![]() |
Profesor Tolkien, autor de El Señor de los Anillos |
La soledad no es estar
solo, si uno no se siente solo. Al igual que la pobreza o el fracaso
no es ser pobre o fracasado, si uno no se siente pobre o fracasado. Y
de igual manera sucede, aunque parezca paradójico, con la riqueza o
el éxito. La soledad de sentirse en compañía con uno mismo es un
estado de recogimiento y silencio ambiental, que pocos disfrutan y
muchos menos conocen.
En la soledad los
factores de entretenimiento los discrimina uno mismo, a diferencia de
los espacios en compañía cuyos entretenimientos son impuestos por
terceros, un fenómeno agravado en una sociedad que vive
continuamente hacia el exterior. Es por ello que las personas a
quienes nos gusta la soledad, como último reducto de intimidad en el
mundo, nos desagrada sobremaneramente que alguien, sin previo aviso,
nos invada el espacio personal con ruido exterior vacuo. Pues solo es
admisible la transgresión de la soledad voluntaria si existe un pago
interesante, ya sea en especies de conocimiento o experiencia, lo
cual raramente sucede.
La soledad voluntaria es
la búsqueda de un estado de conciencia en paz con uno mismo, en la
que la persona se vacía por necesidad biológica del superficial
ruido externo, para nutrirse y rehidratarse nuevamente desde el
silencio interior. El silencio es un elemento vital para la
construcción de la soledad, pues sin silencio no hay espacio posible
para el reencuentro con uno mismo, y sin éste no se produce el
anhelado estado de soledad.
La soledad voluntaria nos
permite escuchar la sinfonía armoniosa de los pensamientos en su
órbita natural, los cuales no obstante necesitan que les dispensemos
un tiempo previo, su tiempo, para poder recolocarse adecuadamente en
la arquitectura lógica de la razón lúcida. Sin distracciones. Sin
distorsiones. Sin alteraciones. En un tiempo en calma, lleno de
generosidad y paciencia con nuestros propios pensamientos.
En la soledad voluntaria
se forja las mimbres del espíritu interior, que nos permite
anclarnos en el mundo desde la autoridad moral de nuestro yo
personal, fortaleciéndonos frente las embestidas más o menos
intensas del yo incisivo, errante, ruidoso, vacuo e inquisidor de los
otros. Lo cual nos ayuda a reafirmarnos sin dudas ni complejos en la
esencia de nuestra identidad personal. Allí donde reside la
verdadera fuerza de todo ser humano.
La soledad voluntaria es
recogimiento, silencio, reencuentro, paz, retroalimentación, y
fortalecimiento interior. Un proceso de vacío exterior para volver a
llenar desde el interior de uno mismo. Un método tan sencillo como
efectivo de higiene mental y emocional que todas las personas
deberían practicar, aunque fuera por prescripción médica.
Entonces, el mundo sería un lugar mejor, sin duda alguna. Pues la
gente viviría más desde su mundo interior, y no en una continua
tensa y estresante atención focalizada en lo que sucede en el
ajetreado mundo exterior, donde solo importa la apariencia de la
patina del cascarón. Y entonces, aun habiendo estado perdidos toda
la vida, se reencontrarían consigo mismos para comenzar a conocerse.
Y al reconocerse, por alineación automática, se reconocerán como
reflejos de espejos más o menos conscientes en el resto de las
personas, en los otros. Pues todos partimos de la misma materia
prima, compartimos la misma fuente de origen, y podemos reconocernos
en las diversas formas en la que se expresa la esencia común
dependiendo del medio, la capacidad, y la motivación. Aunque aquello
que veamos no sea de nuestro agrado ni lo compartamos. Y es entonces,
cuando ese reconocimiento personal se eleva a la categoría de
conocimiento de la naturaleza humana.
La soledad voluntaria
puede parecer socialmente un hábito propio de un rara avis, y
más en una sociedad que programa a las personas desde su tierna
infancia a la adicción de la enajenación individual. Es por ello
que el ejercicio de la soledad no es popular, pues su práctica
desencadena cuadros de ansiedad y alteración nerviosa propios del
síndrome de abstinencia (por dependencia con el mundo exterior), que
coloquialmente conocemos como efecto de tener el “mono”. Por otro
lado, explicar la soledad voluntaria a quienes tienen miedo a estar
solos, pues ello representa desconectarse de su medio natural: el
ruido ambiental, es casi equiparable a explicarle a un pez que existe
vida fuera del agua.
Sí, la soledad no es
estar solo, si uno no se siente solo. Aún más, es una verdadera
medicina del alma que nos permite conectar con la esencia del mundo
de las ideas y los conceptos que dan forma a la vida. Por lo que hay
que respetar los periodos de soledad voluntaria de las personas, a
pesar que el respeto por el espacio personal ajeno parece haber sido
eliminada como materia de educación de convivencia en estos tiempos
que corren.
Y dicho esto, por favor,
guarden silencio y absténganse de molestarme. Pues estoy disfrutando
en compañía de mi soledad.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano