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Jóvenes independentistas cortan el AVE en Gerona. Foto EFE |
Que la Democracia es el
poder o dominio del pueblo, todo el mundo lo sabe (por uso popular de
su etimología griega). Que la Democracia es un modelo de
organización social que fue definido por primera vez por el viejo
filósofo Platón en la Antigua Grecia del siglo IV a.C., prácticamente
es también conocido de manera general. Y que la Democracia es el
sistema de gobierno más utilizado por la inmensa mayoría de países
en el mundo, es un dato cuyo conocimiento damos por hecho. Pero, a
partir de aquí, ¿sabemos qué elementos debe tener la Democracia
para ser considerada como tal? Y, aún más, ¿la Democracia, como
voluntad del pueblo, tiene algún límite que al sobrepasarlo puede
perder la condición de Democracia?
Estas son preguntas cuya
respuesta deberían enseñarse en los centros educativos que forman a
nuestros jóvenes, ya que su falta de conocimiento no solo conduce a
la ignorancia sobre qué es o que no es Democracia, sino que incluso
puede inducir a jóvenes y no tan jóvenes -como observamos en la
actualidad- a comportamientos antidemocráticos. Y ya sabemos que el
polo apuesto a la Democracia no es otro que la dictadura, la
tiranía, la autocracia y/o el caudillaje.
Así pues, respondiendo a
las preguntas planteadas, señalaremos en primera instancia que los
elementos que debe tener una Democracia para ser considerada como tal
son los llamados Principios Democráticos (Igualdad, Limitación y
Control del Poder), cuyos valores superiores defienden la libertad,
la justicia, la igualdad y el pluralismo político de todos los
ciudadanos. Hasta aquí no hay mayores problemas, pues todas las
personas aceptamos dichos valores de manera abstracta por
conceptuales. El problema radica justamente cuando debemos definir, a
la luz de nuestros intereses personales o colectivos, qué entendemos
por libertad, justicia, igualdad y pluralismo político.
La respuesta viene
respondida, a su vez, por la segunda pregunta objeto del
planteamiento: ¿tiene la Democracia, como voluntad del pueblo, algún
límite que al sobrepasarlo puede perder la condición de
Democracia?. Es decir, ¿dónde está el límite para la aplicación
individual o grupal de la libertad, la justicia, la igualdad y el
pluralismo político para que continúe siendo Democracia?. La
respuesta es tan clara como sencilla: en la Ley. O dicho en otras
palabras, el fundamento principal de la Democracia es su ordenamiento
jurídico (conjunto de leyes que regulan la Democracia como modelo de
organización social). Es por ello que los países democráticos del
siglo XXI se autodefinen como Estados Democráticos de Derecho
(además de Sociales).
La consiguiente pregunta
obligada, cuya respuesta parece que desconocen muchos jóvenes, no es
otra que ¿quiénes crean, anulan o redefinen las leyes?. La
respuesta la hallamos en los políticos (poder legislativo, uno de
los tres poderes independientes que conforman la naturaleza de un
Estado Democrático). Así pues, si existe una ley concreta que no
nos gusta por considerar que atenta contra el concepto que tenemos de
libertad, justicia, igualdad o pluralismo político, la Democracia
nos permite participar de la vida política, de manera directa o a
través de los partidos políticos (sistema representativo y/o
participativo), por medio del uso del voto para conseguir modificar
la ley. Siendo conscientes y teniendo en cuenta que la Ley, asimismo,
regula el uso y gestión del voto para que éste se considere con
todas las garantías propio de un proceso democrático. (En este
punto, aconsejo leer: “El futuro de la Constitución: en manos dela educación sobre libertad de nuestros jóvenes)
Y, ¿qué pasa si no me
gusta una Ley y actúo en contra de la misma?, parece ni siquiera
preguntarse últimamente algunos jóvenes y otros tantos adultos por
comportamientos públicos de rabiosa actualidad. En primer lugar, cabe
remarcar que quien actúa contra la Ley está actuando contra la
Democracia, pues la Democracia es Ley. Y, en segundo lugar, la
Democracia como modelo de organización social tiene dos herramientas
principales para defender la libertad, la justicia, la igualdad y el
pluralismo político que garantice la buena convivencia entre todos
los ciudadanos de un mismo Estado: las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad
del Estado (la policía y el ejército, sujetos al mandato de los
Poderes Ejecutivo -Gobierno-, Legislativo -Congreso/Parlamento-, y el
Judicial -Tribunales de Justicia-), y el mismo Poder Judicial (los
jueces, uno de los tres poderes independientes que conforman la
naturaleza de un Estado Democrático). Es decir, si se actúa
contrario a Ley la policía tiene la obligación de defender el
cumplimiento de la misma con plena capacidad de arrestar a los
infractores, y a posteriori los jueces deberán verificar los
hechos de dicha infracción con plena capacidad de castigar
económicamente y/o con privación de libertad a los autores del
delito.
Expuesto lo cual de
manera sencilla, extremadamente concisa y con plena intención
pedagógica, ante los disturbios registrados a lo largo del día de
hoy en Cataluña (como preludio de una semana caliente) por parte
mayoritariamente de jóvenes proindependentistas, en ocasión de la
publicación de la sentencia del Tribunal Supremo (máximo tribunal
de justicia del Estado Democrático de Derecho español) sobre el caso
de los políticos independentistas procesados, uno tiene la plena
convicción que en muchos centros educativos catalanes no solo no se
educa sobre los Principios Democráticos y su naturaleza, sino que
incluso se incita a la revolución social como medio de disidencia
política y rechazo a la autoridad con actuaciones manifiestamente
antidemocráticas bajo una falsa bandera a la que mal denominan
Democracia.
Para aquellos jóvenes
catalanes conscientes que la ignorancia (en este caso socio-política)
conduce al fundamentalismo ideológico, y deseen profundizar desde
una visión crítica constructiva en el proceso catalán
contemporáneo, les recomiendo el conjunto de breves reflexiones
recopiladas en la obra abierta bajo el título “Crónicas del nubarrón independentista” realizadas por un humilde servidor
catalán durante el período 2015-2018. Asimismo, tanto para estos
como para aquellos otros que consideren tener la idea de un sistema
de organización social mejor que la Democracia -con todas sus
sombras por resolver-, estaré encantado de prestarles una lógica y
reflexiva merecida atención. Libertas capitur, sapere aude.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano