De manera progresiva, y
prácticamente sin darnos cuenta, la humanidad está adentrándose de
bruces en la era del Transhumanismo, que es aquella en la que el ser
humano se somete a una “mejora” como especie tanto a nivel físico
como intelectualmente mediante la intervención de la tecnología,
dando como resultado una nueva estirpe denominada Posthumano. Una
temática de la que ya me hice eco con anterioridad en reflexiones
como “La gestión emocional del futuro será tratada con manipulación genética” o “El Superhombre de Nietzsche se está gestando en China”, entre otros.
La razón casuística del
Transhumanismo, como evolución natural de un ser humano que hace
tiempo dejó de evolucionar biológicamente para evolucionar
culturalmente mediante la tecnología (ver: Somos seres tecnológicos cuya evolución se basa en el conocimiento), la encontramos en la
raíz de dos instintos básicos del hombre que por ser esencialmente
innatos son a su vez ancestrales: el instinto de supervivencia que
anhela superar las limitaciones biológicas propias con el objetivo
de controlar el medio en el que nos desarrollamos como especie, y el
instinto de protección que anhela controlar dicho medio de manera lo
más indolora posible (ver: La sociedad de no-dolor no permite el sufrimiento como crecimiento personal).
No obstante, si bien el
Transhumanismo parece una tendencia imparable en pleno siglo XXI para
la realidad de un ser humano que es social por naturaleza, cuya
sociedad se viabiliza mediante un sistema de organización social
basado en la economía de mercado, de la que el eje motor es la
productividad derivada de la innovación continua para la
sostenibilidad de una cultura de consumo que retroalimenta la
evolución de la propia sociedad, dicha resultante de la ecuación
evolutiva del hombre plantea, al menos, tres grandes preguntas
existenciales. Véase:
1.-¿El Transhumanismo,
en su búsqueda de transformar el hombre en un Posthumano mediante la
tecnología, conlleva la pérdida ontológica de la condición del
ser humano tal y como lo conocemos?. Es decir, ¿dejaremos de ser
humanos stricto sensu?
2.-¿El Transhumanismo,
en su búsqueda de transformar el hombre en un Posthumano mediante la
tecnología, conlleva la pérdida epistemológica de la condición
del ser humano tal y como lo conocemos?. Es decir, ¿mantendremos la
identidad personal y por extensión preservaremos la capacidad del
libre albedrío individual?
y, 3.-¿El
Transhumanismo, en su búsqueda de transformar el hombre en un
Posthumano mediante la tecnología, conlleva la pérdida del sistema
ético de coordenadas de la naturaleza del ser humano tal y como la
conocemos?. Es decir, ¿afectará a la redefinición de un nuevo
sistema de valores morales, inclusive los universales?
Como dice la canción
Blowi'n in the wind de Bob Dylan: ésto, amigo mío, sólo lo
sabe el viento (y los Señores del Mercado). Aunque lo que sí que se
puede afirmar es que dichos interrogantes vendrán condicionados por
tres variables fijas:
1.-El nivel de
determinismo intervencionista del Transhumanismo como medio de
transformación de la biología humana.
2.-El nivel del
determinismo intervencionista del Transhumanismo como instrumento de
control de la consciencia individual y colectiva.
3.-Y el nivel de
determinismo intervencionista del Transhumanismo como sistema de
organización moral de la sociedad.
Determinismos
intervencionistas todos ellos previsiblemente ejecutables en el
momento incluso anterior al nacimiento de las futuras generaciones de
los denominados Posthumanos. No obstante, no hay que echar mano del
oráculo de Delfos para prever el horizonte de la sociedad del
mañana, a tenor de las reflexiones ya realizadas en su momento en
materia de conocimiento y moral en ésta línea, como son entre
otros: “La educación online del futuro: ¿enseñar o adoctrinar?”,
y “La Ética mundial no puede estar en manos de los ingenieros informáticos”.
Así pues, el
Transhumanismo aunque se presente como una tendencia evolutiva
natural del ser humano, tiene los visos de convertir al ser humano en
todo menos en un ser animal natural. Cuyo peligro no reside en el
planteamiento conceptual en sí mismo [en un mundo en el que se prevé
que la inteligencia artificial venga para corregir las deficiencias
humanas. (Ver: “Como seres imperfectos, ¿qué implica crear seres perfectos para corregir la imperfección?”)], sino en el despliegue
funcional del mismo como sistema referencial de organización social
y, sobre todo, en las manos de quienes ejerzan el control sobre su
gestión. Pues quienes controlen la gestión del Transhumanismo
tendrán, sin lugar a dudas, el poder sobre el conjunto de la nueva
sociedad Posthumana.
Expuesto lo cual, si
entendemos que el Trashumanismo es un proceso sociotecnológico
derivado de las innovaciones generadas por el Mercado, siendo
conscientes que éste tiene su fuerza motriz en la productividad,
ergo es de fácil deducción concluir que el Trashumanismo se
desarrolla y se desarrollará bajo la lógica de la productividad del
nuevo ser humano como individuo y colectividad.
Asimismo, y derivado de
la premisa anterior, si entendemos que el Transhumanismo es un
instrumento de gestión social del Mercado, el cual prima el
beneficio privado sobre el beneficio público, podemos prever que en
la era Posthumana el Mercado ejercerá una afección relevante sobre
los principios rectores de la Democracia como sistema humano de
organización social como son la libertad individual, la justicia
social, la igualdad entre ciudadanos y la pluralidad política. (Ver:
El Mercado, el nuevo modelo de Dictadura mundial). O dicho en otras
palabras, el desarrollo del Transhumanismo en manos exclusivas del
Mercado puede abocar, sin demasiado margen de error, a la
construcción de nuevas sociedades humanas organizadas bajo sistemas
de corte no democráticos, donde la naturaleza biológica de las
personas, la consciencia individual y la moral social se vean
seriamente comprometidas por intervención directa para beneficio de
ratios poblacionales de productividad (organización sobre parámetros
de eficacia, eficiencia, y efectividad).
Un escenario claramente
desalentador por distópico que, no obstante, puede corregir su
trayectoria hacia un futuro de la humanidad más alentador en el caso
que el Mercado, como motor evolutivo del Transhumanismo, en vez de
basarse sobre una filosofía capitalista neoliberal virase hacia un
capitalismo humanista (ver: El Capitalismo neoliberal ha muerto ¡Viva el Capitalismo Humanista!), donde el Mercado pase a ser un
instrumento de gestión de desarrollo de la Democracia, y no a la
inversa como sucede en la actualidad. Dos sumas de historias
feynmenianas posibles, con dos futuribles sociales diferentes.
La única certeza que
tengo al respecto es que, gracias a dios (expresión al uso sin
connotación religiosa alguna), yo no veré el resultado
desencadenante. Y que si algo sé, es que sólo sé que sé menos que
Sócrates. Eso sí, solo espero, con cierta dosis de inocencia desde
mi atalaya humanista personal pipa en boca, que el egoísmo de unos
pocos hombres con poder económico no se imponga sobre la libre
voluntad del resto de los muchos hombres sin más poder que la frágil
soberanía política. Que el Transhumanismo haga del hombre un ser
humano más libre, justo e igualitario en términos de desarrollo
personal y de bienestar social.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano