Todo el universo del ser
humano es simbólico, pues es a través de los símbolos que los
hombres representamos de manera perceptible una idea, un concepto o
un término que nos permite relacionarnos entre nosotros mismos como
especie social y contextualmente cultural, y con respecto al misterio
de la propia vida de la que formamos parte. Pues símbolos son los
signos matemáticos o químicos sobre los que se fundamenta la
ciencia. O símbolos son, entre otros muchos, los signos gráficos de
cada una de las letras con las que construyo el presente artículo.
Por lo que podemos decir que la simbología es el fundamento
primordial de nuestra capacidad cognitiva como humanos, donde la
aprehensión de la realidad se establece como resultado de la
relación indisoluble entre símbolo y significado, ya sea éste
significado real o imaginario, ya sea el objeto de dicho significado
tangible o intangible, y ya sea la naturaleza social (y por tanto
temporal) del señalado significado consensuado o no por una misma
comunidad.
La vida del hombre es una
gran representación simbólica. Y en esta vida de simbología hoy me
he levantado en mi ciudad de acogida con las calles invadidas por
puestos de venta ambulantes repletos de libros y rosas, en ocasión
de la festividad anual de San Jorge. Una tradición que, origen
histórico-cultural a parte, convida a los hombres a regalar rosas a
las mujeres, y a éstas a corresponder con libros a los hombres. O al
menos en la sociedad contemporánea del nordeste mediterráneo
español. Una bella costumbre cargada de significado simbólico, ya
que por separado la rosa representa la alegoría tanto del amor como
del renacimiento emocional (simbología mística-espiritual a parte),
mientras que el libro se asocia a la alegoría de la sabiduría sobre
la que se sustenta nuestra naturaleza racional y, por extensión, el
conocimiento sobre el que se edifica nuestra civilización. A su vez
que, la rosa y el libro como símbolos combinados representan la
alegoría del respeto desde el amor y la fraternidad. Por lo que cabe
subrayar que éstos símbolos -sin intención de profundizar en los
mismos- trascienden su significado conceptual stricto sensu
para elevarse a la categoría de significado simbólico de claro y
definido valor social universal.
Y a este punto, de manera
sintética para no extenderme, quería llegar. Si bien la simbología
estructura la realidad humana, como principio y método de
conocimiento y relación de nosotros mismos y con nuestro entorno, en
esta pequeña reflexión quiero destacar de entre el vasto universo
de la simbología humana las manifestaciones simbólicas con carga de
valor social universal o arquetípica. Pues éstas, expresadas
mediante costumbres o tradiciones locales a lo largo y ancho del
planeta, buscan como denominador común la elevación de la talla
moral humana, que no deja de ser una práctica de redención
colectiva de nuestra naturaleza mundana como seres trascendentales,
en un anhelo inherente a nuestra especie de intentar transformarnos
en mejores personas tanto a título individual, como a nivel
comunitario como sociedad.
Sí, aun por atroces y de
baja talla moral que puedan ser algunos episodios experimentados en
la historia de la humanidad, el ser humano tiende imperativamente a
celebrar simbólicamente aquellos valores sociales cuyas ideas
arquetípicas son universales por representar cualidades positivas,
desde un enfoque humanista, para el conjunto de la sociedad como
especie. Pues la esencia de la naturaleza (en continua evolución)
del ser humano le empuja como fuerza mayor a celebrar la paz, y no la
guerra; el respeto, y no la intolerancia; la justicia, y no la
injusticia; el amor, y no el odio; la honradez, y no la inmoralidad;
la libertad, y no la esclavitud; o la solidaridad, y no la
insolidaridad; por poner algunos ejemplos de valores universales.
Hoy es día de la
festividad de San Jorge, o Sant Jordi como se conoce en Cataluña. Y
sobre la misma Rambla de Barcelona donde hace dos años se sembró el
miedo, el odio, el terror y la muerte provocado por un horrible
atentado terrorista, hoy miles de personas se regalan símbolos de
amor, paz y respeto en forma de rosas y libros. La vida del ser
humano es profundamente simbólica, y es justamente los símbolos
propios de los valores sociales universales los que nos caracterizan
como humanidad. Aquellos otros símbolos de signo opuesto, aun
pudiendo formar parte de la realidad de nuestra cosmología simbólica
de manera siempre temporal por insostenibles, van en contra de
nuestra propia naturaleza como seres humanos por desequilibrados o
incluso desnaturalizados.
El hombre nace, crece, se
desarrolla y muere en una simbología ad hoc, tanto
apriorística (ideas arquetípicas) como ex profeso (ideas
construidas socialmente). La diferencia entre ambas viene marcada
por la carga moral de su significado. Expuesto lo cual, y siendo fiel
a la brevedad de mis reflexiones filosóficas efímeras, concluyo el
presente artículo para entregarme un rato a un apasionante símbolo
de amor, respeto y conocimiento como es el libro que me ha regalado
esta mañana mi mujer Teresa: “Tras las huellas de Leonardo Da
Vinci”, de Héctor Gil García. A ver cuál es la simbología de
vida que me aporta.
Barcelona, 23 de abril de
2019
Diada de sant Jordi