Cierto es que el
radicalismo social ha existido desde que el hombre es hombre, ya que
en definitivas cuentas no es más que una actitud individual o
colectiva que pretende reformar de raíz una realidad concreta que
considera desequilibrada e incluso injusta. Una postura frente a la
vida que da el salto como movimiento político a las puertas del
siglo XX, caracterizado por su intransigencia frente a todo orden
social, político, económico o moral que no defendiese los
principios humanistas, racionalistas, laicos, republicanos y
anticlericales, en su busca de una nueva sociedad liberal progresista
cuyo anhelo no era otro que implementar un conjunto de derechos
civiles que en la actualidad asumimos como norma general. Nos
encontramos, pues, en la era predemocrática y del prebienestar
social. Un contexto histórico a todas luces comprensible desde la
distancia, siglo y medio largo después, para la mirada retrospectiva
de nuestra sociedad desarrollada.
Pero el radicalismo, para
asombro de unos, júbilo de otros y temor de terceros, ha vuelto. En
plena era contemporánea de los estados democráticos y sociales de
derecho, cuando en principio el radicalismo ya no tiene sentido de
existir por la esencia propia de la naturaleza del Estado de
Bienestar Social (que da cobertura a los derechos sociales) por un
lado, y por los mecanismos instaurados que posibilitan el cambio y la
mejora social como proceso funcional inherente a los Estados
Democráticos de Derecho (que dan cobertura a los derechos políticos)
por otra parte, resurge paradógicamente en nuestro tiempo presente
el radicalismo como movimiento social y político, aunque bajo una
nueva concepción y variedad a diferenciar: los Radicales y los
Metaradicales. Veamos sus características:
Entenderemos como
movimientos políticos y sociales Radicales a aquellos que defienden,
a ultranza, los principios y fundamentos (como equivalentes de la
etimología latina de la palabra “raíz”) del orden democrático.
Mientras que, en contraposición, entenderemos como movimientos
políticos y sociales Metaradicales a aquellos que defienden,
decididamente, el ir más allá y cambiar (como equivalentes de la
etimología griega del prefijo “meta”), dichos principios y
fundamentos del orden democrático. O, definido en otras palabras,
los Radicales defienden el statu quo del orden democrático,
mientras que los Metaradicales atentan contra el mismo con el
objetivo de derrocarlo.
Cabe apuntar el hecho que
desde un punto de vista cronológico político, los Radicales surgen
como reacción contraria a los Metaradicales, los cuales se agrupan
por desigual, tanto en volumen como en representación territorial,
en tres grandes grupos: antisistemas, populistas de izquierdas
(autodenominados socialdemócratas, aunque con base ideológica
marxista), y nacionalistas secesionistas.
Las características
fundamentales que diferencian a Radicales y Metaradicales se pueden
enmarcar dentro de cinco líneas de manifestación ideológica:
1.-Principio
constitucional
Los Radicales defienden
el principio constitucional como marco de convivencia común,
mientras que los Metaradicales fomentan la acción política fuera de
los límites constitucionales.
2.-Derechos
fundamentales
Los Radicales defienden
principalmente los derechos de libertad de expresión, de libertad de
creencias, de libertad y seguridad personal, y de igualdad ante la
ley, mientras que los Metaradicales atentan de manera flagrante
contra dichos derechos fundamentales en pos de su interés como
instrumentalización de su acción política.
3.-Uso del espacio
público
Los Radicales defienden
el uso común del espacio público como medio de libertad de
expresión reglada, mientras que los Metaradicales monopolizan el
espacio público de manera no reglada, e incluso violenta, con
carácter excluyente para la libre manifestación de su apología
ideológica.
4.-Ordenamiento
Jurídico
Los Radicales defienden
el ordenamiento jurídico como norma conductual de organización
social, mientras que los Metaradicales se sublevan frente al mismo
por limitar su acción socio-política que se sitúa al margen de la
Ley y la Democracia.
5.-Simbología del
Estado
Los Radicales defienden
los símbolos del Estado, como son la bandera y el himno nacional,
como reivindicación de la identidad cultural y la unidad territorial
del país, mientras que los Metaradicales los atacan activamente por
su posición ideológica contraria y como estrategia de lucha
política.
En resumen, se puede
afirmar que en el radicalismo contemporáneo español, como
movimiento de acción socio-política, los Radicales defienden un
concepto de Estado basado en la Democracia como modelo de
organización social y de derecho moderno, mientras que los
Metaradicales atacan dicho concepto como vía para alcanzar de manera
unilateral sus intereses políticos, resucitando la famosa frase
marxista trasnochada de “conseguir en la calle (e incluso a través
de las instituciones) aquello que no se ha conseguido por las urnas”.
Ante el actual estado de
la situación, es por tanto comprensible que un demócrata se
radicalice en la defensa de los principios y valores democráticos.
Aunque asimismo, resulta triste que por dicha defensa -que entra
dentro de la lógica de personas de razón- se tilde al ciudadano
demócrata como Radical. Por lo que en este sentido, debo reconocer
que me considero un Radical más entre los millones de ciudadanos
españoles que creemos en la defensa de nuestra joven Democracia, con
todos sus defectos aun por solventar como sociedad moderna.
Y a los Metaradicales que
alegremente y sin pudor tildan de fascistas a los Radicales
contemporáneos mediante la distorsión deliberada de la realidad
(posverdad), por favor, que alguien los devuelva de regreso a la
escuela para paliar su ignorancia. Pues no hay persona más
peligrosa, para la Democracia y el conjunto de la sociedad, que un
ignorante con poder.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano