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La soprano Lianna Haroutounian como Butterfly en El Liceo |
La cultura se puede
entender como un ecosistema de tradiciones y costumbres locales, o
bien como el crisol del conocimiento. Un mismo nombre, para dos
maneras muy diferentes, por no decir antagónicas, de enfrentar,
entender y enjuiciar la realidad más inmediata. Si bien el peso de
la cultura exclusivamente como tradición empobrece la mente humana,
por limitación de miras, el bagaje de la cultura como conocimiento
enriquece el saber humano, justamente por un enriquecimiento continuo
de horizontes tanto aprehendidos como percibidos.
El significado
restrictivo del concepto cultura como tradición no solo empobrece la
visión que podemos tener del mundo, sino que incluso puede llegar a
anular la voluntad individual de sus miembros. Un claro exponente de
esta tesis la encontramos desarrollada en una de las óperas más
famosas: Madama Butterfly, del compositor Giacomo Puccini y basada en
una obra teatral de David Belasco. La ópera, inspirada en hechos
reales, se sitúa en el Japón de finales del siglo XIX, y versa
sobre la relación (o mejor dicho carencia de la misma, por ausencia
del marido) de un matrimonio de conveniencia entre una geisha y un
teniente de la marina norteamericana. Si bien la obra afronta
diversas temáticas dignas de análisis filosófico, como es el papel
de la mujer desde la desigualdad de género, las relaciones de poder
basadas en la economía, el contraste de mentalidades entre
civilizaciones denominadas modernas y tradicionales, los estigmas
sociales propios de una comunidad conservadora, o el supramicismo
desde un enfoque de profundo clasismo cultural, personalmente me
interesa enfocarme en la presente reflexión en la anulación de la
voluntad individual que sufre la protagonista de la ópera, el
personaje japonés Cio-Cio-San (que se hace llamar Madama Butterfly
en la obra).
En Madama Butterfly la
anulación de la voluntad individual por parte de una tradición
cultural restrictiva de la concepción de la vida, y por extensión
del ser humano y más particularmente de la mujer, se manifiesta
mediante tres caracteres bien definidos. En primer lugar, la
protagonista no tiene libertad ni de decisión ni de movimiento fuera
de la estructura organizativa familiar (en primera instancia de su
familia de origen y, en segunda instancia una vez desposada, de su
nueva unidad familiar de marcado perfil patriarcal). En segundo
lugar, la protagonista se muestra como una persona plenamente
dependiente psicoemocional y de acción respecto a su marido,
careciendo de la capacidad de libre albedrío más allá de la sombra
del cónyuge, y entendiendo el amor marital desde la obediencia
debida. Y, en tercer lugar, la protagonista manifiesta un sentido
propio de la vida como individuo única y exclusivamente dentro del
contexto social y tradicional al que pertenece, fuera del cual la
existencia como ser viviente no tiene sentido. (De hecho en el tercer
y último acto de la ópera acaba suicidándose)
Salvando la distancia
histórica en el que se desarrolla el drama operístico, donde la
mujer carece de muchos de los derechos civiles estando supeditada por
ley al hombre (no hay que olvidar que en Europa hasta mediados del
siglo pasado no comienzan a equipararse los derechos entre géneros a
favor de la mujer: participación en sufragio político, acceso a las
universidades, igualdad frente al matrimonio, etc), Madama Butterfly
se caracteriza por ser una mujer con un nivel cultural bajo en
conocimientos generales (entendiendo conocimiento a la luz del
concepto contemporáneo de conjunto de saberes académicos o
pseudoacadémicos que otorgan a una persona un desarrollo
competencial óptimo en materia de cultura general), y altamente
dependiente de la cultura tradicional como uso y costumbres locales.
En este sentido la ópera nos muestra, por tanto, una persona carente
de libre albedrío, por un lado por falta de capacidad de pensamiento
crítico ante un estado de gestión del conocimiento inexistente, así
como una persona falta de capacidad de libre pensamiento, por otro
lado al encontrarse limitado su proceso de raciocinio dentro de la
estructura de pensamiento de la mente colectiva conservadora de su
comunidad local. En otras palabras, una persona limitada a su caja
existencial y fácilmente manipulada por la misma. Una persona sin
autoridad interna, ni libertad personal.
Tristemente, de Madamas
Butterflyes aun existen muchas mujeres en nuestro mundo,
especialmente en aquellas zonas del planeta menos desarrolladas, como
bien es conocido por todos. Por lo que es una obviedad que no podemos
entender la cultura única y exclusivamente como hábito social de
tradiciones y costumbres, sin una correspondiente cultura de la
gestión del conocimiento para el desarrollo libre y digno de las
personas. De hecho, nos parece inconcebible para aquellos que vivimos
en las latitudes occidentales del globo terráqueo. Pues si bien las
tradiciones nos aportan identidad social y arraigo natural a nuestras
raíces de origen, el conocimiento como saber nos ayuda a
trascendernos como seres humanos, tanto a nivel individual como
sociedad, en un mundo complejo, cambiante, e interconectado, como es
el actual. Y más si cabe cuando hace ya tiempo que dejamos de
evolucionar biológicamente, para pasar a evolucionar culturalmente,
conocimiento mediante.
Que la cultura no sea
nunca un anulador de la voluntad individual, sino un potenciador de
los talentos personales para la plena autorealización individual. La
libertad se conquista a través del Saber.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano