Ser pobre es una estafa,
y los ricos lo saben; ya que en el mundo de las finanzas se tiene muy
estudiado los diversos modelos de estafa posibles con el objetivo de
minimizar los riesgos de inversión y asegurar el capital. Pero,
cuando hablamos de que la pobreza es una estafa, ¿a qué nos
referimos exactamente?.
En primer lugar, debemos
tener claro qué es una estafa. En este sentido, se entiende como
estafa un acto de daño o perjuicio contra el patrimonio (bienes
tangibles o intangibles) de una persona, y que suele estar
considerado como delito en la mayoría de los códigos penales del
mundo. Pero, para que haya estafa, debe existir la voluntad del
engaño deliberado, es decir: una persona cree adquirir algo que
realmente no existe, puesto que le han afirmado de su (falsa)
existencia. Como por ejemplo puede ser el pago (fijo o a plazos) a
cuenta para la adquisición de una vivienda que realmente no existe.
Y en segundo lugar, y
vista la naturaleza conceptual de la estafa, ¿a qué tipo de estafa
en concreto aludimos cuando la relacionamos con el sistema de vida
social propio de los pobres?. Pues aquel sistema económico
caracterizado por captar miembros que se endeudan para aportar un
dinero con el cual pagar una deuda antigua contraída por el mismo
sistema con anteriores miembros. Un esquema económico fraudulento
conocido en el ámbito financiero como modelo Ponzi.
Pero, ¿por qué se
considera un fraude el esquema Ponzi?, podría alguien preguntarse.
Principalmente por dos factores claves: Uno, porque este sistema no
produce dinero, es decir que no invierte en producto financiero
alguno que genere beneficios sobre el capital invertido, sino que tan
solo redistribuye el dinero de unos miembros (participantes /
inversionistas) hacia otros miembros más antiguos. Y dos, porque
esta rueda nunca es eterna, ya que siempre llega un momento en el que
dejan de entrar nuevos miembros al sistema, por lo que el sistema se
ve impedido de cumplir su promesa con antiguos y nuevos miembros,
dando como resultado un colapso de la rueda económica.
La estafa Ponzi, llamada
así por el fraude realizado por el italiano Carlos Ponzi en 1920, si
bien está muy regulada en los mercados financieros (donde se genera
dinero), paradójicamente está plenamente aceptada sociológicamente
en los Estados modernos, con independencia del régimen político
imperante. Tanto es así que las nuevas deudas que los Estados
contraen para pagar deudas antiguas siguen al pié de la letra el
esquema Ponzi, con todos los peligros a futuro que ello conlleva.
Pero bajando de los
estratos de la macroeconomía a la microeconomía, podemos observar
como los propios sistemas públicos de prestaciones sociales de los
Estados democráticos occidentales de la órbita del Bienestar Social
hacen un Ponzi, ya que los ciudadanos son obligados a cotizar
(endeudarse) en la Seguridad Social para poder pagar las prestaciones
sociales (deudas) de antiguos cotizantes para cubrir la promesa
futura de cobertura por jubilación, desempleo, viudedad, etc. Un
esquema que como todos sabemos colapsa desde el momento en el que no
hay suficientes entradas de nuevos miembros al sistema, en el caso
específico occidental por el denominado suicidio demográfico: Más
ancianos que nacimientos (inversión de la pirámide poblacional).
Una situación de
microeconomía de un país extrapolable, asimismo, a la economía
doméstica de una persona pobre (entendiendo pobre como todo
individuo que sobrevive mediante las rentas del trabajo, y no del
capital). Pues el pobre, con independencia de su renta por ingresos
de trabajo siempre incierta y volátil, vive endeudándose por un
futuro prometido que en los tiempos que corren no suele existir: Un
joven que se endeuda económicamente estudiando para alcanzar un
trabajo futuro presumiblemente inexistente, un trabajador precario
que se endeuda económicamente en un mercado laboral para alcanzar la
estabilidad futura de un trabajo seguro y de calidad que no existe,
un emprendedor que se endeuda económicamente en una idea de negocio
para alcanzar un nicho de mercado futuro inalcanzable por
impermanente y altamente obsoleto, un trabajador fijo o discontinuo
que se endeuda económicamente en un sistema público de pensiones
para alcanzar una jubilación futura a todos visos inexistente, etc.
Una dinámica económica a la que, bajo los parámetros del esquema
Ponzi, podemos calificar sin rubor como de estafa social.
Paralelamente, la crisis
económica global ha favorecido a las rentas más altas, generando
que los ricos sean más ricos y los pobres más pobres, aumentado así
la brecha de desigualdad social. La razón es simple: las personas
que viven de las rentas del trabajo -el pan ganado con el sudor de su
frente- fundamentan su economía doméstica en los denominados
activos reales (bienes físicos tangibles de uso y consumo para la
vida cotidiana de las personas), los cuales están sometidos a las
reglas del juego del esquema Ponzi. Mientras que las personas que
viven de las rentas de capital -el pan obtenido sin necesidad de
trabajar, que “viven de renta”- fundamentan su economía
doméstica en los denominados activos financieros (productos propios
del mercado financiero que ayudan a mantener y aumentar la riqueza de
una persona, y que no se contabilizan como PIB de un país), los
cuales se desarrollan lo más alejados posible ¡Dios lo quiera! de
un sistema económico Ponzi. Por lo que cuando la economía real
colapsa por el fraude del modelo Ponzi, sus bienes tangibles de uso y
consumo (viviendas, vehículos, joyas, cuadros, propiedades
varias...) son fácilmente adquiridos a bajo precio por la capacidad
de liquidez de las personas que viven dentro de los parámetros de la
economía financiera. Produciéndose así un daño o perjuicio contra
el patrimonio de la persona (pobre), definición reglada del concepto
de estafa [sic].
Sí, ser pobre es una
estafa. Y lo grave de la situación no es que los ricos, que
representan un porcentaje minoritario de la población de la
sociedad, lo sepan y se aprovechen por profunda condición humana
-como diría Nietzsche- mediante la sociabilización de un sistema de
libre mercado. Sino que lo esperpéntico de la situación radica en
la propia sociabilización del esquema Ponzi, el cual se erige como
sistema vertebrador de la economía real de las sociedades
contemporáneas. Pues un Ponzi es pan para hoy y hambre para mañana,
con todas las posibles consecuencias sociológicas que ello puede
comportar. Así pues, hágase la luz (fiat lux!), pues como ya
preconizó Platón la ignorancia es el origen de todos los males.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano