jueves, 16 de mayo de 2019

El Camino del Filósofo


Con siete horas de diferencia horaria, Teresa mi mujer me va enviando vía internet pequeños reportajes fotográficos de su estancia actual en Japón. Y en uno de ellos me acaba de descubrir -para mi profunda ignorancia de la cultura al otro lado del hemisferio- una pequeña ruta popular situada al este de la ciudad de Kioto: El camino del Filósofo. ¡Menuda sorpresa!. Qué decir que la noticia me ha generado gran expectación, a la par que un enorme entusiasmo. Parece ser que el nombre viene dado por haber sido el camino de meditación predilecto del filósofo japonés y profesor de filosofía Nishida Kitaro en su recorrido diario a la Universidad de Kioto. Pero dejando de lado la obra filosófica de Kitaro, que parece ser una simbiosis entre el pensamiento oriental y el occidental, me ha sorprendido a modo anecdótico que hasta principios del presente siglo no existía en niponés el vocablo filósofo, al que sustituían por un concepto autóctono equivalente a “maestro de conocimientos”. Y asimismo, han traducido finalmente el concepto de filosofía, tras varios intentos de significado diverso, como kitetsugaku, que surge de los caracteres ideográficos japoneses que significan “sabiduría” y “aprendizaje”. ¡Qué gran acierto!.

Ciertamente El Camino del Filósofo es un verdadero viaje al encuentro de la sabiduría mediante el aprendizaje continuo. Pero respuesto lo que es, ¿cuál es El Camino del Filosofo?. Pues aquel, profundamente contextualizado en su espacio-tiempo, que decide recorrer el hombre pensante a lo largo de su vida. Por lo que podemos afirmar que existen tantos caminos del Filósofo, como filósofos han existido, existen y existirán.

Pero más allá del qué y del cuál es, personalmente me interesa las implicaciones que conlleva para el hombre pensante transcurrir por El Camino del Filósofo, las cuales tienen una doble vertiente personal y social, por ser la filosofía una experiencia transpersonal que contiene claras implicaciones interpersonales en la inexorable relación de doble dirección individuo-sociedad.

Respecto a la dimensión personal del hombre pensante como filósofo, El Camino del Filósofo se caracteriza por dos grandes axiomas:

1.-Metafísicamente existe, por cuanto el filósofo Es.

Ya que El Camino del Filósofo deviene la naturaleza última de la realidad del hombre pensante. Por lo que Filósofo y El Camino del Filósofo es sustancia y esencia (parámetros aristotélicos) de una misma naturaleza, y por tanto resultan indisociables desde un enfoque ontológico.

2.-Epistemológicamente enseña, por cuanto es la hermenéutica del conocimiento filosófico.

Ya que El Camino del Filósofo deviene la fuente de aprehensión de la realidad del hombre pensante. Pues el Filósofo no tiene más principios, fundamentos, extensión y metodología racional que su propia experiencia por el caminar de la vida.

Es por ello que El Camino del Filósofo no es tan solo una necesidad imperiosa de ser y conocer por parte del Filósofo, sino una irrefrenable tendencia existencial a la que no puede sustraerse por determinismo natural apriorístico.

Mientras que en la dimensión social del hombre pensante como filósofo, El Camino del Filósofo se caracteriza, a su vez, por otros dos grandes axiomas:

3.-Lógicamente es crítico, por cuanto es objeto del pensamiento lógico-reflexivo.

Ya que El Camino del Filósofo deviene el alfa y el omega del razonamiento filosófico. Y el Filósofo, en su búsqueda de la sabiduría (o del intento de la verdad última de la realidad) pone bajo análisis de juicio todos aquellos dogmas y hechos sociales que se manifiestan tanto de manera incoherente como de forma contradictoria entre sí.

Y, 4.-Axiológicamente es enjuiciador, por cuanto es de naturaleza intrínsecamente moral.

Ya que El Camino del Filósofo deviene un continuo proceso de juicios de valor que afectan al ámbito de la Ética. Puesto que no existe acción o pensamiento personal ni colectivo sin su correspondencia en el amplio espectro de los valores sociales, los cuales no solo el Filósofo los somete al examen de la Lógica, sino también al contraste evaluatorio del conocimiento en materia de arquetipos universales.

Es por ello que El Camino del Filósofo siempre resulta sino contestatario al menos crítico, en mayor o menor medida, con la realidad social en la que se desarrolla el Filósofo como individuo.

Sí, El Camino del Filósofo no es más, que no es menos, que el recorrido mismo que el Filósofo realiza en esta vida. Adquiriendo conocimiento sobre la realidad del mundo tan mundano como trascendental a medida que aprende, con sus aciertos y errores, al paso de su viaje existencial caduco. Con una mirada siempre crítica y enjuiciadora con la sociedad más inmediata que le rodea, pareciendo a veces incluso molesto e impertinente a la par que creativo e innovador, por la sencilla razón que el Filósofo es de naturaleza crítico y enjuiciador consigo mismo. Lo que le obliga a replantearse sus propias ideas (pre)concebidas a cada nuevo día, aunque en ello le vaya la contradicción vital. Pero siempre con una mirada divisando más allá del horizonte, pues sus ojos no fueron creados para posarse largos periodos de tiempo en la corta distancia. Para ello existen los miopes.

El camino del Filósofo no se hace, se Es. Y el Filósofo es capaz de caminar largas, misteriosas y sorprendentes distancias aún sin en apariencia caminar.



Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano