Intentar forzar una pieza
en un lugar que no le corresponde, acaba por dañar tanto la pieza
como al supuesto encaje de destino, por muy buenas razones que
tengamos para llevar a cabo dicha acción. Una idea que bien puede
extrapolarse al proceso de transferir una idea al mundo de las
formas, y más cuando nos adentramos en materia de filosofía de la
política o teoría de la política social. Pues la Historia está
sembrada de ideologías que pretenden forzar su materialización en
una realidad contextual inapropiada, provocando por efecto reactivo
directo una resistencia inicial que acaba transmutándose en una
oposición frontal posterior por parte de una masa crítica social.
Un proceso paradójico humano, profundamente humano, en el que la
razón intenta imponerse mediante la sinrazón. Ya que no existe
racionalidad alguna desde el justo momento en que se traspasa el
umbral del respeto hacia el prójimo, que en su grado más leve -pero
no por ello menos inaceptable- se manifiesta en la coacción de la
libertad individual en su significado más amplio, y en su grado más
grave equivale a atentar contra la integridad física de las personas
al grito belicista de la muerte.
Hoy es un día señalable
en los libros de texto futuros de la Historia de España a causa de
la exhumación de los restos de Francisco Franco del monumento
funerario del Valle de los Caídos. Un acontecimiento que despierta
sensibilidades a partes iguales en una sociedad española dividida,
motivadas por el recuerdo aun reciente en la memoria colectiva -sobre
todo la de los más mayores- tanto del derrocamiento de la segunda
República, como de la sucesiva implosión de la Guerra Civil, así
como de la posterior implementación del régimen de la Dictadura. Un
recuerdo que posiciona a la sociedad heredera de Azaña y Franco en
dos bandos cromáticos, cada uno con sus razones de fundamento y cada
cual con sus tristemente muertos -atrocidades humanas mediante- como
recriminadora artillería argumental de parte. No obstante,
partidismos a un lado, si algo nos ha enseñado ésta oscura por
dolorosa etapa reciente de la historia española, al análisis de una
mirada retrospectiva tras 40 años de convivencia pacífica en
Democracia, son tres los postulados inalienables a la luz de la
dignidad humana y la lógica socio-política que debemos preservar:
1.-La razón, ejercida
desde la violencia para la supresión de la libertades individuales
-entendidas éstas en el más estricto sentido de los derechos
civiles democráticos-, deja de ser razón.
2.-Las ideas políticas
solo pueden ser sostenibles en el mundo de las formas sociales vía
consensos transversales, previo alcanzar un nivel de madurez óptimo
por parte de la sociedad objeto de destino.
y, 3.-No existe un único
y exclusivo concepto de España como nación, solo existen ciudadanos
de un amplio espectro cromático ideológico que vivimos en comunidad
bajo el sol de un mismo Estado al que denominamos España.
Es por ello que si nos
apartamos del sendero que rechaza la imposición de la razón por la
fuerza, si menospreciamos el necesario consenso social como
imperativo democrático para desarrollar e implementar nuevas o
viejas ideas políticas, e incluso si obligamos a los ciudadanos a
elegir entre identidades nacionales diversas, podríamos vernos
alimentando -aun por inconsciencia- las circunstancias que en un
pasado aun caliente nos llevó como país a un desencuentro fraternal
irreconciliable. (Ver: Casus belli probable del siglo XXI)
Sí, hoy, sin lugar a
dudas, es un día que pasará a la historia española por su
trascendencia más política -aunque sea puramente simbólica- que
social. Un día en el que no tiene cabida una posible discrepancia
ideológica acalorada más que en el sano debate del ámbito de la
libertad de pensamiento y la pluralidad política. Un día en el que
como sociedad no debemos desperdiciar la ocasión de aprovechar para reflexionar respecto de dónde venimos, dónde nos encontramos y hacia dónde
vamos, realizar comparativas de los diversos modelos de organización
social que hemos protagonizado como país a lo largo de los últimos
dos siglos, y elevar la Democracia como espacio de concordia,
desarrollo y paz social a la categoría de bien común. Una reflexión
que no solo nos conducirá a un mayor entendimiento de la Historia
colectiva -muy necesario especialmente entre los más jóvenes-, sino
que nos cargará con una mayor consciencia de responsabilidad
democrática en aras de no permitirnos volver a repetir los errores
del pasado.¡Larga vida a la España democrática!.
...Y a los
fundamentalistas de uno u otro bando, que los reenvíen a la escuela
por el bien de todos, por favor. (Ver: Allí donde se ilumina elfundamentalismo, se apaga la razón y se involuciona socialmente)
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano