Que la obesidad ha
alcanzado proporciones epidémicas a nivel mundial, según datos de
la Organización Mundial de la Salud (ente dependiente de la ONU), es
por todos conocidos. Un problema que ataca a todos los países del
planeta, con independencia de su nivel de riqueza, y que afecta al
conjunto de los estratos de la pirámide poblacional de las
sociedades, niños incluidos. Y, como todos sabemos, la
preocupación general por la obesidad no es tanto estética ante la
acumulación excesiva de grasa en los cuerpos humanos -en un mundo
global que ensalza el culto al cuerpo-, sino por sus efectos nocivos
contra la salud (vinculado a su vez a una docena de enfermedades
psicológicas, cardiovasculares, traumatológicas, oncológicas y
gastrointestinales). Tanto es así, que la obesidad -junto al
sobrepeso- es el quinto factor principal de riesgo de defunción
humana en el mundo, registrando un alarmante índice de 2'8 millones
de fallecimientos al año.
Como apunte, solo en
España, considerado como uno de los principales países por
antonomasia de la equilibrada dieta mediterránea milenaria, los
casos de exceso de peso afectan a día de hoy al 70 por ciento de los
hombres y al 50 por ciento de las mujeres, lo que supone un
sobre coste a las arcas de la sanidad pública de 2.000 millones de
euros al año. Y suma y sigue a cada año que pasa.
Frente a este escenario
sociológico, propio de un hábito conductual humano desordenado, uno
no puede dejar de preguntarse si la tendencia ascendente de la
obesidad a nivel mundial dejará algún día de aumentar y, si es
así, si iniciará un proceso evolutivo inverso hasta retomar los
niveles óptimos para la salud humana.
Personalmente considero
que sí, y que la obesidad como enfermedad crónica elevada a la
categoría de epidemia mundial se encuentra entre los valores más
altos de su particular campana de Gauss, ya que en su desarrollo han
entrado a participar un nuevo grupo aleatorio de datos propio de los
fenómenos del ámbito del desarrollo tecnológico, los cuales se
presentan como altamente relevantes para el inicio lento pero
constante de la tendencia bajista de la distribución gaussiana del
efecto de la obesidad en la sociedad humana. Entendiendo que la
función gaussiana en este caso particular se distribuye a lo largo
de varias décadas, es decir, que la campana de Gauss que dibuja el
efecto social de la obesidad tiene una duración que afecta a
diversas generaciones, por lo que el proceso descendente de la
obesidad en la humanidad se alargará en el tiempo hasta un futuro a
largo plazo aún de carácter indeterminable. Cuya singularidad final
si bien no podremos observar en vida, sí que podemos prever por
razonamiento inductivo.
Los nuevos datos que
auguran la tendencia bajista o descendente de la obesidad en la
humanidad, a largo plazo, son los que siguen:
1.-Evolución de la
industria alimentaria.
La industria alimentaria
camina, de manera inequívoca, hacia la producción artificial de
alimentos, como podemos observar en la creación de productos
cárnicos sin sacrificio animal mediante el cultivo de células
madre de animales en laboratorio. Una tendencia en aumento promovida
por dos grandes necesidades a resolver por parte del ser humano para
nuestra subsistencia como especie: la disminución de la emisiones de
los gases invernadero a la atmósfera (la ganadería industrial es, a
día de hoy, la causa principal del calentamiento global), y la
sostenibilidad de los recursos naturales cuya explotación están
llegando a un punto de inflexión (para producir solo un kilo de
carne vacuno intensivo son necesarios 20.000 litros de agua, por
poner un ejemplo, en un planeta abocado a la desertización). Por lo que la evolución de la industria alimentaria comportará mayor control sobre la calidad de los alimentos que comemos.
2.-Aumento del nivel de
esperanza de vida.
Los avances en materia de
bienestar social, sanitarios y tecnológicos, hacen que la humanidad
supere de manera constante y progresiva sus marcas récord de
longevidad. Como ejemplo, solo en España la esperanza de vida
aumenta a un ritmo de 10 horas por día, convirtiéndonos en un plazo
de medio siglo en una sociedad de supercentenarios. Tendencia que, a
ritmos diferentes entre los diferentes puntos del planeta, acabará
por normalizarse a nivel global. (Ver: ¿Y si la inmortalidad se pudiera comprar?). Por lo que el aumento del nivel de esperanza de vida comportará mayor control sobre la calidad de vida de las personas.
3.-Robotización de la
sociedad.
La imparable inmersión
de nuestra sociedad en la era robótica, inteligencia artificial
mediante, es una realidad de facto que tiene como causa
principal la actual limitación humana para seguir evolucionando
científica y tecnológicamente (Ver: Vivimos en un mundo de ángulos rectos en peligro de extinción, por la llegada de una nueva realidad). Lo que nos conduce al hecho indiscutible de que el futuro
inminente de la humanidad no será creado por el hombre, sino por los
seres artificiales. Lo cual no solo plantea preguntas respecto a qué
nos vamos a dedicar los seres humanos en una sociedad robotizada
(Ver: Ante la imparable robotización social, ¿de qué vamos a vivir y a qué nos vamos a dedicar los humanos?), sino que si a ello le
sumamos el factor de una sociedad cada vez más longeva, se nos
presenta la duda razonable de una sociedad futura en cuyo horizonte
impere el control de la natalidad -lo que implica mayor control de la
salud de las personas como colectividad-, a pesar de la clara
tendencia de suicidio demográfico existente en los países más
desarrollados (Ver: La dictadura de la sociedad joven). Por lo que la robotización de la sociedad, que conllevará una vigilancia sobre la masa poblacional del planeta, comportará un mayor control sobre la calidad de vida de la humanidad existente.
4.-Evolución de la
industria de restauración.
Por otro lado, al
argumento expuesto anteriormente sobre la evolución de la industria
alimentaria, cabe complementarlo con la evolución de la industria de
restauración que ya anuncia un futuro de comida impresa en 3D, lo
que significa que los cocineros tendrán la capacidad de hacernos
comidas personalizadas con productos no solo altamente saludables sino
adecuados a nuestras necesidades alimenticias personales, bajo
parámetros de necesidad fisiológica. De hecho, ya existen
dispositivos que miden de manera no invasiva e indolora los nutrientes que necesita nuestro cuerpo. Por lo que no es difícil
imaginar un futuro en el que los cocineros nos fabriquen comida
reconocible en 3D de manera inmediata que de manera previa, tan solo
tras entrar al restaurante, hayan diagnosticado que necesita nuestro
organismo para su equilibrio nutricional. Y todo ello, seguro,
añadiéndole los gustos a voluntad (sabor a grasa, a fritura, etc)
que más nos apetezcan sin efectos colaterales dañinos para nuestro
cuerpo. Tiempo al tiempo. Por lo que la evolución de la industria de la restauración comportará un mayor control sobre la salubridad individualizada de la comida de las personas.
Cuatro factores
vinculados al desarrollo tecnológico y social de la humanidad que,
junto a otras variables complementarias en la misma dirección
habidas y aun por haber y descubrir, permitirán una tendencia
descendente de la campana de Gauss de la obesidad para el ser humano
del futuro. Y ello sin mencionar que, el día de mañana en el que el
hombre consiga viajar por el espacio, nuestra masa muscular se verá
altamente reducida por los cambios morfológicos producidos por la
larga exposición a un hábitat ausente de gravedad que, entre otras
consecuencias, conlleva un proceso de crecimiento estilizado
generando unos cuerpos más altos, delgados y esbeltos.
Un mañana, que
redefinirá la imagen actual que tenemos del cuerpo humano, que sin
lugar a dudas ninguno de los presentes seremos testigos, por lo que a
falta de una sociedad alimentariamente más controlada solo apta para
las nuevas generaciones del futuro, no puedo dejar de pensar en las
huevas de salmón que me comeré este mediodía, sobresaturadamente
ricas en proteínas, para pesar de mi consciente inicio de sobrepeso.
Aunque, como dicen los italianos, dolce far niente, o echando
mano de nuestro refranero español: sarna con gusto no pica (pero mortifica).
Salud y bon vivant!
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano