Que la Democracia
occidental no pasa por sus mejores momentos, es un hecho constatable
a ambos lados del Atlántico, si bien en la vieja Europa -cuna de la
cultura democrática- es donde mayormente se evidencia mediante la
manifestación de dos síntomas sociológicos en progresivo
radicalismo: las revueltas sociales y el populismo. Pero la cuestión
fundamental es observar si dicha fenomenología social, más allá de
su sobreexposición circunstancial, es de naturaleza endógena o
exógena a la propia Democracia, por lo que debemos analizar si
nuestras sociedades democráticas están incurriendo en los pecados
capitales propios de la Democracia.
Siete son los pecados
capitales de la Democracia, entendiendo como pecados capitales
aquellas acciones que son contrarios a los principios rectores del
espíritu democrático, los cuales son -por orden alfabético- los
que siguen:
1.-Analfabetismo Democrático
Una sociedad democrática
incurre en el pecado capital del Analfabetismo Democrático cuando
sus ciudadanos, en el ejercicio del uso de sus derechos y
obligaciones, distorsionan el significado originario de los mismos
pudiendo adoptar comportamientos antidemocráticos, por
desconocimiento real (derivado de la dejación de funciones del
Estado) de los valores morales emanados por el espíritu de la
cultura democrática.
2.-Cesión de la Soberanía
Una sociedad democrática
incurre en el pecado capital de la Cesión de la Soberanía cuando la
autoridad en la que reside el poder del Estado deja de estar en manos
de sus ciudadanos, para pasar a ostentarla un ente externo
supraestatal con un poder económico-político superior (dígase
Mercado).
3.-Corrupción Pública
Una sociedad democrática
incurre en el pecado capital de la Corrupción Pública cuando existe
un vicio estructural de abuso de poder, como efecto directo de una
depravación moral sobre la gestión pública, por parte del poder
político para beneficio partidista.
4.-Mediocridad Política
Una sociedad democrática
incurre en el pecado capital de la Mediocridad Política cuando la
clase dirigente política no está a la altura de las
responsabilidades de Estado, mostrándose indiligente frente a las
necesidades sociales de sus ciudadanos, por un manifiesto
abaratamiento de los perfiles ideológicos de los gestores de las res
publica.
5.-Neutralización de los Derechos
Fundamentales
Una sociedad democrática
incurre en el pecado capital de la Neutralización de los Derechos
Fundamentales cuando, dichos derechos sociales amparados
constitucionalmente (como puedan ser el derecho al trabajo y a una
vivienda digna), son contrarrestados a favor de otro derecho no
fundamental como es la protección de la economía de libre mercado.
6.-Pérdida de División de Poderes
Una sociedad democrática
incurre en el pecado capital de la Pérdida de División de Poderes
cuando los ciudadanos perciben que, por norma general, los poderes
ejecutivo y legislativo coartan la independencia del poder judicial,
poniendo en tela de juicio la salubridad de un Estado Democrático de
Derecho fundamentado en la división independiente de sus tres
poderes.
7.-Refutación de los Valores
Humanistas
Una sociedad democrática
incurre en el pecado capital de la Refutación de los Valores
Humanistas cuando, los valores morales propios del humanismo
-filosofía de cultivo de siglos de evolución para la cultura
democrática contemporánea-, que se caracteriza por situar el
bienestar de la persona como ciudadano en el epicentro de las
políticas públicas de una Democracia por idiosincrasia, es
substituido por otros contravalores moralmente opuestos como puedan
ser los propios del mercantilismo.
Si vistos los siete
pecados capitales de la Democracia, llegamos a la conclusión que
vivimos en una sociedad que incurre en el pecado de prácticamente la
totalidad de los mismos, en mayor o menor medida, lo que nos conduce
a concluir que la sintomatología social de las revueltas sociales y
el populismo que azotan la vieja Europa de principios de siglo XXI es
de carácter endógeno a nuestro devaluado modelo democrático,
resulta evidente la necesidad de refundar la Democracia. En caso
contrario lloraremos como niños -emulando al último sultán de
Granada-, lo que no supimos defender como hombres (humanistas,
profundamente humanistas y por ende democráticos). Es tiempo,por
tanto, de refundar la Democracia con el objetivo de fortalecerla.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano