A veces nos encontramos
por la vida con personas que muestran una actitud de modestia,
entendida como cualidad de persona modesta, es decir, que no hace
ostentación de sus buenas cualidades en una materia o hecho
concreto. Pero no todas las modestias son de igual naturaleza, pues
podemos toparnos con modestias sinceras, modestias falsas y modestias
enfermas; así como tampoco se manifiestan de la misma manera, ya que
podemos observar modestias temporales y modestias crónicas como
hábito conductual. Hagamos su desglose:
Las modestias sinceras
son propias de personas que denotan un estado emocional sano, aunque
están sujetas a determinismos culturales que les obliga a declinar
cualquier alago en exceso que públicamente engrandezca su persona
como individuo. (En este punto, recomiendo la lectura de: “Más humildad socrática y menos sinceridad diplomática”). Su
manifestación suele ser temporal por puntual, así como espontánea
por un acto reflejo educativo. Asimismo, cabe apuntar que la
naturaleza de la modestia sincera pertenece a la familia del orgullo
discreto u orgullo educado por exposición de baja intensidad, en
consecuencia la modestia sincera puede transmutarse en un conato
reivindicativo de orgullo personal cuando el sujeto entiende que su
modestia sincera está siendo malentendida o incluso atacada como
signo de debilidad o incompetencia. (Ver: Reivindico el ego como instinto básico de existencia y supervivencia personal).
Por su parte, las
modestias falsas son propias de personas que denotan un estado
emocional tan insano como tóxico, pues más allá de estar sujetas a
posibles determinismos culturales, utilizan la actitud de la modestia
falsa como instrumento de engaño y manipulación de su entorno
social más inmediato. Ya que en verdad éstas personas no se
consideran modestas, sino más bien orgullosas de sí mismas con
claros rasgos conscientes de descarada (por impúdica) altivez frente
a la vida que revelan exclusivamente en su intimidad, pero que para
encaje y supervivencia social actúan bajo el camuflaje de la
modestia como medio instrumental de beneficio personal. La
manifestación de la modestia falsa suele ser crónica, ya que dicha
actitud suele conformar parte estructural del hábito conductual
existencial construido por el sujeto. Asimismo, cabe apuntar que como
la naturaleza de la modestia falsa pertenece a la familia de la
prepotencia enmascarada, una vez destapada la falsedad de la modestia
ésta puede transmutarse en un arrebato de rabia o ira, ya que la
persona vive en una continua tensión controlada de superioridad
respecto a los demás.
Mientras que las
modestias enfermas, como bien indica su término, son propias de
personas que denotan un estado emocional enfermo por
psicopatológicas, es decir, por trastornos mentales ya sean de causa
endógena u exógena. En este sentido, la modestia enferma es un
rasgo característico de personas con bajos niveles de autoestima, e
incluso de cuadros psicoemocionales depresivos en su grado más
grave, cuya autopercepción personal registra importantes niveles de
devaluación individual consciente respecto a su entorno social más
inmediato. La manifestación de la modestia enferma tanto puede ser
eventual como crónica, directamente proporcional a la psicopatología
sufrida. Asimismo, cabe apuntar que como la naturaleza de la modestia
enferma pertenece a la familia de la depresión, ésta puede
transmutarse tanto en una actitud de anulación personal como de
autodestrucción psicoemocional e incluso físico dentro de la
polarización de su espectro conductual.
Así pues, como podemos
observar, la modestia es una actitud cuyo registro nos dice mucho
sobre el estado emocional, los rasgos de personalidad y el hábito
existencial de una persona. Siendo su valor moral social asociado el
concepto cultural judeocristiano de la humildad, que por ser cultural
-cabe remarcar- no pertenece al marco de los valores universales, y
que por tanto es susceptible de poder ser modificado mediante una
adecuado proceso de reeducación.
Acabaremos señalando que
por ser la modestia una actitud cultural, es decir un hábito
educativo conductual -psicopatologías a parte-, y por tanto
profundamente contextual a un espacio y un tiempo social, existe una
conducta humana fuera del comportamiento de la modestia: la Autoridad
Interna, que es aquella que permite al ser humano vivir mostrándose
fiel a si mismo y respecto a su entorno exterior. (Ver: Conoce la fórmula de la Autoridad Interna y Valórate, ámate y vive desde tuAutoridad Interna). O dicho en otras palabras, el ser humano puede
vivir una existencia sana psicoemocionalmente sin necesidad de
adoptar la modestia como conducta personal y social. Aunque ello
requiere, previamente, tanto de un trabajo personal de
autoconocimiento como de un ejercicio de autotrascendencia sobre los
cánones culturales limitantes establecidos. Cada cual que elija en
plena consciencia de sus facultades emocionales y mentales la opción
vital que más le convenga, sabedores que la máxima del “Yo soy Yo
y mis circunstancias” de Ortega y Gasset puede transformarse en un
“Yo soy Yo, a expensas de mis circunstancias”.
He dicho, modestia a
parte.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano