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"Tilt", obra de Romain Laurent |
La realidad objetiva no
existe. Así de contundente se ha pronunciado la comunidad científica
a principios de este año mediante la experimentación ampliada de la prueba del “Amigo de Wigner”, en mención al físico y premio
Nobel Eugene Wigner quien describió un experimento mental, ahora
ratificado mediante fotones con última tecnología (técnicas de
entrelazamiento de partículas), que ha demostrado una de las
paradojas más importantes de la mecánica cuántica: pueden
coexistir dos versiones irreconciliables de la realidad.
La física, una vez más,
nos obliga a reconsiderar la naturaleza de la realidad misma, ya que
para que haya un supuesto de realidad objetiva, fundamento de la
ciencia moderna, debe concurrir la siguiente trilogía de supuestos a
la vez:
1.-Que los hechos
universales realmente existan, y que los observadores puedan ponerse
de acuerdo sobre ellos.
2.-Que los observadores
tengan la libertad de hacer las observaciones que deseen.
3.-Y que las elecciones
que hace un observador no influyan en las elecciones que hacen otros
observadores (principio de localidad).
No obstante, la prueba
actualizada de Wigner demuestra que uno o más de dichos supuestos
siempre son erróneos, de lo que debemos deducir, por tanto, que no
existe la realidad objetiva. Lo cual, no solo tiene grandes
implicaciones para la validez del método científico (que se basa en
hechos determinados mediante mediciones repetidas y acordadas a nivel
geneal, con independencia de quien las haya observado), sino que nos
obliga a reabrir el debate filosófico de: ¿qué es la realidad?.
Lo que sabemos, aunque
sea por intuición, es que cuando nos referimos a la realidad debemos
diferenciar entre la realidad en sí misma (naturaleza) y la realidad
percibida por el hombre (conocimiento de dicha naturaleza), dejando
de lado la realidad creada por el hombre para no extendernos.
Así pues, desde un
enfoque ontológico, si entendemos la realidad como aquello que
acontece de manera verdadera o cierta, en oposición a lo que
pertenece al ámbito de la fantasía, la imaginación o la ilusión,
la realidad conforme a la prueba de Wigner es de naturaleza doble,
indivisible y codependiente: la realidad de facto y su
contrarium como realidad irreconciliable. Es decir, la
realidad es dual con opuestos idénticos en su naturaleza pero con
diferente posición (y por ende manifestación) espacio-temporal para
cada una de sus polarizaciones.
Mientras que desde un
enfoque epistemológico, si entendemos la realidad como aquello que
acontece efectivamente, con independencia de la capacidad subjetiva
de aprehensión por parte de uno o más observadores, la realidad
conforme a la prueba de Wigner es tanto objetiva como no-objetiva. Es
decir, la realidad es siempre relativa de acuerdo a las referencias
espacio-temporales y perceptivas del observador.
En otras palabras,
aquello que nos parece real (percepción) no es la realidad
(naturaleza). Por lo que para poder acercarnos al conocimiento de la
realidad objetiva debemos ser capaces de aprehender su contrarium.
Lo cual resulta fácil cuando la realidad observada tan solo es un
fotón, pues el espectro de contrarios posibles es limitado. Un
ejercicio que ya se nos complica al poner en juego el entrelazamiento
al unísono de diversos fotones que conforman una única realidad. Y
qué decir que a día de hoy se nos presenta como una aventura
imposible cuando parte de la realidad observada, como es la materia y
su energía, está determinada por una multiplicidad poliédrica de
fotones que, a su vez, como partículas elementales de una de las
cuatro grandes fuerzas del universo conocidas como es el fenómeno
electromagnético, es codeterminada asimismo por otra de las grandes
fuerzas naturales como es la gravitatoria que afecta de manera
directa a la estructura espacio-temporal en la que existimos. Es
decir, la búsqueda del conocimiento del contrarium de la
realidad de facto nos abre un vasto registro de posibles
realidades alternativas irreconciliables, a las que en la actualidad
el ser humano tan solo puede aproximarse mediante cálculos de
probabilidades matemáticas inteligencia artificial mediante. Lo cual
es de preveer el hecho de que nos espera un viaje futuro por un
universo tan extraño y desconocido como inimaginable para la mente
humana contemporánea.
Expuesto lo cual:
1.-Si la realidad es dual
con opuestos idénticos en su naturaleza pero con diferente
manifestación espacio-temporal para cada una de sus polarizaciones,
2.-Si la realidad es
percibida tanto de manera objetiva como no-objetiva dependiendo del
sistema de referencias de dichas polarizaciones en relación con el
observador.
3.-Ergo, la realidad
humana tan solo es el fruto de un consenso general de la percepción
subjetiva humana sobre los hechos espacio-temporales observados.
Así pues, el punto de
inflexión de la realidad objetiva a escala humana no es más que el
consenso general sobre la misma ya sea a nivel local o global, lo que
implica en sí misma una importante carga cultural inherente (que por
esencia es antagónicamente subjetiva), lo que caracteriza una
realidad en continua actualización o redefinición en base al
desarrollo social de la comunidad humana en materia de gestión del
conocimiento. Por lo que la realidad, para el hombre, es tanto
ontológica por su condicionante epistemológico. Lo cual,
claramente, pone en tela de juicio las ideas propias de los
arquetipos apriorísticos del saber humano sobre el universo, el ser
y su existencia. O dicho en otras palabras, el hombre se equipara al
conocimiento que tiene la hormiga fuera de su hormiguero en lo que se
refiere a la naturaleza de la Realidad (del universo) que Es y
Existe. La parte positiva es que el hombre, al igual que las
hormigas, para vivir en nuestra cotidianidad no estamos obligados a
salir -de momento- de nuestra pequeña realidad complaciente.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano