¿Qué directivo,
empresario o emprendedor no sueña con dar con una innovación que le
coloque en la cima de la competitividad comercial? Lo cierto es que
todos. Pues ser competitivo equivale a ser sostenible económicamente
en parámetros de facturación neta. Una tarea ardua difícil en un
mercado tanto sobresaturado de ofertas de productos y servicios, como
microsegmentado en sus consumidores potenciales. No obstante, frente a
este escenario propio de locos, donde la lucha por hacerse con un
nicho de mercado resulta encarnizada, existen estrategias
empresariales como la ya conocida del Océano Azul que busca alcanzar
el dorado: un mercado virgen y exclusivo libre de competidores
molestos.
Ciertamente la Estrategia Océano Azul, como instrumento de éxito empresarial a través de la
innovación, es una de las mejores herramientas contemporáneas que
tiene el ser humano en materia de empresa para conseguir el anhelado
estado de competitividad en un mercado global altamente volátil por
su continuo proceso de cambio y transformación. La teoría es
sobresaliente, aunque otro cantar es su puesta en práctica. Pues la
susodicha herramienta de gestión empresarial tiene un importante
talón de Aquiles, por no decir un grave problema: el propio ser
humano. Ya que del factor humano depende el éxito o fracaso del
diseño metodológico de la estrategia en su primera fase de
desarrollo, que es la elaboración del denominado Lienzo Estratégico,
donde los cabezas pensantes de la empresa no solo deben establecer la
relación de la misma con la competencia existente, sino que deben
diseñar aquellos nuevos factores que pueden ser constitutivos del
descubrimiento de su particular Océano Azul (mercado sin
competencia). Una responsabilidad que requiere, entre otras
competencias, de una importante dosis de creatividad basada en
capacitaciones tanto de pensamiento divergente o disruptivo (pensar
fuera de la caja), pensamiento lateral (resolución de problemas de
manera imaginativa), y de pensamiento de diseño (propuesta
estratégica práctica de nuevos productos), principalmente. Para lo
cual, los equipos directivos de las empresas encargadas del diseño
del Lienzo Estratégico de la Estrategia Océano Azul necesitan, por
lo menos, de cuatro factores claves: un alto conocimiento de las
técnicas de creatividad, una diversidad representativa de las
inteligencias múltiples, un perfil de personas innovadoras por parte
de los mismos, así como una elevada capacidad de gestión y análisis
de megadatos de información sobre el mercado y sus tendencias
(entornos y procesos productivos innovadores a parte). Lo cual no se
produce, como es bien conocido por todos, por norma general, dando
como resultado un trabajo pobre en la aproximación hacia posibles
senderos innovadores.
Dicha debilidad en la
búsqueda de la innovación como elemento clave para la
competitividad empresarial, con independencia de las bonanzas del
método estratégico como teoría y más allá de la capacidad y
visión directiva de una empresa en dotar de recursos humanos y
técnicos óptimos a los equipos de prospección de horizontes
innovadores por descubrir, se fundamenta en la limitación del ser
humano tanto en materia de gestión de conocimiento, como en su
limitado espectro de pensamiento creativo disruptivo. Una
imperfección que en un futuro muy cercano será corregido por la
inteligencia artificial, a la vista de su tulelaje activo ya en el
presente en otras áreas profesionales humanas.
Sí, la inteligencia
artificial llega con fuerza para quedarse con el objetivo principal
de solventar la imperfección humana. Pues su naturaleza cognitiva
artificial en la formulación, construcción y resolución de nuevos
problemas, junto a su facultad exponencial de análisis de mega datos
de información en un contexto interconectado a tiempo real, y su
suficiencia de autoaprendizaje continuo y a una velocidad de vértigo,
convierte a la inteligencia artificial en potenciales seres
tecnológicos de capacidad sobrenatural.
Dicho lo cual, no
tardaremos de ver en un futuro muy próximo la participación activa
y directa de la inteligencia artificial en los procesos de
elaboración, diseño y decisión en las áreas de innovación de las
empresas. Pues si la inteligencia artificial puede llegar a ser la
equivalencia de valores como eficacia y eficiencia en los procesos de
innovación, y éstas facultades representan la invalorable
competitividad en una ecuación de estrategia empresarial, ¿qué
empresario se va a resistir al hecho de sustituir el actual activo
humano imperfecto por un activo artificial perfecto (por probabilidad
estadística certera en sus aportaciones) en un área tan
trascendental para la sostenibilidad empresarial como es la
innovación?.
Que la inteligencia
artificial sustituya a los seres humanos en los departamentos de
innovación de las empresas resulta un futuro altamente posible. La
pregunta consiguiente es: ¿qué papel tendremos las personas cuando
nuestra labor innovadora sea sustituida por seres artificiales?.
Aunque ésta, si bien es un cuestión para otra reflexión, es un
tema que en breve nos veremos obligados a afrontar colectivamente como sociedad al no representar ésta una afección exclusiva de la
innovación, sino que es extensible a todas las actividades productivas
humanas. Así pues, en la encrucijada evolutiva frente a tantas certezas e incertezas de futuros probables que nos hayamos, lo único diafanamente claro que podemos augurar es el hecho
irrefutable de que el mundo, tal y como lo conocemos, tiene visos de
cambiar y mucho en las próximas décadas.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano