Cuando hablamos de la
Historia es como si nos refiriésemos al cómputo de conocimientos
pasados de la humanidad que dan sentido, consistencia y razón de ser
a la esencia del ser humano como ente pensante y sintiente singular
en el Universo. Es decir, somos lo que somos porque somos lo que
creemos que somos, desde el conocimiento de la Historia. Y lo cierto
es que no deja de ser un concepto ya no particularmente limitado sino
incluso patético, pues nuestra Historia -como método de las
ciencias sociales/humanas y de las ciencias naturales-, se asemeja al
conocimiento ontológico que tiene un ratón sobre el pasado de su
especie desarrollado en el interior de una sofisticada jaula sobre la
mesa de un laboratorio experimental, que aún sin poderlo percibir
podemos, aunque sea vagamente, intuirlo. De ahí las grandes
lagunas, paradojas, contradicciones y problemas absurdos e
irresolubles del relato socialmente consensuado sobre lo que
entendemos como nuestra Historia. Lo que no significa que aun siendo
una mentira o una verdad parcial colectivamente aceptada, sea la
verdad última como causa primogénita evolutiva de nuestra especie.
Pues a medida que profundizamos en la indagación sobre la Historia
del hombre, menos sabemos tanto de nuestra naturaleza misma como de
nuestros hitos conductuales que nos definen como sociedad.
En este sentido, la
Historia, tal y como la entendemos, tan solo es una parte de nuestra
historia: la de los efectos externos observables, pero no así de
nuestra historia como descripción de las causas de los mismos. Pues
si la historia humana es una ciencia, y ésta es el estudio,
investigación e interpretación de la naturaleza del hombre como
fenomenología mediante un conocimiento obtenido por observación,
¿podemos historiar aquello que no podemos observar, y por tanto
conocer? Evidentemente, la respuesta es que no. ¿Y si éstos hechos
no observables, para nuestra limitada capacidad cognitiva humana,
representan las causas de nuestros efectos históricos observables?
Entonces queda patente el carácter parcial por incompleto de la
ciencia del pasado a la que denominamos Historia. En otras palabras,
y a modo de ejemplo, un ratón de laboratorio puede historiar el
efecto de una manipulación biológica sobre su cuerpo en la vida
diaria de su descendencia, o de un cambio de naturaleza artificial en
su hábitat, pero no así las causas, procesos y medios ejecutorios
de los mismos, pues carece de la suficiente capacidad cognoscente
para ello.
Asimismo, si la Historia
de la humanidad como historiología e historiografía es incompleta
per se, ¿qué papel le queda a la Filosofía de la Historia
como disciplina, entendiendo que ésta trata el significado de la
historia humana?. Personalmente considero que la Filosofía de la
Historia no debe inmiscuirse en temas referentes al desarrollo del
hombre como ser social, pues para ello ya tenemos principalmente el
resto de ramas de la Filosofía -y más particularmente la Filosofía
Política (que personalmente subdivido en Filosofía Social,
Económica y PsicoEmocional en el www.vademecumdelserhumano.com)-,
así como secundariamente trata la Antropología y la Sociología.
Sino que la Filosofía de la Historia debe recuperar su sentido más
clásico, que no es otro que estudiar los principios de la Historia,
y antes que nada su origen, causas y leyes subyacentes, su
significado y su motivación, que es lo mismo que hablar de la
Metafísica de la Historia. Es decir, interpretar y validar la
Historia desde un enfoque extramundano, pero no en sentido teológico
como hicieron los escolásticos, sino desde una perspectiva laica
sobre parámetros de partida propios del conocimiento científico del
siglo XXI. Pues los continuos avances del conocimiento contemporáneo
nos permite concebir la idea cada vez con mayor fuerza si cabe de
que el hombre, como ser singular, pierde su individualidad ante
fuerzas mayores (ya sean naturales o artificiales) del Universo, como
ya apuntó a su manera el idealismo alemán con Kant y Hegel a la
cabeza a principios del siglo XIX.
Sí, aunque en principio
pueda parecer paradójico no podemos entender el significado de la
Historia humana más que traspasando los propio límites de la
historia humana, pues es fuera de nuestros propios límites como
especie donde encontraremos las causas originales de los efectos
observables en la historiología de nuestra especie. Lo contrario es
limitarnos al papel de escribas de la ratonera, creyendo saber sin
saber. Aunque, todo hay que decirlo, conocer las causas de la
Historia de la Humanidad como especie implica no solo transgredir
nuestro propio esquema mental de la realidad, sino asimismo
enfrentarnos al miedo animal instintivo de lo desconocido, que no por
ello deja de estar en comunión con nuestra naturaleza [como
diría Whitley Strieber :-) ].
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano