Como todos sabemos, el
lujo es un bien preciado al alcance de unos pocos privilegiados, ya
que lleva implícito una barrera de entrada artificial -como dirían
los economistas- que no es otra que su alto coste monetario de
adquisición (Ver: ¿Por qué nos atrae el lujo?). Asimismo, de lujos
existen tanto de naturaleza tangible como intangible, siendo uno de
éstos últimos por excelencia en nuestra sociedad orwelliana
(por su obra 1984) la intimidad.
Sí, la intimidad es un
bien preciado por escaso en nuestro tiempo. Por un lado, porque el
sector privado, al que denominamos Mercado, ha conseguido moldear las
sociedades bajo un patrón económico sustentado en la extracción y
gestión comercial de los datos personales del conjunto de los
ciudadanos, mecanismos incluso de espionaje ocultos en aparatos
domésticos mediante (Ver: Vivimos en una sociedad en la que valemos más por ser clientes/consumidores, antes que ciudadanos y personas y
El “Conócete a ti mismo” lo ejerce el Mercado por nosotros). Y,
por otro lado, porque el sector público, al que denominamos Estado,
está aplicando de manera creciente políticas de vigilancia masiva a
la población, con capacidad de seguimientos individualizados las 24
horas del día, en aras de un mayor control de la seguridad
ciudadana. Una tenaza Mercado-Estado a la intimidad individual
acelerada por el proceso de corte sociotecnológico conocido como
globalización, surgido a partir de la mitad del siglo pasado en
plena Tercera Revolución Industrial.
Pero, sociofenomenología
de la intimidad a parte, lo interesante es observar su casuística
contemporánea. Es decir, ¿cómo el ser humano actual se relaciona
o comporta respecto a su intimidad, y cuáles son sus implicaciones?.
Para ello, y en primer lugar, debemos definir el concepto de
intimidad, entendiéndolo como un espacio inviolable de la privacidad
más íntima de la persona.Y en segundo lugar, debemos situar el
ámbito de manifestación de dicha intimidad, la cual -como todos
sabemos- puede darse tanto en la dimensión interna como externa de
una persona. Expuesto lo cual, podemos segmentar el comportamiento
humano respecto la intimidad en tres tipologías de personas bien
diferenciadas:
1.-IntraPersonales:
Personas que ejercitan la intimidad en su dimensión interna.
Se trata de un colectivo
minoritario, ya que la búsqueda de la intimidad interna equivale a
la voluntad activa de desarrollar una vida interior, condición sine
qua non que requiere de los estados de soledad y de silencio
ambiental (Ver: La soledad voluntaria, un bien preciado desprestigiado). Un planteamiento existencial propio de pensadores y
personas espirituales. Dicho colectivo, asimismo, suele extrapolar el
ejercicio de la intimidad interna a su dimensión personal externa.
2.-InterPersonales:
Personas que ejercitan la intimidad en su dimensión externa.
Se trata de un colectivo
que, al igual que el anterior, también es minoritario. La
característica fundamental de esta tipología de personas es su
declarado activismo rebelde frente al control de la intimidad
ejercido por el tándem Mercado-Estado. Un planteamiento existencial
propio de antisistemas, pensadores y personas espirituales. Estos dos
últimos perfiles, asimismo, suelen desarrollar el ejercicio de la
intimidad externa parejo a su dimensión personal interna.
3.-ExtraPersonales:
Personas que no ejercitan la intimidad ni en su dimensión interna ni
externa.
Se trata del colectivo
mayoritario en la sociedad contemporánea. Su rasgo característico
fundamental es el uso sistemático de dispositivos móviles de
conexión a la red de internet, tal si de un quinto miembro natural
extensible de su organismo tanto fisiológico como intelectual se
tratase. Son personas cuyas vidas, de manera integral, se desarrollan
inmersas en un estadio pleno de sobre-exposición pública, cediendo a
voluntad y con plena (a)normalidad su intimidad al sistema de control
social ejercido por el tándem Mercado-Estado. Un planteamiento
existencial propio de ciudadanos-consumidores hijos de la era
tecnológica, y más especialmente a partir de la generación nacida
desde la primera parte del presente siglo en plena Cuarta Revolución
Industrial (Ver: El homo selfies, el alter ego virtual).
Como se puede deducir, a
la luz de un racionamiento lógico objetivo, el hecho que
construyamos una sociedad en la que el conjunto de la ciudadanía
tiende de facto hacia la exclusión voluntaria de la intimidad
en su desarrollo como personas -como cesión incontestable y
normalizada a favor de los poderes fácticos del Mercado y del
Estado-, no solo nos aboca al desarrollo de una humanidad sujeta a un
peligroso control colectivo por parte de intereses políticos y
comerciales partidistas (a través de la lógica de la economía de la atención, haciendo del “mundo feliz” del británico Huxley
una profecía casi cumplida); sino que tiende a convertir al conjunto
de ciudadanos de nuestras sociedades modernas en personas que
construyen y fundamentan su identidad interna y externa desde la
volatilidad del Yo de los Otros. Y ya sabemos que aquel que no se
reconoce desde su Yo Soy es fácilmente reseteable
psicoemocionalmente por fragilidad de su vida interior y consecuente
carencia de madurez personal exterior.
No podemos devaluar y ni
mucho menos despreciar la intimidad como faceta vital del ser humano,
ya que la intimidad es para el crecimiento y desarrollo de una
persona lo que el sueño es para la salubridad física y
psicoemocional de un individuo. Asimismo, sin intimidad no hay
pensamiento crítico, pues la intimidad genera ese espacio de
reflexión con nosotros mismos y respecto a nuestra realidad que nos
permite extraer conclusiones más allá de los estados de opinión
sociales paquetizados (Ver: ¿Hemos desaprendido a pensar? y Pensar,la gastronomía del alma que no sirve para comer). Así pues, en la
intimidad pienso, y puesto que pienso existo por encima de la
voluntad homogeneizadora de terceros.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano