¿Hasta cuándo abusarás,
nacionalista catalán, de nuestra paciencia?. Con ésta célebre
frase tuneada de Cicerón, dirigida en su contexto histórico al
senador Catilina por sus claras intenciones de hacerse con el poder
absoluto, deseo manifestar públicamente mi preocupación como hombre
de razón por la relevancia de rabiosa actualidad que ostenta el
nacionalismo catalán en la configuración futurable de la realidad
política española. Lo cual me lleva a reflexionar sobre el
nacionalismo regionalista de carácter general, y sobre el nacionalismo
catalán de manera particular.
Origen romántico
En primer lugar,
determinemos el origen de los nacionalismos regionales en España
para entender tanto su naturaleza como evolución histórica
posterior, catalogada hoy en día como “milenaria” para
desconocimiento de muchos. En este sentido, cabe aclarar que el
nacionalismo catalán surgió a finales del siglo XIX,
originariamente de un grupúsculo residual de la población catalana
que se autodefinían como “extraños en casa propia” al calor de
un autocomplaciente sentimiento de incomprensión pseudointelectual
(la Lliga Catalana, con Cambó como líder y Prat de la Riba
como ideólogo), fruto del espíritu del Romanticismo de la época
caracterizado por la exaltación sentimental de algunas tradiciones
populares y de otros imaginarios rescatados de la Edad Media (como el
supuesto Reino de Cataluña que nunca existió).
Rasgos delirantes
En segundo lugar,
definamos los rasgos característicos del nacionalismo regionalista,
tomando como parámetro de referencia el nacionalismo catalán. A
grosso modo podemos relacionarlos como sigue:
-Reinvención de la
Historia.
-Defensa de una supuesta
raza propia.
-Actitud de ataque al
resto de España mediante la creación de una historia de agravios.
-Sentimiento de
superioridad ultrajada.
-Catalogación de la
representación del Estado en Cataluña como de “invasor español”.
-Exaltación desmesurada
de lo autóctono.
-División de la
ciudadanía entre catalanes buenos y catalanes malos.
-Adoctrinamiento de las
nuevas generaciones en una psicología victimista y exclusivista.
-Capitalización de la
inmigración con la promesa de adhesión a la causa por un futuro
mejor.
-Autoproclamación como
representantes legítimos del conjunto del Pueblo.
-Uso de una propaganda
totalitarista con la connivencia de recursos institucionales.
-Aceptación de
resultados electorales siempre y cuando no sean adversos.
-Gestión de políticas
no democráticas.
-Fomento de la fractura y
el resentimiento social.
-Anhelo por la creación
de un Estado propio de régimen republicano.
Aportación nefasta a
la política española
Y, en tercer lugar,
hagamos una rápida observación histórica de la aportación del
nacionalismo catalán a la política española desde su origen hasta
la actualidad:
-En el Régimen Liberal
de la Restauración (1874-1923), donde
los nacionalismos regionalistas nacen, crecen y se organizan ante un
débil reinado de Alfonso XIII, los nacionalistas catalanes socavan
la política española con la proclama sacada de la chistera del
reclamo fantasioso de los denominados “Países Catalanes”.
-En la Dictadura de Primo
de Rivera (1923-1930), la cual se gesta
desde Barcelona con la complicidad de los nacionalistas regionalistas
y los antiliberales (que ayudan a hacer caer el régimen anterior) y
a causa de la incapacidad de los poderes constitucionales de cumplir
su función, los nacionalistas catalanes despliegan la cultura
popular catalana mediante el fomento de la lengua propia divulgada en
diarios y libros catalanes exentos de censura. Son los tiempos en los
que se crea la hoy en día famosa festividad literaria del “Día de
Sant Jordi”.
-Ya en la II República
(1931-1939), los nacionalistas catalanes
con Macià a la cabeza (que proviene del partido Estat Català
y que funda el nuevo partido denominado Esquerra), no solo
plantea por primera vez la Autodeterminación de Cataluña, sino que
al caer la monarquía toma el poder en Barcelona con el apoyo inicial
de los sanguinarios anarquistas de la CNT y proclama la República
Catalana (rompiendo así el marco constitucional español del
denominado Pacto de San Sebastián). Son tiempos en que el
nacionalismo catalán, a través del partido imperante Esquerra,
“utiliza fraudulentamente las instituciones autonómicas para
organizar una larga serie de acciones subversivas y provocar entre la
población un estado de ánimo propicio a la revuelta”, como bien
describe el entonces presidente Azaña. Tanto es así, que Esquerra
llama al pueblo catalán a alzarse en armas.
A partir de aquí y tras
la ruptura del Pacto constitucionalista de San Sebastián por parte
de los nacionalistas catalanes, en el conjunto del Estado, y junto a
la expansión del anarquismo y el auge de las izquierdas
republicanas, se quiebra el orden democrático y la convivencia
social en una oleada de asesinatos, asaltos a partidos políticos y
periódicos conservadores, con quema de iglesias incluidas, llegando
a asesinar al líder de la derecha Calvo-Sotelo (por parte de
policías y milicias socialistas). Lo cual, todo en su suma, lleva a
la ruina de la República y al inicio de la Guerra Civil española.
-Durante la Guerra Civil
(1936-1939), y más específicamente en
el otoño de 1938 en que se está librando la terrible Batalla
fratricida del Ebro, un grupo de nacionalistas catalanes recurren en
última instancia a Londres en calidad de Jefes de Estado de
Cataluña, ante la inminente pérdida de la guerra, y proponen crear
un país propio sin conseguir ningún resultado.
-En época de la
Dictadura de Franco (1939-1975), los
nacionalistas catalanes no oponen resistencia alguna, más que la
denominada “resistencia cultural” en los últimos años de la
Dictadura, y el partido Esquerra queda desprestigiado
popularmente.
-Y por último, ya en la
época de la joven Democracia contemporánea nacida en 1978, el
nacionalismo catalán crece y se rearma mediante un sistema
clientelar basado en el uso partidista de los recursos públicos por
institucionales, y en una clara y decidida política de inmersión
cultural de corte nacionalista regional. Hasta los días que nos
acontecen en el que vuelven a reclamar la Autodeterminación de
Cataluña, con un amago fallido de autoproclamación de la República
Catalana, una política nefasta acompañada del recorte de libertades
individuales a nivel interior (generando una situación crítica y
preinsurreccional), y de una vasta campaña de desprestigio
internacional contra España como Estado democrático de Derecho a
nivel exterior.
Por lo que si tuviéramos
que concluir sobre la aportación del nacionalismo catalán a la
política española a lo largo de su casi siglo y medio de
existencia, podemos afirmar sin error de equivocarnos históricamente
que su deslealtad institucional (por enajenación imaginaria) tanto a
la legalidad de la Restauración como de la II República, en
complicidad con los antisistemas de turno, contribuyeron claramente
al derogamiento de los sistemas democráticos y al surgimiento de las
dictaduras tanto de Primo de Rivera como de Francisco Franco, sangre
fratricida mediante. Todo un balance muy alentador.
Un futuro incierto en
manos del nacionalismo catalán
Hecho un repaso
sumarísimo sobre la historia política reciente, es necesario
señalar que el hombre aprende a través de la experiencia vital, y
la experiencia vital, ya sea individual o colectiva, constituye
nuestra Historia. Es por ello que a la luz de la experiencia de
nuestra Historia social común, uno no puede dejar de preocuparse por
el contexto actual de una realidad política, convulsa, profundamente
convulsa, en la Cataluña de los últimos años. Un contexto de
rabiosa actualidad que contiene, como huellas aun calientes de un
pasado reciente, denominadores comunes latentes en nuestra Historia
política del último siglo.
Por un lado podemos
observar que, a día de hoy, en Cataluña gobierna la Esquerra
extremista propia de la II República (ya sea la Esquerra
Republicana de Catalunya del procesado Junqueras o el Junts
Per Catalunya del evadido Puigdemont, pues tanto monta, monta
tanto Isabel como Fernando), que no solo persiste en su reclamo al
derecho de la Autodeterminación para lograr un Estado Catalán
independiente (con plena implicación de flagrante deslealtad por
parte de las instituciones catalanas), sino que se alinea con grupos
antisitemas (CUP, CDR's, Tsunami Democràtic, etc) para
alterar hasta el extremo de
resistencia el corpus
del orden constitucional que garantiza los principios
rectores de nuestra Democracia. Es decir, el actual Gobierno de
Cataluña trabaja con descaro público y desafío institucional
expreso en la ruptura de la unidad territorial de España, y en la
quiebra del sistema democrático.
Mientras que por otro
lado, podemos observar a su vez que éstos mismos nacionalistas
catalanes, cuyo electorado suma tan solo el 5%
del conjunto de votantes del Estado (3% de Esquerra Republicana),
tienen de facto la llave para la investidura del nuevo
Gobierno de España: un proyecto político que cabalga sobre la
coalición de una izquierda moderada (y maleable) como es el PSOE de
Pedro Sánchez, y otra izquierda más extremista e incluso
antisistema como es el Podemos de Pablo Iglesias. Los cuales no hacen
amago alguno a la hora de difundir públicamente su voluntad de
reformar el orden constitucional establecido, en un claro guiño
desacomplejado para con una III República. Es decir, el proyecto de
coalición del futuro Gobierno de España ya trabaja, por interés
partidista de los implicados y a espaldas del pueblo español -en
quien reside la legitimidad de la soberanía nacional-, en un mal
disimulado festejo prenupcial con los nacionalistas catalanes en
busca de la satisfacción de sus anhelos políticos más íntimos. El
sonido de las monedas de plata ya resuena entre los pasillos de la
Moncloa.
Sinceramente, el panorama
que se presenta no genera tranquilidad alguna. Y, vista la
experiencia del pasado de nuestra Historia reciente, espero por el
bienestar social colectivo y la salubridad democrática que no se
repita el nefasto patrón de la II República, donde nacionalistas
catalanes e izquierdas republicanas de ámbito español tuvieron la
fuerza suficiente para hacer la vida imposible al régimen en el que
se desarrollaban como proyectos políticos, pero no para crear una
alternativa real al mismo, abocando al país a un escenario de caos,
abusos y sufrimiento fratricida. (Ver: La Monarquía o la Teoría de la Estabilidad Social).
Lo que está claro es que
los nacionalismos regionalistas, y aún más los que no tienen raíz
colonialista como es el caso, más allá de ser fenomenológicamente
una enajenación colectiva del Principio de Realidad (ver: La Enajenación colectiva al Poder), son socialmente un retraso
en un mundo globalizado, y una aberración intelectual a la luz de la
razón humanista que ilumina los preceptos rectores de las
democracias occidentales.
Dicho lo cual, y sin
ánimo de alargar más la presente reflexión, solo puedo concluir
repitiéndome en alto el pensamiento con el que me inicié: Quousque
tandem abutere, nacionalista
catalán,
patientia nostra?.
¿Hasta cuándo abusarás, nacionalista catalán, de nuestra
paciencia?. Muy a mi pesar, creo que la respuesta es diáfana: hasta
que consigan que perdamos la paciencia. Así pues, solo queda que la
diosa de la Democracia nos otorgue la gracia de la sabiduría para
lidiar con el sueño fagocitador de un romanticismo nacionalista
enfermo.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano