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Fantasma del pasado de Dickens |
Tres son los fantasmas
humanos. Los más conocidos son los fantasmas de los no-vivos,
manifestaciones espectrales de percepción visual o sensitiva, que
gozan de una vasta literatura desde los albores de la humanidad. Pero
también existen los fantasmas de experiencias personales pasadas, y
los fantasmas generados a partir de miedos personales, que tanto
pueden manifestarse de manera conjunta en una misma entidad o de
forma independiente como entidades con sustancia propia diferente.
Tres tipologías de espectros cuyo denominador común es la
alteración y desestabilización del estado de bienestar interior de
una persona. No obstante, en esta breve reflexión tan solo me
centraré en los fantasmas de experiencias personales pasadas.
Los fantasmas de
experiencias personales pasadas son colas de circunstancias vividas
tiempo atrás que se arrastran, como acto incontinente propio o por
voluntad deliberada ajena, a lo largo de los años hasta nuestro
tiempo presente. De esta categoría de fantasmas hay que diferenciar
los que son consecuencia de un acto negativo personal consciente o
inconsciente, y los que son el resultado de un acto positivo personal
consciente.
Si el fantasma de
experiencia personal pasada es el resultado de una mala acción tanto
consciente desde el principio, como semiconsciente o inconsciente en
su origen pero que se hizo plenamente consciente a posteriori,
estamos ante el recuerdo espectral de un acto de naturaleza inmoral,
capaz de producir un sentimiento íntimo de mala conciencia que
acompaña al individuo de manera sostenible a lo largo de su vida,
por lo que es atemporal hasta que no se resuelva el conflicto
psicoemocional interior que lo produce. En este caso, entenderemos
que dependiendo de la naturaleza de la mala acción pasada
protagonizada, nos encontraremos ante una mayor, menor, o nula
capacidad de redención. Pues no tiene el mismo grado de mala
conciencia una mentira, que un robo o un asesinato. La capacidad de
sanar la mala conciencia es directamente proporcional al valor
inmoral realizado, así como al daño ajeno ocasionado por éste. En
este caso nos encontramos ante la cola de un fantasma pasado que, por
generar mala conciencia, se arrastra en el tiempo por incontinencia
propia.
Si en cambio, el fantasma
de experiencia personal pasada es el resultado de una buena acción
consciente, estamos ante el recuerdo espectral de un acto de
naturaleza moral. Pero, ¿cómo puede convertirse una acción moral,
y por tanto exenta del sentimiento de mala conciencia, en un fantasma
del pasado que afecta la estabilidad psicoemocional del presente? La
respuesta la debemos encontrar en la percepción subjetivamente
negativa del acto, como consecuencia de su efecto, por parte de uno o
más involucrados en la situación o circunstancia. Es decir, si el
acto, aun por justo y moral en su ejecución, conllevó algún tipo
de perjuicio para alguien, y éste alguien desde una escala de
valores distorsionado lo considera injusto e inmoral o amoral,
manteniendo vivo el conflicto personal a lo largo del tiempo -por
inmadurez intelectual o inestabilidad emocional-, el fantasma del
pasado pervive. Si bien en realidad nos situamos ante un fantasma de
experiencia personal pasada propio de una tercera persona, al
focalizarlo sobre la persona que fue la causa del origen del supuesto
agravio, le puede hacer partícipe a éste de dicho fantasma personal
como propio y con similar intensidad, pues la difamación siempre
genera angustia. En este sentido, podemos hablar de un fantasma
originado por una persona ajena y desde el resentimiento. Por lo que,
en este caso, nos encontramos ante la cola de un fantasma pasado que,
por estar exento de mala conciencia por parte del causante, se
arrastra en el tiempo por voluntad deliberada ajena.
Cierto es que la
tendencia natural de las personas es cambiar (salvo excepciones), y
que en dicho proceso de continua impermanencia cada cual actúa de la
mejor manera que sabe y puede en cada momento de su vida, pues la
madurez y la sabiduría se adquieren transitando por el camino del
aprendizaje, sabedores que no existe la experiencia del aprendizaje
sin errar. Algo muy humano. Por lo que toda persona tiene el derecho
inalienable, a la luz del aprendizaje de sus errores, a desear una
vida mejor. El delito del hombre no es errar, sino no aprender de sus
errores para evolucionar. Y ciertamente no yerra el que no vive,
busca y experimenta.
Los fantasmas de
experiencias personales pasadas son inherentes a la condición
humana. Algunos solo los tienen como consecuencia de malas acciones conscientes,
semiconscientes o inconscientes. Otros solo los acumulan como consecuencia de
buenas acciones conscientes (muchas veces cargadas de ingenuidad). Y
los hay que cuentan en su haber con ambas. Pero, en todo caso, son
justamente estos espectros personales con los que convivimos en la
intimidad los que nos permiten, como fuerza revulsiva propia de los
maestros de vida, trascendernos como seres humanos a imagen y
semejanza de la flor de loto que surge a partir del lodo.
Bendito tú que lidias
con fantasmas de experiencias personales pasadas, pues en tu lucha
por superarlos te esfuerzas en convertirte en una mejor persona. Fiat
Lux!