La velocidad de vértigo
a la que está sometida la sociedad, cuyo principio de realidad sufre
un continuo estado de cambio y transformación, provocando que si nos
despistamos lo más mínimo dejemos de reconocer aquel paisaje
cotidiano que hasta la fecha conocíamos, tiene como efecto colateral
la destilación de la formación reglada. A la cual, previo proceso
intencionado de centrifugación, la estamos sintetizando en cápsulas
modulares de conocimiento práctico, creando situaciones tan dispares
como la aparición de nuevos grados universitarios en los que en un
periodo de tiempo menor al que en antaño se estudiaba una carrera
(al menos en mi época), ahora se estudian -teóricamente- dos
carreras a la vez y de naturaleza dispar. Todo bajo la filosofía de
buscar lo fácil, hacerlo rápido y tenerlo para ayer.
Un proceso marcado por el
propio ritmo acelerado de la sociedad en el que, por sobrar,
comienzan a sobrar incluso los profesores por ser elementos
estadísticos de ralentización del proceso formativo. O al menos así
si comienza ha concebirse en la nueva era de la revolución educativa
del siglo XXI, con la compañía china Squirrel AI a la cabeza,
máximo exponente del nuevo paradigma de la formación reglada online
de interactuación alumno-ordenador en el que las tutorías están
guiadas por un algoritmo de inteligencia artificial en substitución del
clásico profesor humano. La fórmula de Squirrel AI está teniendo
tanto éxito que en los cinco años de vida de la empresa ésta ya ha
abierto 2.000 centros de aprendizaje en 200 ciudades chinas con un
registro de más de dos millones de estudiantes (equivalentes a todo
el sistema de escuelas públicas de la ciudad de Nueva York), y ya
están planificando duplicar los centros abiertos a un año vista en
una expansión sin parangón (Fuente: MIT Technology Review). Una
tendencia que, a nivel mundial, queda respaldada por las decenas de
millones de estudiantes que ya usan alguna plataforma de inteligencia
artificial online para aprender.
Evidentemente, el auge
imparable de la aplicación de la inteligencia artificial como
metodología de aprendizaje no solo es debido a la riqueza de
recursos pedagógicos multiniveles que posibilitan las plataformas
online, así como la facilidad educativa ofertada en materia de
gestión personalizable del tiempo para beneficio del alumno, sino
aún más en el alto nivel de éxito de aprobados que obtiene versus
el sistema educativo clásico en un mismo periodo de tiempo objeto de
estudio. No obstante, el nuevo modelo educativo esconde un troyano de
profundas implicaciones sociales: el peligro potencial a una
formación global estandarizada. O, dicho en otras palabras, la
posible homogeneización del conocimiento para la implementación de
un pensamiento único. (Ver: ¿Está en peligro el pensamiento individual?).
Enseñar implica, a la
luz de la filosofía humanista, ayudar a los alumnos a desarrollar su
racionalidad desde un proceso lógico-reflexivo; es decir, enseñarles
a pensar por sí mismos. Un factor clave, y aun más irrenunciable,
para una formación sana de la individualidad de las personas. En
cambio, el nuevo sistema formativo basado en la inteligencia
artificial se decanta sin prejuicio alguno en no contemplar dicho
axioma, ya que su objetivo principal no es otro que el alumno aprenda
una materia concreta y en un tiempo predeterminado -por
requerimientos socioproductivos-, y descarta que comprenda su propio
proceso de aprendizaje, lo cual no da cabida al maravilloso
despliegue de la lógica creativa, base del pensamiento crítico y
disruptivo, que caracteriza al hombre como ser reflexivo. Ergo,
si no se enseña, lo que realmente se está planteando es una apuesta
clara y decidida por el adoctrinamiento, pero no en un sentido
ideológico -aunque aquí podríamos abrir el melón de la ideología
productivista del Mercado-, sino más bien en un sentido de
neuroprogramación para el desempeño funcional de roles
profesionales socialmente pre-estandarizados.
Desde el momento en que
el profesor, como activo docente con pleno derecho para el ejercicio
de la libertad de cátedra y por tanto garante del pensamiento
crítico, queda excluido de la lógica del nuevo sistema formativo de
futuras generaciones, el tipo de enseñanza futura, así como el
modelo de pensamiento imperante, tiene el peligro no solo de acabar
homogeneizado sino incluso de ser monopolizado (gestión del control)
por unas pocas manos partidistas: los directivos de las empresas
tecnológicas de formación. Lo cual, sin lugar a dudas, viciará la
actual naturaleza de beneficio social de la educación en pos de un
beneficio marcadamente económico.
Así pues, y filosofía
mediante, como sociedad tenemos el imperativo moral de reflexionar
qué modelo formativo de futuro deseamos desarrollar a través de las
nuevas herramientas pedagógicas de las plataformas online con base
de inteligencia artificial: ¿enseñar o adoctrinar?. Dos opciones
diferentes para dos horizontes de la humanidad tan divergentes como
antagónicos. Personalmente, como filósofo humanista y docente
universitario -aunque cada vez más a tiempo parcial muy a mi pesar
por causa mayor de un Mercado excluyente-, abogo sin fisuras por la
enseñanza frente al adoctrinamiento. Pues, como ya apuntó Platón,
el mayor objetivo de una sociedad es educar correctamente a la
juventud. Así que dejemos los modelos sociales orwellianos (de la
novela “1984”) para el ámbito de la recreación artística o el ocioso mundo de los videojuegos.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano