Con siete horas de
diferencia horaria, Teresa mi mujer me va enviando vía internet
pequeños reportajes fotográficos de su estancia actual en Japón. Y
en uno de ellos me acaba de descubrir -para mi profunda ignorancia de
la cultura al otro lado del hemisferio- una pequeña ruta popular
situada al este de la ciudad de Kioto: El camino del Filósofo.
¡Menuda sorpresa!. Qué decir que la noticia me ha generado gran
expectación, a la par que un enorme entusiasmo. Parece ser que el
nombre viene dado por haber sido el camino de meditación predilecto
del filósofo japonés y profesor de filosofía Nishida Kitaro en su
recorrido diario a la Universidad de Kioto. Pero dejando de lado la
obra filosófica de Kitaro, que parece ser una simbiosis entre el
pensamiento oriental y el occidental, me ha sorprendido a modo
anecdótico que hasta principios del presente siglo no existía en
niponés el vocablo filósofo, al que sustituían por un concepto
autóctono equivalente a “maestro de conocimientos”. Y asimismo,
han traducido finalmente el concepto de filosofía, tras varios
intentos de significado diverso, como kitetsugaku, que surge de
los caracteres ideográficos japoneses que significan “sabiduría”
y “aprendizaje”. ¡Qué gran acierto!.
Ciertamente El Camino del
Filósofo es un verdadero viaje al encuentro de la sabiduría
mediante el aprendizaje continuo. Pero respuesto lo que es, ¿cuál
es El Camino del Filosofo?. Pues aquel, profundamente contextualizado
en su espacio-tiempo, que decide recorrer el hombre pensante a lo
largo de su vida. Por lo que podemos afirmar que existen tantos
caminos del Filósofo, como filósofos han existido, existen y
existirán.
Pero más allá del qué
y del cuál es, personalmente me interesa las implicaciones que
conlleva para el hombre pensante transcurrir por El Camino del
Filósofo, las cuales tienen una doble vertiente personal y social,
por ser la filosofía una experiencia transpersonal que contiene
claras implicaciones interpersonales en la inexorable relación de
doble dirección individuo-sociedad.
Respecto a la dimensión
personal del hombre pensante como filósofo, El Camino del Filósofo
se caracteriza por dos grandes axiomas:
1.-Metafísicamente
existe, por cuanto el filósofo Es.
Ya que El Camino del
Filósofo deviene la naturaleza última de la realidad del hombre
pensante. Por lo que Filósofo y El Camino del Filósofo es sustancia
y esencia (parámetros aristotélicos) de una misma naturaleza, y por
tanto resultan indisociables desde un enfoque ontológico.
2.-Epistemológicamente
enseña, por cuanto es la hermenéutica del conocimiento filosófico.
Ya que El Camino del
Filósofo deviene la fuente de aprehensión de la realidad del hombre
pensante. Pues el Filósofo no tiene más principios, fundamentos,
extensión y metodología racional que su propia experiencia por el
caminar de la vida.
Es por ello que El Camino
del Filósofo no es tan solo una necesidad imperiosa de ser y conocer
por parte del Filósofo, sino una irrefrenable tendencia existencial
a la que no puede sustraerse por determinismo natural apriorístico.
Mientras que en la
dimensión social del hombre pensante como filósofo, El Camino del
Filósofo se caracteriza, a su vez, por otros dos grandes axiomas:
3.-Lógicamente es
crítico, por cuanto es objeto del pensamiento lógico-reflexivo.
Ya que El Camino del
Filósofo deviene el alfa y el omega del razonamiento filosófico. Y
el Filósofo, en su búsqueda de la sabiduría (o del intento de la
verdad última de la realidad) pone bajo análisis de juicio todos
aquellos dogmas y hechos sociales que se manifiestan tanto de manera
incoherente como de forma contradictoria entre sí.
Y, 4.-Axiológicamente es
enjuiciador, por cuanto es de naturaleza intrínsecamente moral.
Ya que El Camino del
Filósofo deviene un continuo proceso de juicios de valor que afectan
al ámbito de la Ética. Puesto que no existe acción o pensamiento
personal ni colectivo sin su correspondencia en el amplio espectro de
los valores sociales, los cuales no solo el Filósofo los somete al
examen de la Lógica, sino también al contraste evaluatorio del
conocimiento en materia de arquetipos universales.
Es por ello que El Camino
del Filósofo siempre resulta sino contestatario al menos crítico,
en mayor o menor medida, con la realidad social en la que se
desarrolla el Filósofo como individuo.
Sí, El Camino del
Filósofo no es más, que no es menos, que el recorrido mismo que el
Filósofo realiza en esta vida. Adquiriendo conocimiento sobre la
realidad del mundo tan mundano como trascendental a medida que
aprende, con sus aciertos y errores, al paso de su viaje existencial
caduco. Con una mirada siempre crítica y enjuiciadora con la
sociedad más inmediata que le rodea, pareciendo a veces incluso
molesto e impertinente a la par que creativo e innovador, por la
sencilla razón que el Filósofo es de naturaleza crítico y
enjuiciador consigo mismo. Lo que le obliga a replantearse sus
propias ideas (pre)concebidas a cada nuevo día, aunque en ello le
vaya la contradicción vital. Pero siempre con una mirada divisando
más allá del horizonte, pues sus ojos no fueron creados para
posarse largos periodos de tiempo en la corta distancia. Para ello
existen los miopes.
El camino del Filósofo
no se hace, se Es. Y el Filósofo es capaz de caminar largas,
misteriosas y sorprendentes distancias aún sin en apariencia
caminar.