones de la vida y milagros de Santa Teresa de Jesús. Por su
parte, las mujeres de la estirpe Mármol no casadas acabaron en un
cenobio propio de la familia: el Convento de Santa María de Jesús
en Ciudad Real (de monjas concepcionistas franciscanas), así como en
conventos propios de las órdenes militares.
Por otro lado, cabe
destacar el alto nivel de ilustración del linaje de los Mármol, ya
que muchos cursaron estudios superiores, la mayoría en la
Universidad de Salamanca, donde un Mármol ejerció de docente bajo
la cátedra de Filosofía de la Moral, entre otros docentes y
escritores habidos en la familia. En este sentido, cabe apuntar como
anécdota que buena parte de lo que se escribió en el “Siglo de
Oro” de España pasó por las manos de los Mármol en calidad de
escribanos de cámara del Consejo Real, revisando y rubricando los
originales manuscritos como fase previa a su edición. Asimismo,
señalar la relación familiar con el escritor Calderón de la Barca,
pues fueron los Mármol quienes testificaron a su favor para
conseguir su ingreso como caballero de la Orden de Santiago.
Pero todo llega a su
fin.Y tras cuatro siglos de ascenso social del linaje de los Mármol,
llega el descenso de carácter abrupto a causa de unas de las
características más importantes de la saga familiar: su decidida
lealtad a la dinastía reinante, demostrada especialmente en épocas
convulsas y decisivas. Como bien apunta Javier Castillo Fernández,
doctor en Historia por la Universidad de Granada, la estrella del
linaje de los Mármol se apagó en la Guerra de Sucesión (siglo
XVIII), donde el máximo representante de la saga familiar apostó
por la opción perdedora en el conflicto civil y dinástico entre los
borbones y los austrias al fallecer Carlos II de España sin
descendencia. Tras ganar los borbones en una guerra que se alargó
más de una década, el gobierno del nuevo rey Felipe V condenó a
los Mármol a la confiscación de todos sus bienes, con la
consecuente pérdida de los títulos nobiliarios, y la pérdida de
sus cargos. La estirpe de los Mármol desaparece del ámbito de la
alta sociedad al menos de España, ya que ramas de la familia que en
la época de la colonización de América emigraron a países
iberoamericanos -bajo el manto de la Corte Real- (un Mármol es uno
de los primeros pobladores de la ciudad de Santiago de Guatemala,
entre otros ejemplos), y aquellos que se quedaron en Bélgica como
militares de alto rango por la Guerra de Flandes que duró ochenta
años, han mantenido -más o menos- el estatus social de antaño
hasta nuestros días. Tanto es así que en Argentina existe el
Castillo “la Candelaria” (hoy en día un Club de Polo), en cuyas
paredes y vitrales se exhibe el escudo de los Mármol con todo su esplendor. Y en Bélgica, aún se ostenta en la actualidad un título
nobiliario, el de Barón del Mármol, otorgado a la rama del linaje
belga por el rey Leopoldo I de Bélgica ya en 1848, familia que
posteriormente adquirió en 1865 un castillo histórico con vestigios
de la época romana: el castillo de Montaigle, actualmente en ruinas.
Respecto a los dos siglos
posteriores entre la caída social de la estirpe de los Mármol en
España hasta nuestros tiempos, me los reservo al amparo del derecho
de intimidad por recientes, y bajo el entendimiento que el caso
expuesto ya contiene elementos de análisis suficientes para el
objeto de la presente reflexión.
La herencia psíquica
de los antepasados: la llave para la autosanación del Yo Soy
Que el adn transmite la
memoria de nuestros antepasados es una evidencia científica
respaldada en la era contemporánea tanto por la epigenética, como
por la biología molecular y la neurociencia vanguardista. Es lo que
se conoce bajo el nombre de herencia epigenética transgeneracional.
Una materia que nos permite, mediante el conocimiento de nuestro
pasado familiar, comprender no solo nuestros rasgos cognitivos y
conductuales, sino también nuestra situación actual. Pues el adn no
solo nos transfiere información física de nuestros ancestros, sino
también nos transfiere una herencia psíquica y emocional que actúa
como huellas latentes ancestrales en nuestro inconsciente. Residuos
filogenéticos que se conocen como inconsciente familiar, y que en
psicología denominan huellas mnémicas. En otras palabras, todas las
personas venimos cargadas de una memoria de nuestro propio árbol
genealógico que ha sobrevivido desde su origen hasta hoy y que,
autoactivado en determinadas circunstancias de la experiencia vital,
marca nuestra experiencia presente. Por lo que si bien sabemos que el
ser humano es fruto del determinismo genético (herencia familiar),
ambiental (contexto socio-cultural) y psicológico (capacidad inter e
intrapersonal), éstos dos últimos factores son a su vez
determinados en grado mayor por el primero, aun no siendo conscientes
de ello. Lo cual pone en entredicho la capacidad humana del libre
albedrío, aunque éste es trigo de otro costal. (Ver: Y tú, ¿tienes libre albedrío?).
Frente a ésta premisa,
el inconsciente familiar efecto de la herencia psíquica de los
antepasados como causa nos permite trabajar en nuestro desarrollo
personal en dos niveles: conocer los rasgos psicoemocionales tanto
positivos como negativos que marcan nuestra personalidad en el
ejercicio del autoconocimiento del Yo Soy (versus el Yo no Soy
o el Yo de los Otros).
1.-Rasgos
Psicoemocionales positivos del inconsciente familiar
Sin lugar a dudas, éstos
son los más fáciles de reconocer por nuestra capacidad cognitiva,
ya que el conocimiento de la historia pasada de nuestros ancestros,
desde el momento que la hacemos consciente, nos sirve de espejo de manera equivalente al simple hecho de comparar los rasgos comunes de dos o más
rostros familiares. Y es que las historias de vida de aquellos
resuenan, para nuestro reconocimiento, en el interior de nuestra
historia personal. Así pues, entenderemos aquí como rasgos
psicoemocionales positivos del inconsciente familiar aquellos rasgos
sustanciales de la personalidad que permiten desarrollarnos como
individuos en la búsqueda de la autorealización personal.
En mi caso, como miembro
del linaje de los Mármol como punto transgeneracional de referencia
de las coordenadas genealógicas establecidas como caso práctico
pedagógico objeto de la presente reflexión, reconozco los rasgos
psicoemocionales positivos del inconsciente familiar de carácter
general que se describen a continuación.
En primera línea, sin
lugar a dudas, reconozco en la estructura sustancial de mi
personalidad el espíritu de la ilustración humanista del linaje
como vector sostenible en el tiempo, sintetizado en el lema adoptado
en la representación más antigua del escudo de la estirpe de los
Mármol utilizado por el cronista Luís del Mármol en el siglo XV:
“Post
Devm, veritas. Nosce te ipsvm”
(Después de Dios, la verdad. Conócete a ti mismo). De
ahí mi devoción por la Filosofía, la escritura y la docencia bajo
la luz de la razón humanista más clásica que continúa
acompañándome desde que tengo uso de razón.
Y en segunda línea, pero
no por ello menos importante, reconozco en la estructura sustancial
de mi personalidad -por pura observación empírica de mi desarrollo
vital a lo largo ya de casi 48 años-, seis vectores de referencia
del inconsciente familiar heredado: el espíritu de afinidad a la
Monarquía (consagrado en mi paso juvenil por la Asociación
Monárquica Europea), el espíritu de afinidad al Ejército
(consagrado en mi paso de madurez por los Reales Tercios), el
espíritu de afinidad a la Espiritualidad (consagrado en mi paso de
madurez por la Hermandad Laica del Real Monasterio de Santa María de
Poblet y por la Soberana Orden Militar Española de los Caballeros
Templarios), el espíritu de afinidad a la Política (consagrado en
mi paso de juventud por la responsabilidad política), el espíritu
de afinidad a la aventura de los viajes (consagrado en mi paso de
juventud como residente temporal de las ciudades de la Havana y de
Casablanca), y el espíritu de afinidad a los negocios (consagrado en
mi paso de juventud por el mundo empresarial durante una década).
Vectores, todos ellos, con mayor o menor proyección e intensidad en
determinados momentos de la linea continua de mi propia historia
existencial, muchos de los cuales ya se encuentran superados por
evolución natural del pensamiento crítico hacia otros estadios de
desarrollo personal.
2.-Rasgos
Psicoemocionales negativos del inconsciente familiar
Pero, por otro lado,
tenemos los rasgos psicoemocionales negativos del inconsciente
familiar heredado. Los cuales, sin lugar a dudas, son los más
difíciles de reconocer por nuestra capacidad cognitiva, ya que se
trata de traumas ancestrales silenciados no resueltos que se heredan
de generación en generación hasta que alguna línea generacional es
capaz de sanarla de la memoria del árbol genealógico común para
bien de las futuras generaciones del mismo linaje. En este caso,
entenderemos aquí como rasgos psicoemocionales negativos del
inconsciente familiar aquellos rasgos sustanciales de la personalidad
que impiden desarrollarnos como individuos en la búsqueda de la
autorealización personal.
Volviendo a tomar mi caso
como miembro del linaje de los Mármol por ser punto
transgeneracional de referencia de las coordenadas genealógicas
establecidas como caso práctico pedagógico objeto de la presente
reflexión, reconozco -no sin esfuerzo, por ser de naturaleza opaca-
los rasgos psicoemocionales negativos del inconsciente familiar de
carácter general que se describen a continuación.
En este sentido,
reconozco en la estructura sustancial de mi personalidad tres
vectores principales de referencia del inconsciente familiar de clara
identidad y con peso propio: El sentido de apego orgulloso a un estatus
social perdido, el cual condiciona negativamente la actitud de
aceptación frente a la realización de trabajos de baja
cualificación y aún menos de servidumbre. La intolerancia a las
injusticias sociales en todas sus manifestaciones, incluidas las
económicas y políticas, junto al sentido de la impotencia de
poderlas combatir personal y socialmente. Y la vergüenza al fracaso
social, y aún más si cabe la angustia ante el hecho de no poder
revertir un estado de pobreza doméstica inducida socialmente
mediante méritos y capacidades propias.
Expuesto el ejemplo, cabe
apuntar que son éstas huellas latentes ancestrales en nuestro
inconsciente las que, justamente, como residuos de traumas
filogenéticos heredados en el adn de nuestro particular árbol
genealógico, determinan nuestra estructura psicoemocional como
individuos, condicionando la actitud personal frente a los retos
continuos de la vida. Los cuales generan los estados conocidos como
bloqueos mentales y emocionales que nos impiden avanzar en una
dirección concreta de nuestra existencia personal. Ser conscientes
de los mismas nos permite dar el primer paso, no solo para sanar
nuestra propia existencia de cara a un mayor nivel de autorealización
personal, sino para sanar incluso la misma herencia emocional o
huellas mnéuticas en nuestra estirpe familiar futura.
La pregunta pertinente
consiguiente es, ¿cómo se sanan los traumas ancestrales heredados?.
He aquí el verdadero quid de la cuestión. Lo cierto es que
no existen fórmulas concretas, pero sí metodologías para gustos de
todos y modas varias, y de mayor o menor grado de efectividad a mi
entender. No obstante, todo proceso debe contar con dos elementos
imprescindibles: consciencia activa de la persona sobre el
reconocimiento de los traumas ancestrales familiares (no se puede
gestionar aquello que se desconoce), y una actitud proactiva de
autosanación (que es la fase más complicada por requerir de
disciplina y esfuerzo personal de superación). Personalmente opto
por las técnicas recogidas en mi obra “Manual de la Persona Feliz”, si bien soy consciente que no es apta para todos los
públicos.
Mientras tanto, y en
referencia al inconsciente familiar latente, la vida parece
divertirse dándonos dos tazas de residuos psicoemocionales
ancestrales allí donde no queríamos ni tan siquiera tomarnos una
sola. Como decían los sabios, lo que resiste persiste, hasta que
seamos capaces de superarlo por aprendizaje vital. Nihil novum sub
sole (no hay nada nuevo bajo el sol), por lo que la única salida
posible es el camino del Nosce
te ipsvm (conócete
a ti mismo) como reza la leyenda del escudo originario de los Mármol.