Si algún elemento de la
naturaleza nunca ha dejado de maravillarme ese no es otro que la luz.
La luz no solo es vida (versus la oscuridad que se asocia con la
muerte), sino que también es un misterio en sí misma y, a su vez,
para el conocimiento del hombre es el futuro de nuestra propia
humanidad. Y no me refiero a un conocimiento en el sentido clásico
de iluminar la capacidad cognoscente del ser humano, sintetizado en
la evocación latina fiat lux!, sino en un conocimiento
empírico como fundamento del saber científico stricto sensu.
Ya de bien pequeño me
fascinaba el hecho que los objetos que forman nuestra realidad
tengan, para reconocimiento de nuestro limitado espectro visible, un
color y no otro. Así como me generaba gran expectación la relación
simbiótica existente entre color y luz, y el hecho que el color,
como manifestación de las longitudes de las ondas electromagnéticas
de la luz, pueda afectar positiva o negativamente sobre un sujeto u
objeto mediante su interacción. Años más tarde me atrajo
sobremaneramente el hecho que la luz, a través del proceso químico
de la fotosíntesis, represente la energía imprescindible para
crear oxígeno desde la materia orgánica (por lo que conociendo y
teniendo a mano la energía principal de la susodicha transformación
alquímica, el proceso químico de las plantas se presentaba como un
simple juego mecanicista de combinación e interactuación de
elementos varios de la tabla periódica, lo que me abocó al
planteamiento de la fórmula teórica de la “Fotosíntesis
artificial por laboratorio” hacia 1985, si no mal recuerdo, aunque
este es trigo de otro costal). Para finalmente interesarme, ya de más
mayor y por pura intuición -o razonamiento inductivo-, en la luz ya
no como un medio, sino como el medio, de trasformación futura de
nuestra realidad humana tal y como la conocemos.
Pero, ¿por qué la luz
se presenta como el medio de desarrollo futuro de nuestra propia
humanidad, en parámetros de transformación profunda de la
realidad?. Para que nos entendamos, y a modo de síntesis, la razón
se limita al cumplimiento de cuatro de los requisitos básicos de la
realidad alternativa propia de la ciencia ficción (para nuestro
contexto temporal):
1.-La luz puede
transformarse de energía en materia y viceversa adoptando diversas
formas.
Lo cual abre la puerta a
los procesos de corporeidad y descorporeidad al uso de una forma, con
todas la implicaciones que ello conlleva en los múltiples campos de
aplicación, mediante el proceso de formación de electrones y
positrones a partir de los fotones (partícula elemental de la luz),
y gracias al hecho que los pulsos de radiación propios de la
naturaleza del fotón pueden adaptar cualquier forma (dualidad
onda-partícula), tanto en el espacio como en el tiempo, en función
de las amplitudes y las fases de los componentes de la frecuencia del
pulso, los cuales pueden ser codificados.
2.-La luz puede
transmitir y almacenar información.
Lo cual abre el campo al
insondable mundo con base tecnológica cuántica, permitiendo
asimismo dar un salto evolutivo de gigante en materia de inteligencia
artificial, mediante la capacidad de la luz de poder almacenar y
transmitir un volumen de datos infinito gracias a la naturaleza
multidimensional de su espín, propiedad física de las partículas
elementales como son la familia del bosón, de la que pertenecen los
fotones.
3.-La luz puede
teletransportarse.
Lo cual abre el camino a
la teletransportación espacio-temporal tanto de materia como de
datos de información, lo que deja en evidente ridículo a nuestros
actuales esfuerzos por normalizar la velocidad supersónica (que
rompe la barrera del sonido), gracias al efecto del entrelazamiento
cuántico existente en la naturaleza de los fotones, ya que de hecho
un fotón no es más que la partícula elemental responsable de las
manifestaciones cuánticas.
y, 4.-La luz puede
modificar la realidad.
Lo cual abre abre la
posibilidad a la transformación de una realidad enfocada, ya sea
para uso instrumental benéfico (como pueda ser en los ámbitos de la
salud o en los procesos productivos), ya sea para uso instrumental
destructor (como pueda ser en el ámbito bélico), gracias a que los
fotones son las partículas portadoras de todas las formas de
radiación electromagnética conocidas en nuestro planeta (incluyendo
rayos gamma, rayos X, luz ultravioleta, luz visible, luz infraroja,
microondas y ondas de radio).
Y todo ello, sin contar
que los fotones poseen energía -propia y/o transferida por una
partícula ajena- de diferentes intensidades, lo cual abre la puerta
a una nueva fuente de energía para gestión del hombre. Aunque,
todo hay que decirlo, actualmente los fotones de mayor energía son
aquellos que proceden del cosmos, como las recién registradas
partículas lumínicas procedentes de la nebulosa Cangrejo (restos de
una supernova que ocurrió en el año 1054 d.C. de nuestra era, en el
Brazo de Perseo de la Vía Láctea, a unos 6.500 años luz de la
Tierra).
Si podemos imaginarnos
una sociedad de futuro donde los objetos se transformen de materia en
energía y viceversa tomando diferentes formas posibles, en el que
almacenemos y transmitamos datos de información a través de un haz
cuántico, en el que nos movamos a la velocidad de la
teletransportación, modifiquemos la estructura de la realidad
mediante pulsaciones electromagnéticas, e incluso utilicemos la
energía propia de los fotones tanto del planeta como del resto del
universo para nuestra vida diaria, podremos imaginar sin esfuerzo una
nueva concepción de la luz como nueva tecnología del futuro de la
humanidad.
Y todo ello mediante la
gestión inteligente de un recurso que aun estando sumergidos en él
desde que la vida es vida, como es la luz -tan familiar como
ignorada-, nuestra primitiva especie todavía no acaba de ver todo el
potencial que alberga para el salto dimensional de nuestra propia
evolución. Pues el enorme potencial de la luz es tan sutil como la
idea arquetípica de la belleza que capta un artista, por lo que se
requiere de intelectos sensibles capaces de reconocer toda su
profunda naturaleza. Aunque siendo indulgentes con nuestra propia
ignorancia, cabe reconocer los primeros pasos que como bebés estamos
comenzando a dar en la dirección inequívoca hacia el irremediable
desarrollo de la tecnología de la luz. Y es que el camino nos viene
iluminado, por lo que no hay disculpas para la pérdida, a no ser que
nos encabezonemos en continuar siendo ciegos.