Siendo la clase social
media la clave de toda estabilidad económica, social y política,
¿por qué es la gran olvidada por los dirigentes políticos?. Esta
es una de las grandes preguntas sociológicas de nuestro tiempo, más
si cabe en los denominados países desarrollados donde la clase media
disminuye continuamente desde principios de siglo, y más
específicamente desde el inicio de la crisis económica con la caída
del banco estadounidense Lehman Brothers. Una evidencia que, además,
se hace plausible en la falta de propuestas tanto decididas como
eficaces y efectivas en los programas electorales de los diversos
partidos políticos que concurren en los comicios electorales del
orbe democrático.
Entendemos como clase
social media a aquel estrato de personas que se sitúan
económicamente entre la clase social baja (antaño clase obrera) y
la clase social alta, de acuerdo a una división de rentas
estipulada, por lo que en cada país dicha escala divisoria de
ingresos varía según sus respectivas singularidades
socioeconómicas. Pero lo relevante, rentas por país a parte, es que
la clase social media representa entre un 60% y un 70% de la
población activa de los países democráticos desarrollados, a
excepción de Estados Unidos que es del 59% y bajando. Es decir, que
la clase social media representa el corpus magna de la
fuerza de la economía productiva de un país.
La causa principal del
retroceso de la clase social media durante el período de la crisis
debemos encontrarlo en tres factores claves genéricos: una
contricción de ingresos, un aumento del costo de la vida y una falta
de acceso al mercado laboral, lo que ha provocado que la mayoría de
la clase media, antes media-alta y media, ahora se sitúe en el
estrato social por renta de trabajo de la clase media-baja, y que
ésta tienda de manera inequívoca por decantación gravitatoria,
tras una década de recesión económica global, a verse descendida
hasta el estamento de clase social baja. Pero como la definición de
clase social media no es tan sólo económica en base a la
distribución salarial entre la población activa de un país, sino
también social en materia de capacitación profesional intelectual
(versus profesiones más manuales), nos encontramos frente a una
radiografía sociológica de una clase baja con un alto nivel
académico, lo que equivale a un importante activo social
desaprovechado. (Aquí recomiendo la lectura del artículo “La mitad de los trabajadores en España son pobres ilustrados sin identidad de clase social propia”).
Por todos es sabido que
la clase social media de un país no solo aporta estabilidad
económica, ya que representa el tejido económico-empresarial
necesario para la riqueza productiva de un país, sino que también
aporta estabilidad social al reducir la brecha de desigualdad social,
y asimismo aporta estabilidad política al ser un claro garante de
tendencias del voto moderado. En contraposición, la degradación de
la clase media comporta pobreza económica, al no generar una demanda
sostenible y dejar de ser una fuerza motriz para la oferta y el
tejido productivo, conlleva inestabilidad social por el aumento de
desigualdades en el acceso al consumo de bienes y servicios, y genera
inestabilidad política al gestar estados de opinión colectiva a
favor de medidas de corte populista derivado de los factores
anteriores.
Dicho lo expuesto, uno no
puede dejar de preguntarse ¿cuál es la razón para la flagrante
falta de apuesta de nuestros políticos por la reactivación y
fortaleza de la clase social media?. Quizás la respuesta, aunque no
nos guste, resulte muy simple: porque no interesa. Por lo que la
siguiente pregunta obligada no es otra que: ¿quién se beneficia de
una clase media debilitada o extinta?. La respuesta es evidente,
quien tiene la capacidad de adquirir voluntades, ya sean de
ciudadanos o de Estados, a precio de saldo: el Mercado. (Aquí
recomiendo la lectura del artículo “El Mercado, el nuevo modelo de Dictadura mundial”).
No obstante, dejando de
lado la connivencia entre política y Mercado, o entre dirigentes
políticos y grandes empresarios, es irrefutable el hecho que los
Estados Democráticos y Sociales de Derecho, garantes en Europa del
inestimable modelo de Bienestar Social, requieren de una clase media
fuerte para la salubridad de su sistema. Y que más allá de las
anecdóticas, por ocurrentes, propuestas intervencionistas de los
partidos políticos catalogados de izquierdas y de las propuestas
neoliberales de los partidos políticos denominados de derechas, la
clase social media occidental requiere de tres medidas de urgencia
clave:
1.-Abaratamiento del
coste de la vida, principalmente en lo que se refiere al acceso a la
vivienda y al consumo energético, para paliar el sobreendeudamiento
doméstico.
2.-Acceso a la liquidez
vía préstamos financieros, para reactivar la política de consumo y
la economía productiva.
Y, 3.-Reducción de la
carga fiscal e impositiva, para facilitar la reconstrucción del
tejido empresarial y de servicios.
Tres medidas bien
identificadas, de amplio desarrollo normativo transversal e
intersectorial (claro está), que trascienden la protección de los
derechos sociales (para unos) y la defensa de la libertad personal
(para otros), pues tiene su enfoque en la reactivación de la pequeña
y mediana empresa (donde se incluyen los autónomos como personas
jurídicas unipersonales) que representa el 90% del tejido productivo
de un país desarrollado, y sin el cual, en una economía de mercado,
no hay posibilidad ni para los derechos sociales ni para la libertad
individual. Pues solo a través de la clase social media se genera
riqueza para el conjunto de un país, ya que ni el 20% de la clase
baja, ni el 10% de la clase alta tienen capacidad para aumentar la renta per cápita a niveles propios de un estado de estabilidad
económica nacional.
Asimismo, a estas alturas
de la película ha quedado meridianamente demostrado que la cultura
de la gestión del conocimiento y la emprendedoría no son más que
falacias para una clase media sobreendeudada domésticamente al
gastar más de lo que ingresa (gastos estructurales de hogar), sin
recursos económicos para materializar una idea de negocio en una
actividad productiva (pues no posee ni rentas de capital, ni acceso a
la financiación bancaria), y por tanto imposibilitada para hacer
frente a una alta fiscalidad que solo consigue penalizar la
iniciativa económica privada desde el momento incluso anterior a su
puesta en marcha.
Ni qué decir que en el
actual contexto, no solo la clase media se disuelve como proveedor
del PIB nacional, por un mercado laboral precario o inexistente y por
un veto real al emprendimiento, sino a su vez por la imposibilidad de
las nuevas generaciones (jóvenes altamente preparados) de acceder al
estrato social de clase media.
Sí, la clase media es el
garante de la estabilidad económica, social y política de un país.
Por lo que debemos preguntarnos, una vez más, ¿el por qué de su
abandono?. Quizás, una de las razones la encontremos en que nuestros
dirigentes políticos, que aun siendo garantes de la res publica
forman parte, por su ratio de renta salarial, del privilegiado
estrato social de la clase social alta no productiva. A partir de
aquí, que cada cual saque sus propias conclusiones.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano