Hace tiempo que me di
cuenta que estamos envueltos en tertulias de gallinas de las que
resulta difícil escapar. Pero no en el sentido de gallinas como
sinónimo de personas miedosas, sino en el sentido adjetival más
estrictamente calificativo de la hembra de la especie gallus
gallus domesticus que no deja de cacarear ni bajo el agua. De lo
que deduje, para enriquecimiento de mi particular Bestiario Urbano,
que dentro de la familia humana existe una subespecie ampliamente
expandida a la que denomino Homo Gallinaceo.
Las características que
definen al Homo Gallinaceo sobre el resto de miembros de los homo
sapiens son básicamente las que siguen:
-Les gusta cacarear de
todo y de nada en particular, entendiendo cacarear como la acción
verbal de parlotear picando temas de conversación de aquí y de allí
sin orden ni control.
-En su cacarear prima
sobremaneramente el gusto por los temas superficiales, recreándose
en tertulias vacuas por insustanciales que pueden acabar en
verborreas yermas compartidas.
-Los cacareos se suelen
caracterizar como monólogos, en los que cada miembro parlotea para
sí mismo sin el menor interés de coparticipar, y menos empatizar,
de los parloteos de terceros.
-El discurso del cacareo
no se impone sobre el resto por méritos argumentales, sino por
capacidad de vocerío y de agilidad de intervención (que ciertamente
es todo un arte agotador), generando una sinfonía grupal cacofónica.
-Y, por último, les
desagrada compartir su espacio y su tiempo con otros congéneres de
la familia humana que no se ajusten a su perfil insulso por carente
de interés.
De Homo Gallinaceo
podemos encontrar en todos los estratos sociales, así como de manera
transversal en el conjunto de las comunidades humanas. Tanto es así
que se pueden identificar genéricamente y sin mayor dificultad en
los entornos familiares, en los entornos de conocidos sociales, en
los entornos laborales y, con especial relevancia por su placer a la
exposición pública (no olvidemos que viven por y para enseñar sus
plumajes), en los diversos programas televisivos de ocio y
entretenimiento y, asimismo, en el conjunto de la vida política
(para intranquilidad del resto de ciudadanos).
Por otro lado, cabe
destacar que la naturaleza por antonomasia del Homo Gallinaceo como
animal social es el ruido y el desorden, por lo que no se puede
esperar de ésta subespecie humana ni que profundice sobre un tema
concreto en búsqueda de su posible origen causal para poder
dilucidar una acción lógica frente al mismo, ni que por tanto se
comporte de manera resolutiva respecto a un problema común, y ni
mucho menos que actúe de manera conjunta y ordenadamente coherente
para beneficio colectivo. Además, como se trata de animales con poca
agudeza sociovisual y de respuesta inmediata a los estímulos
externos que perciben, sus acciones siempre son a corto -por no decir
inmediato- plazo, lo cual los imposibilita para planificar
estrategias de actuación grupal en un período de tiempo largo.
Sí, podemos afirmar, con
tan solo observar a nuestro alrededor, que el Homo Gallinaceo se ha
convertido en la subespecie prevaleciente de la familia del homo
sapiens contemporáneo (aunque de sabios tenemos poco). Por lo que de
la sociedad de esta era tan solo podemos esperar superficialidad,
ruido y desorden. Aunque, rompiendo una lanza a favor de mis detractores,
ciertamente ¿qué se yo?, pues en verdad sólo sé que sé menos que
Sócrates.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano